Igor Paskual siempre quiso ser rockero, lo consiguió y hoy es uno de los más reconocidos. Nada se interpuso en su camino, ni siquiera las dificultades de girar con una banda ‘underground’. Después de coquetear con el glam con Babylon Chat, actualmente vive dos universos musicales paralelos, el que comparte con Loquillo, de quien ejerce de mano derecha, y su carrera en solitario, que, dice, le ayuda a poner los pies en tierra y a no levitar. Genio y figura para este guitarrista, cantante y compositor de muchos temas de éxito nacido en donostia.

Suspende la mirada cuando se le pregunta si se siente más donostiarra que asturiano, porque en Donostia nació pero en Avilés se crió, así que al final se sale por la tangente y dice con una sonrisa suave: “Me siento del Norte, de allí donde estén el mar y la montaña”. De su ciudad de nacimiento le quedan ciertas pasiones, por ejemplo la del fútbol. Es de la Real. Su vida en Asturias se nota cuando habla y se refiere a sus tres hijos como los guajes. Es un hombre que seduce por su nivel cultural, por su forma de expresarse, por la pasión con la que habla de su trabajo y por su forma de observar la realidad que tiene delante. Se ríe cuando se le habla de los tópicos que recaen sobre el estilo musical que interpreta: “¿Sexo, drogas y rock and roll? Sí, lo fue en su momento”, reconoce.

¿Desde cuándo la música forma parte de su universo?

Desde hace veintitantos años, y ahora tengo 44, pero creo que mi interés por ella nació conmigo. Desde los once años recuerdo lo bien que me sentía con la música.

Era usted muy precoz: compuso su primera canción con doce años.

Componer es una palabra muy grande y fuerte. Con doce años empecé a juguetear con las melodías, con las palabras. En cuanto agarré la guitarra, incluso sin saber tocar, intentaba sacar sonidos para hacer canciones.

¿Por qué la guitarra?

Mi madre tenía una guitarra encima del armario. Creo que era de su hermano, de mi tío. A mí nunca me había dado por bajarla, pero un día, en casa de un amigo, pusieron Money de Pink Floyd, y el mundo, que entonces era en blanco y negro, con esta canción se hizo de color, así que cuando llegué a casa bajé la guitarra. Y he llegado con la música hasta aquí, hasta ahora. Me animaba mucho que mi madre dijera: Qué bueno eras hasta que bajaste aquella guitarra. Pero lo decía encantada.

¿Y eso? ¿Le pervirtió tocar la guitarra? ¿Se convirtió en un chico malo?

Ja, ja, ja? ¿Pervertirme? No creo que llegara a tanto. Me convertí en un malo bueno?

Entra en contradicción.

Es que era un desastre, pero te estoy hablando de los 80. Había un azote de heroína muy bestia en aquella década. Yo vivía en Avilés y en esa ciudad la droga había pegado muy fuerte. Mi madre estaba muy tranquila, me veía tocando la guitarra tantas horas y pensaba: Por lo menos, mientras está tocando, no se está drogando. Ella veía que yo tenía un interés y creía que la gente caía en las garras de la droga porque no tenía intereses. Ella no pensaba en la cantidad de droga gratis que me iban a regalar después.

Sexo, droga y rock and roll. ¿Es verdad? ¿Hemos llenado nuestras mentes de este tipo de tópicos?

¿Verdad? Sí, lo fue en su momento, porque en los años en los que aquí no había mucha información cuando llegaron las primeras estrellas del rock, todo el mundo abrazó el placer con intensidad. Es una obviedad, un tópico, pero era verdad. Existía, se dio?

¿Se dio? ¿En pasado?

Ahora, las gentes de los grupos que triunfan tienen una cabeza mucho más empresarial. Se aprende de los errores del pasado y cualquier gabinete de publicidad consume más drogas. En las giras, y no yo precisamente, somos como atletas.

Volviendo a lo de antes. ¿Le regalaban droga?

Sí. Tuve la suerte de que toda la adolescencia la pasé en casa leyendo y tocando la guitarra. Descubrí ese tipo de placeres, placeres entre comillas, siendo mayor. La droga es una moneda de cambio, nada es gratis. Cuando te regalan algo es porque se quiere algo a cambio.

