Actriz por vocación y psicóloga por camino vital, Sara habita un territorio donde la emoción no se interpreta: se comprende. En esta conversación, que se inserta dentro del ciclo Desayunosdnn con Aena, Oneca habla de no elegir, de observar al otro, de personajes que duelen y enseñan, de aeropuertos cargados de despedidas y de una mirada que convierte la experiencia humana en relato. Un viaje íntimo por la psicología, la interpretación y la necesidad –cada vez más urgente– de parar y sentir.

Se suele decir que una persona es una cosa u otra, pero en tu caso conviven tanto la actuación como la psicología. ¿Cómo fue el momento en el que te diste cuenta de que podías hacer todo a la vez?

Fue muy curioso. Creo que una ya nace actriz, y así me pasó a mí, y la vida te hace psicóloga. Cuando era pequeña, cogía la videocámara de mis padres y a escondidas me grababa y luego les enseñaba los vídeos. En la adolescencia me empecé a plantear la profesión.

¿De qué manera puede influir tu formación en psicología a la hora de preparar un personaje?

Conocer la psique humana da bastantes habilidades y conciencia de lo que puede sentir una persona. En la interpretación hay que ser el personaje, no hay que actuar. Cuando te dan un rol tienes que sentir, pensar, actuar y defender a capa y espada a la persona que estás interpretando.

¿Hay algún recurso mental o emocional para construir estos personajes?

Estar en la piel del personaje. Conociendo a las personas y el mundo, hay que tratar de pensar, sentir y actuar como lo haría ese personaje en cada una de las circunstancias y situaciones que pueden producirse.

¿Ha habido algún personaje que te haya enseñado algo que luego te ha servido como psicóloga?

Hubo una vez que me dieron un papel bastante duro, pero también muy curioso. Tenía que entrevistar a una chica que se ponía delante de un espejo y se insultaba. Se odiaba. Y estaba todo causado por cómo ella se veía en relación con sus iguales por culpa de las redes sociales. Es decir, era como una especie de crítica sobre la sociedad, lo que nos inculca –que tenemos que ser guapas, que estar perfectas–. Ese personaje me hizo entender cómo los adolescentes viven en un mundo a través de la pantalla y se frustran si todo no es ideal.

¿Cómo describirías el momento laboral en el que estás viviendo?

Para mí, es echar la vista atrás y reconocer que en esta vida he conseguido todo lo que quería conseguir.

En este mundo audiovisual, con series centradas, por ejemplo, en la salud mental, ¿sientes que ese contexto favorece tu manera de trabajar?

Sí. Cada vez hay más conciencia social sobre las emociones. Para mí todo está interrelacionado: la interpretación y la psicología. Desde el cine aprendemos educación emocional y desde la psicología entendemos cómo funciona el mundo y las emociones. Hay una conexión muy hermosa entre ambas.

¿Hay algún proyecto reciente que te haya conmovido especialmente?

Sí. Hace poco realicé un cortometraje con la escuela de cine Pixeliam. Interpretaba a una madre en duelo por la pérdida de su hijo. Es algo que no me ha pasado, pero que a muchas personas sí, y fue un personaje muy duro que me removió profundamente.

Se nota que eres una gran observadora. En lugares como un aeropuerto, ¿qué es lo que más te llama la atención?

Me fijo mucho en las emociones: en cómo se reciben las personas, en las despedidas, en las sonrisas. Observar eso me conmueve mucho, me llega muy dentro.

¿Hay algún destino o experiencia viajando que te haya emocionado especialmente?

Cada viaje me deja algo. En los aeropuertos ves reencuentros, despedidas, nervios, ilusión… Hay mucha intensidad emocional y mucho cariño, y eso nos conmueve a todos.

Cuando viajas, ¿eres de observar, leer, escribir…?

Cuando viajo el mundo se detiene. Escucho música y entro en un estado de libertad y paz. Es uno de los pocos momentos en los que el pensamiento se para.

Se habla mucho de salud mental actualmente. Desde tu experiencia, ¿hemos avanzado realmente?

Sí, hemos avanzado bastante. La gente ya no tiene tanto miedo de ir al psicólogo. Cada vez más personas quieren crecer, evolucionar y mejorar.

¿Qué mito sobre la salud mental te gustaría que desapareciera?

El de que ir al psicólogo es estar loco. Las personas que van al psicólogo quieren mejorar, resolver algo en su vida y crecer como personas.

Como actriz, ¿hay algún personaje que te gustaría interpretar y aún no has podido?

Me encantaría interpretar a una persona con un trastorno de la personalidad. Es muy complejo, pero precisamente por eso me atrae muchísimo.

Dejando a un lado lo profesional, ¿qué papel de tu propia vida te ha marcado más?

Ya lo he contado en el último corto que he hecho: Naya, el guardián del bosque. Es una historia autobiográfica sobre una niña altamente sensible que sufre bullying y encuentra refugio en su perro. Es un mensaje sobre cómo los animales nos dan un amor que a veces no encontramos en nuestros iguales.

¿Qué te inspira últimamente?

Observar a las personas, ver qué sienten, qué les hace felices. Inspirarme en sus sonrisas, en lo que desean. Pararnos y preguntarnos qué siente o piensa el otro es algo que hacemos muy poco.

¿Y cómo conectas con esa inspiración en tu día a día?

Mirando el cielo, recordando, o simplemente bajando a la calle y observando lo que ocurre a mi alrededor.