Mientras muchas viviendas del Pirineo sufrían el apagón eléctrico del pasado 28 de abril, la casa de Ion Sánchez, Estíbaliz Echapare y su hijo Jokin en Aurizberri-Espinal siguió funcionando con total normalidad. ¿La razón? Un sistema energético pensado desde el primer momento para ser autosuficiente. Desde el inicio del proyecto, los propietarios tenían claro que querían instalar placas solares.
De hecho, la vivienda, que se construyó en el año 2020, es totalmente eléctrica y - se aventuran a señalar- con toda probabilidad, una de las únicas del Pirineo que no tiene chimenea, ya que tanto la electricidad como la calefacción y el agua caliente provienen de la energía generada por sus placas. Unas placas que están integradas en el tejado, diseñado a medida para la colocación de placas BIPV (Building Integrated Photovoltaic).
LAS BATERÍAS
“Las trajimos expresamente desde Dinamarca, ya que aquí no se comercializaban”, confiesan. Este tipo de paneles se integran arquitectónicamente en los edificios, ofreciendo eficiencia sin comprometer la estética. En noviembre de 2023, viendo que las placas no funcionaban en caso de no haber electricidad, dieron un paso más incorporando unas baterías de segunda vida, provenientes de vehículos eléctricos Volkswagen ID.3. En su caso, con dos baterías que costaron unos 2600 euros cada una, pueden almacenar hasta 27,6 kWh.
De este modo, si se detecta un corte de la red, gracias a los inversores instalados en las baterías, su sistema puede trabajar en “modo isla”. “Al estar en modo isla, estás totalmente desconectado de la red eléctrica en caso de apagón, pero puedes seguir generando, consumir en casa y cargar las baterías, aunque no estás exportando a la red”, aseveran.
NORMALIDAD
Precisamente, eso ocurrió el pasado lunes. Cuando la mayoría de las casas del Pirineo se sumían en la oscuridad y los vecinos estudiaban cómo iban a afrontar el día sin luz ni energía, la casa de Ion y Estíbaliz seguía funcionando como si nada hubiera pasado. Se enteraron del apagón en sus respectivos trabajos y, al llegar a casa, apenas notaron ninguna anomalía.
“Hicimos la comida, pusimos el lavavajillas, cargamos el coche eléctrico, le bañamos a Jokin…Para nosotros fue un día de lo más normal”, expresan, añadiendo entre risas que la diferencia fue la visita de familiares y vecinos que acudieron a su casa para cargar la batería del móvil, ducharse, planchar o hacer la comida. También es cierto que ayudó que la mañana hubiera sido soleada para poder generar la suficiente electricidad y almacenarla en las baterías. “Si este apagón llega a haber pasado en invierno, hubiésemos tenido luz, pero hubiésemos tenido que apagar la calefacción y minimizar el consumo”, reconocen.
ANÉCDOTA
En Aurizberri-Espinal, el suministro eléctrico volvió el lunes sobre las 22 horas de la noche. Un hecho del cual Ion y Estíbaliz se percataron gracias al encendido de las farolas de la calle y de las luces de las casas de sus vecinos. Por eso, para ellos, el apagón no fue más que una anécdota, una demostración más de que su apuesta por este modelo de vivienda autosuficiente y sostenible en una zona rural climatológicamente exigente no sólo mejora su calidad de vida, sino que los hace menos vulnerables ante imprevistos como el apagón que el 28 de abril afectó a millones de personas.