¿Por ejemplo?

La cercanía con un ídolo, un favor en un concierto, que les presentes a algún cantante famoso? Lo que te digo, nada es gratis, todo es interesado.

Estudió usted Historia del Arte.

Lo que yo pretendía era hacer Musicología, pero a mitad de la carrera tuve tan buenos profesores de arte que me sedujeron, me volvieron loquísimo, y me dije: Arte. Con el arte he aprendido mucho para el rock. Si solo sabes una cosa es como si no sabes nada.

¿Donostiarra o asturiano?

¡Qué cabrona! Eso es ponerme en un compromiso. Por equipo de fútbol sigo siendo donostiarra, porque soy de la Real, pero me considero del Norte en general.

¿No le parece que es salirse por la tangente?

Ja, ja, ja? No me siento asturiano, tampoco vasco del todo, porque no viví aquí lo suficiente. Me siento de la franja norte, de donde hay mar y montaña.

Formaba parte de un grupo, Babylon Chat, y cayó en brazos de Loquillo después de que su formación fuera telonera de Loquillo y los Trogloditas.

Fue después de mucho tiempo en la brega, porque llevábamos ocho años en el underground y era muy duro. Está muy mitificado lo del underground y es muy bonito hablar de ello en los bares, pero girar con una banda underground y mantenerla unida es durísimo. El Loco nos conocía, estábamos ya en los 90, y éramos de los pocos que hacíamos rock en castellano. Nos contrató de teloneros y yo me dediqué a hacer lo que hacía siempre, a insultar al público.

¿Insultar? ¿Por qué?

Porque me parecía una cosa divertidísima, pero el público del Loco, que no manejaba los mismos códigos que yo, no lo entendió como una provocación digna del rock. Salimos a bofetones. Al Loco le hizo mucha gracia y nos llevó de teloneros durante toda su gira. Me has preguntado por qué insultaba al público. No era mi intención, lo que quería era sacarle de una situación de letargo.

Siempre hemos pensado que los amantes del rock no están aletargados en un concierto, sino todo lo contrario.

En los 90 hubo una vuelta atrás, todo se volvió mucho más conservador; de repente, todo era mucho más acomodaticio y a la música le faltaba un poco de chispa. Yo, que era absolutamente mitómano y flipaba con esos grupos que provocaban un poco al público, los copiaba y los que iban a los conciertos entraban al trapo cuando lo hacía con mi grupo. Pero, y lo decía antes, todo es una cuestión de códigos. Es como el arte contemporáneo: si no sabes leerlo te parece que te están insultando.

¿Cómo van sus relaciones con Loquillo?

Sigo estando con él y arrancamos gira ahora. Yo llevo toda mi trayectoria combinando su carrera, que también es la mía, con la mía en solitario.

¿No hay una batalla de egos entre Loquillo e Igor Paskual?

La hay. Es una batalla total y una gran lucha de egos.

Pero él le puede, aunque sea por tamaño?

Ja, ja, ja? Es verdad. Me puede por su tamaño y por su trayectoria, y él se encarga constantemente de recordármelo.

¿Arrogante?

¿El Loco? Sí, sí, aunque tenemos una forma de entender el rock parecida, y es en ese punto donde nos encontramos. Él va sobrado de egos, pero es algo que sabe todo el mundo.

¿Y usted?

Tampoco me quedo atrás, y de ahí acaba siempre saliendo algo chulo. Esas luchas son agotadoras, pero dan lugar a canciones, a conciertos? ¿Lucha de egos? Por supuesto, no lo vamos a negar.

También dicen que es usted un coleccionista un poco raro.

Es verdad, sí. Coleccionó tarjetas de hotel, que me parecen muy bonitas, y tampoco al hotel le haces un roto llevándote la tarjeta llave. Son fáciles de acumular en casa y hacen que te acuerdes de momentos especiales, de una gira, de un concierto... También colecciono conchas de mar. La mar me vuelve loco. Si algo me define son pequeñas rarezas y el haber sido, y lo sigo siendo, muy mitómano.

