Todas las personas quisieran cambiar en lo suyo; pero lo difícil es que la gente modifique sus hábitos en asuntos colectivos. Es muy complicado. Para eso están la educación, la cultura, las leyes, las campañas de conciencia social... Y la televisión pública (la privada se afana en estropear las cosas). La misión de ETB es impulsar la paulatina transformación hacia una sociedad más democrática, innovadora, justa… y sostenible.

El programa El cambio, de ETB2, dentro de los objetivos de #EKIN_klima, promueve una actitud positiva, incluso heroica, frente al cambio climático. Bien está que en su segunda temporada haya enmendado el disparate paleto de poner como conductora a una periodista foránea, Angels Barceló, teniendo tanto donde escoger en casa. La sustituye con honores Eider Hurtado y por lo demás mantiene el esquema de combinar la información con la opinión de expertos, historias reales de sostenibilidad y una mesa de debate, porque las soluciones son diversas. El lema es hacer cambiar. Superar una vieja mentalidad cuesta generaciones.

Pero hay otro problema: ¿cómo neutralizar los mensajes que impugnan el cambio climático? Conservadores como Ayuso, fascistas como Abascal y algún científico loco niegan que el ser humano sea el causante del colapso medioambiental. ¿Puede más la virtuosa pedagogía de El cambio que la fuerza bruta de la ignorancia? A lo que, por fortuna, ya han renunciado la ciencia y los gobiernos es al discurso apocalíptico, por contraproducente. Con sangre no entra la letra ni el compromiso por el cambio climático. Otro adversario es el ecologismo impostado. Sandra Barneda, en el reality Pesadilla en el Paraíso, proclamó que los barquitos de papel que los concursantes echaban a una acequia eran biodegradables. ¡Aleluya, Telecinco salva el planeta!