Youssou Ndiaye pasó de ser un joven de 15 años con una vida “ordinaria” a un chico que tuvo que enfrentarse a la soledad del duelo migratorio en cuestión de días. Debida a la crisis política que azotaba a su país de origen, su familia decidió que tenían que volver a empezar en otra ciudad donde poder vivir más tranquilos. Este lugar fue Navarra. Sin embargo, este proceso le llevó a Youssou a tener que sufrir el duelo migratorio en silencio, sin poderse integrar social y culturalmente en su nueva residencia.

¿Cómo era su vida allá y por qué decidieron emigrar a Navarra?

En Senegal vivía con mi madre y mis hermanos porque mi padre estaba trabajando, y mi vida era bastante normal. Jugaba al fútbol con mis amigos, iba a clase y pasaba el tiempo en casa. Cuando tenía 15 años, mi padre tuvo la oportunidad de realizar un reagrupamiento familiar y vinimos aquí sin billete de vuelta. Lo recuerdo como un momento muy emotivo porque, hasta entonces, solo había visto a mi padre en ocasiones muy contadas. Era triste estar separados de él.

¿Y qué vino después de ese reencuentro, cómo afrontó los cambios?

Fue lo más difícil. Estás en una tierra nueva donde no conoces a nadie, no tienes ni idea del idioma y tienes que empezar una vida que no tenías. Así que tuve que ponerme manos a la obra como pude para poder estar cómodo y sentir que vuelvo a estar en casa. Yo tardé un año en empezar a superar este proceso migratorio, que fue cuando comencé a dominar el castellano. Para mí fue un proceso largo, pero me ayudaron mucho y lo conseguí.

Fue entonces cuando decidió ser voluntario...

Exacto. La asociación SEI Elkartea me ayudó mucho cuando era un adolescente, así que estaba en deuda. Me dieron la oportunidad de estar como voluntario y creo que yo también puedo apoyar a quienes acaban de llegar y que están pasando por mi situación pasada. Cuando una persona siente que le han ayudado en algo, le nace ayudar a otras personas que están pasando por su misma situación.

¿Cuál es su papel en la asociación?

Los viernes salimos por Pamplona para realizar actividades sociales y visitamos algunas zonas de la ciudad con el objetivo de que los recién llegados puedan conocer su entorno y descubrir a dónde pueden acudir cuando necesiten algo.

¿Cómo reaccionó cuando te dijeron que ibas a recibir este galardón?

Pues me puse muy contento. Me pareció una oportunidad para dar voz al duelo migratorio. Te dan ganas de seguir trabajando, más ideas y, al mismo tiempo, reconoces que la labor en el SEI Elkartea merece la pena. En cuanto a mí, me demuestra que aunque los comienzos sean difíciles, hay posibilidad de mejorar; siempre y cuando haya gente que esté dispuesta a ayudar.