Se dio con ellos por la ruidera que levantaban tantas melodías de móvil sonando a las vez en aquellas maletas de huéspedes de hotel. Quienes llamaban a los teléfonos eran los dueños de dichos aparatos, o sus familiares, para tratar de buscarles el rastro o de saber si alguien se los había encontrado por la calle, sin saber que así, con los telefonazos, estaban dando la alerta contra una banda especializada en estos menesteres.
La Policía Nacional detuvo el primer fin de semana de los Sanfermines en un hotel de la Ciudad del Transporte en Imárcoain a cuatro personas, dos hombres y dos mujeres, de origen cubano, que se habían puesto las botas de sustraer teléfonos móviles durante las fiestas y los guardaban en el equipaje que tenían en dicho alojamiento, muy alejado del punto neurálgico de la ciudad y donde podían pasar más desapercibidos. La juez de Instrucción número 2 de Pamplona envió de hecho a tres de ellos, un hombre y dos mujeres, a prisión provisional hasta la conclusión de los Sanfermines, cuando fueron puestos en libertad a la espera de juicio. Se les atribuía un delito de hurto organizado. De este modo, con su encarcelamiento provisional, se evitó que volvieran a reiterar su comportamiento delictivo y se les sacó de la circulación, en el argot policial.
MÓVILES SONANDO EN LAS MALETAS DEL HOTEL
En la actuación que se llevó a cabo para arrestar a estas personas destaca la colaboración fundamental que recibió la Policía del responsable del hotel, que alarmado por la cantidad de teléfonos que sonaban distintos en los bolsos de la misma habitación, terminó por dar cuenta a los agentes de una situación tan anómala. En el auto judicial que les envió en su momento a prisión se relata que existen indicios suficientes para creer que las cuatro personas viajan por la geografía española coincidiendo los lugares en que se encuentran con festividades o acontecimientos en los que se producen aglomeraciones de personas, como los Sanfermines. Y valoró que les constan detenciones a todos ellos en lugares muy diferentes del Estado a su lugar de residencia, puesto que por ejemplo una de las mujeres había sido arrestada en Catalunya, la CAV, Madrid y Navarra y los otros dos integrantes ya había sido detenidos previamente por la Policía Foral.
De esta forma, los investigados poseían una maleta, una bolsa de plástico y una mochila que se entregó a la Policía por parte de los responsables del establecimiento. Se encontraban en una habitación que había reservado una de las mujeres para tres personas que llegaron al lugar el mismo 6 de julio, día del Chupinazo.
En las actuaciones judiciales llevadas a cabo se refleja que el motivo de la entrega de dicho equipaje a la Policía es "porque suenan desde su interior sonidos como de móviles y es que, efectivamente en dicha maleta se localizan 25 teléfonos móviles envueltos en papel de aluminio (lo que es frecuente por quienes llevan a cabo estas actividades para bloquear la cobertura del terminal). Toda vez que dicho envoltorio, señalaba la jueza, actúa como una suerte de Jaula de Faraday, que bloquea las ondas electromagnéticas, impidiendo que el mismo sea geolocalizado, bloqueando asimismo la recepción de llamadas o mensajes. De todas formas, en este caso, el citado efecto jaula tenía sus agujeros y los móviles sonaban dentro de las maletas una vez que la mayoría de sus propietarios había denunciado su hurto.
Por tal motivo, la jueza consideró que sobre estas personas "concurren indicios de que de forma organizada y coordinada acuden a los lugares ya señalados y uno de ellos se hace con el terminal telefónico hurtándolo del interior de bolsillos o de bolsos. A continuación se lo pasa rápidamente a otro integrante del grupo, que es el que saca el terminal de la aglomeración para que, en el caso de ser sorprendidos por la víctimas, mostrar que no portan los efectos sustraídos".
Así, el auto judicial va desenmarañando la manera de actuar del grupo organizado. "Cuando el terminal sustraído llega a manos de la tercera o de la cuarta persona, esta lo paga y/o lo pone en modo avión para evitar la geolocalización y en caso de no poder realizar estas maniobras los terminales son envueltos en papel de aluminio para que dicha señala se debilite y no proporcione ubicación o no suene en caso de que se telefonee a dicho aparato. Una vez que el grupo se hace con cierta cantidad de terminales, estos son llevados hasta un hotel o lugar seguro como un vehículo, donde se les extrae la tarjeta SIM".
Posteriormente, los teléfonos son conectados a ordenadores donde son sometidos a diferentes procesos informáticos para su desbloqueo y posterior introducción en el mercado como terminales totalmente funcionales, recordaba la resolución que envió a prisión a estas tres personas.