Un funcionario del Guarderío de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, con plaza también en Castilla y León, un hombre experto en la materia, licenciado en Administración y Dirección de Empresas y técnico superior en gestión forestal y del medio natural, se echó a reír (sin mala intención) a raíz de una pregunta que le formuló la defensa de dos de los miembros del Consejo de Administración de la empresa Valle de Odieta, que está al frente de la macrogranja de vacas de Caparroso y que fueron juzgados ayer por un delito medioambiental.

Al técnico se le preguntó por qué consideraba que las escorrentías de digestato que constató que caían desde un barranco a la balsa del Sotillo, dentro de una Zona de Especial Conservación (ZEC) para la flora y la fauna de los tramos bajos del río Aragón, se habían originado en los terrenos de Valle de Odieta y no en superficies más lejanas, en otras parcelas que desembocan en la misma vaguada en la que se observó la contaminación por digestato. El guarda, tras ese pequeña mueca que emitió por videoconferencia, consideró que “para que sea posible ese planteamiento se deberían llevar muchísimos tractores con cisterna, cargadas de digestato, a parcelas de particulares y que empezaran a regar con ello y llegara a los caminos señalados... Pero vaya, es que por encima de los terrenos de la granja no había vertido. El origen fue allí”, constató el técnico. Subrayó, por tanto, que una alternativa que atribuya el vertido a otro origen que no sea el riego (no autorizado) por digestato y realizado a través de los pivots y aspersores de la macrogranja resultaba materialmente imposible.

La exposición la realizó en la primera sesión del juicio (continuará el día 12) por un vertido de Valle de Odieta que dañó una zona de especial protección de Navarra y donde se responsabiliza a la cúpula de la empresa del delito.

La vegetación estaba quemada

Lo cierto es que los peritos de Gestión Ambiental de Navarra (GAN) del Gobierno foral que declararon ayer por la tarde en la vista oral confirmaron que “el impacto al medio natural y al medio ambiente causado por el vertido fue grave”. Igualmente, los instructores de la Policía Judicial de la Policía Foral, así como los especialistas del Guarderío de Medio Ambiente, ratificaron que “la vegetación de la zona estaba quemada, había sido arrasada, seca, sin vida. Y no encontramos fauna muerta, pero es imposible que pudiera haber fauna en ese paraje (la balsa del Sotillo). Era un pozo negro. Y también quedaban costras oscuras y charcos que rebosaban digestato por el camino por el que se había escurrido y que había caído por unos barrancos y cortados hasta la balsa. El ennegrecido se veía en el propio monte”, manifestaron algunos de ellos, como si el material se hubiera precipitado en forma de cascada durante un tiempo hasta que la empresa fue advertida de lo ocurrido. Si no hubiera sido la mercantil consciente de la actuación, no se entiende que los investigadores también observaran que la balsa había sido removida por retroexcavadoras y que también se cortaran las escorrentías y el riego por digestato en los caminos. Esta última acción del riego capitalizó gran parte del pleito.

No tenían autorizado el riego

La Policía Foral confirmó que por la Autorización Ambiental Integrada de la que dispone Valle de Odieta le permite el riego de digestato pero en ciertas condiciones. “Debe hacerse con cisterna, con tractores con peine y brazos colgantes, a muy baja altura del terreno, para que no haya contaminación ambiental, ni se disperse la materia”. Lo que ocurrió es que el suelo no podía absorber más sustancia y que en el momento del vertido era época de lluvias (la primera inspección de Medio Ambiente fue en enero y en abril se pudo fotografiar la zona por los policías) y, por tanto, todo el digestato sobrante campó a sus anchas por el camino que hacía de desahogo hasta los barrancos. Y el riego en las parcelas que posee la empresa se hacía a través de pívots y aspersores móviles, sistemas de fertiirrigación para los que la firma no tenía autorización. “Lo pudimos ver nosotros en una de las inspecciones y también nos informaron varias llamadas anónimas que estaban regando de ese modo con digestato. Entonces es cuando comprendimos el origen del vertido”, explicó un agente del Guarderío.

La balsa del Sotillo era un humedal artificial que con el paso de los años se ha naturalizado con el medio y que es un hábitat imprescindible para cierto tipo de fauna vulnerable como la nutria, el tritón, el galápago o el visón europeo, especie esta última en peligro de extinción que cría en esos remansos. “Y se convirtió en un pozo negro. Donde no había capacidad de oxigenación, ni vegetación acuática... Era la típica balsa que en verano desaparece por falta de lluvias, pero el ciclo del agua hace que luego vuelva a surgir con toda naturalidad. Pero ya estaba muerta. Esa balsa no era apta para ninguna especie. Allí no podía vivir nada. Y el Gobierno de Navarra invierte mucho dinero en crear y mantener ese tipo de balsas para que esas especies puedan desarrollar sus ciclos”, confirmó un policía.

¿Qué es el digestato?

El digestato es un subproducto de los excrementos del ganado, se obtiene del estiércol y purín de las vacas que, después de tratarlo con otros gases y restos solidos. Su aplicación excesiva puede afectar de forma grave a la calidad de las aguas, fauna y vegetación, como ocurrió.

Por ello, los instructores de la Policía Foral recalcaron los altos niveles de toxicidad que tenían los restos de digestato del que tomaron muestras en la zona, que superaba los máximos previstos para vertidos que van a colectores y depuradoras. Pero además enfatizaron que los vertidos como el ocurrido a medio natural, es decir, directamente al monte, “debe ser cero”.