Estamos encantados de la vida con la inversión que hicimos en fotovoltaicas”, asegura Fernando Etxegarai, vecino de Lesaka y una de las pocas familias que no se quedó a oscuras el día del apagón gracias a su piscina solar. “Durante nueve horas funcionamos con normalidad. Tuvimos la suerte de que el apagón tuvo lugar a finales de abril y con un tiempo estupendo. Las baterías estaban cargadas. Si llega a ocurrir en diciembre no hubiéramos tenido luz”, subraya. Etxegarai fue asesorado por la empresa de Bera que montó la instalación eléctrica, Tximistindar-berri S.L “En invierno, aunque haya algo de sol, la batería se carga a lo mejor un 5%, las placas producen energía pero no para almacenar, y en cuanto pones la lavadora o enciendes la cocina se gasta, y va cogiendo la energía de Iberdrola. Si se va la luz, te quedas sin nada porque la batería está descargada”, resalta.
“En el momento del apagón notaron en apenas un par de segundos cómo la luz se fue y volvió de manera instantánea. “No soy experto en la materia pero el sistema instalado funciona con un inversor que deja de estar conectado a Iberdrola a modo de línea de emergencia y directamente las baterías aportan la energía hacia la vivienda”, subraya. “Cuando la batería se llena lo que hace es exportar a la red, a Iberdrola, que está obligada a comprarla. “El mejor mes debe ser mayo porque no es necesario que haya mucho calor, influyen otros factores como la luminosidad”, remarca.
“Cuando regresó la luz, hacia las nueve y media de la noche, la batería estaba al 90% después de nueve horas de apagón, por lo que creo que hubiéramos tenido bastante autonomía de haberse prolongado la situación”, señala.
“Nos asesoraron para que las baterías tuvieran potencia, en concreto 10 kWh en lugar de los 5 kWh previstos, era un coste adicional de 2.000 euros pero consigues almacenar más energía cuando la necesitas porque gastas más”, subraya. Preguntado por el ahorro en el recibo asegura que cada mes cambia. Si el referente es abril de 2022, “la diferencia en gasto ahora es la mitad, en diciembre sin embargo no creo que haya mucha diferencia”.
Los cuatro adultos que viven en la segunda planta de la vivienda familiar invirtieron alrededor de 15.000 euros en la instalación conformada por diez placas fotovoltaicas y la batería. “El llamado back-up se desconecta del sistema y eso es un extra.
“Nos concienciamos del ahorro y de la necesidad de producir energía diferente y además teníamos sitio, unos terrenos desaprovechados en la terraza de un garaje abandonado. Mi hermano y yo decidimos instalar allí 20 placas, 10 para alimentar cada una de nuestras viviendas (son dos pisos de unos 150 m2 y la tercera planta es otra vivienda que no dispone de placas por lo que se le fue la luz)”. La calefacción y el agua caliente funciona con gasoil. “Preferimos este espacio que el tejado porque en la cubierta había mucha ventana, muchos huecos, y a la empresa le gustó mucho esta ubicación”, expone. Aunque pidieron ayudas todavía no han recibido ninguna subvención por parte de ninguna administración. “Sabemos que el Ayuntamiento de Lesaka, al igual que otras administraciones, ha instalado placas en edificios municipales, algunos particulares también tienen, y que es una apuesta de futuro aunque nunca hubiéramos imaginado que íbamos a llegar a este extremo”, apostilla.