¿No le condiciona?

Sí, me ha limitado mucho lo de ser tan mitómano. Por una parte, tener ídolos te daba un agarre, te permitía aprender de ellos; pero por otro también te condicionaba mucho en tu desarrollo personal, porque te atabas a acciones de gente que podía estar perfectamente equivocada, y de hecho lo estaba. Con los años me he ido liberando de tanta mitomanía.

¿Cuando los músicos escuchan música lo hacen de forma diferente a la del resto de los mortales?

Sí. No sé pintar y no quiero aprender, no quiero saber los trucos; y me gusta el cine, pero no quiero saber cómo se hace, prefiero ser ignorante. Es cierto que escucho mucha música que no lo haría como aficionado, y lo hago para saber cómo han hecho un arreglo, cómo han solucionado un cambio de tono, en qué frecuencia ponen en tono de voz...

¿No es capaz de escucharla solo como fan?

Sí, algunas veces sí, pero tengo un oído completamente analítico. De hecho, cuando voy a un concierto voy a una sala y estoy pensando hasta cuánta gente hay; si han recorrido muchos kilómetros; si van a sacar para el hotel? Voy a un concierto y pienso: Están cansados y hoy no cubren gastos. Es horrible.

Además escribe libros. Hablemos de El arte de mentir.

Me gusta escribir. Todo es una mentira, pero es una mentira maravillosa. El arte es una mentira, afortunadamente. No podríamos vivir con la sinceridad completa. Si todos fuéramos sinceros, este mundo, en mi opinión, sería insufrible.

Hay quien a la hipocresía le llama diplomacia y a la diplomacia hipocresía.

Como hay gente que a la valentía le llama temeridad o a la prudencia cobardía. Yo creo que los dos únicos lugares donde no puede haber una mentira son la ciencia y el periodismo.

No sé en la ciencia, pero ¿cree que en el periodismo todo es verdad?

Dímelo tú. Yo pienso que el periodismo debe ser verdad.

Pone usted el listón muy alto.

Sí, claro que lo pongo. Mi trabajo es engañar, el tuyo contar la verdad. Mi trabajo consiste en que cuando tú vayas a un sitio a verme tocar, tu vida parezca mejor que lo que es realidad, sientas una especie de hechizo, de encantamiento.

¿Quién le inspira las letras? ¿Tiene musos y musas rondándole mientras crea?

Me inspira el mundo, porque el mundo me resulta muy interesante. Hay gente que se aburre, pero yo no me aburro nunca. La gente es fascinante, lo que sucede entre las personas me sigue pareciendo glorioso. No tengo musas ni musos concretos, pero la observación del ser humano es una maravilla.

¿Un optimista?

Sí que lo soy. Quizá vitalista.

¿Quién le pone los pies en la tierra?

Mis tres hijos, ¿qué te parece? No me queda más remedio que tener los pies en la tierra. También lo hace mi carrera en solitario, que es una carrera modesta.

Pero luego llegan sus conciertos con Loquillo.

Exacto. Con él toco ante audiencias de 15.000 personas, hago giras larguísimas, me voy a Sudamérica y estoy en una burbuja muy peligrosa. Pero estar solo en una sala y saber si soy capaz de llenarla me pone y me coloca directamente con los pies en el suelo. Me baja de las nubes. Cargar y descargar yo mismo lo que necesito para el concierto es estar en la tierra, no en el limbo. Todo lo que hago solo me pone en el lugar del músico; lo que hago con Loquillo es una excepción.

¿Ha podido hacer dinero con la música?

He podido vivir de ello. Hacer dinero no, hay poca gente que pueda hacer dinero con la música. Para mí es un lujo llevar veinte años viviendo de lo que me gusta, y también ayudan los artículos que escribo para periódicos. Las carreras personales en solitario como la mía requieren mucha inversión. Grabar mis discos cuesta mucho dinero, entre otras cosas porque a estas alturas lo quieres hacer todo muy bien.

¿Hay conciliación familiar en el mundo de la música? ¿Le resulta fácil combinar ir de un lugar a otro con la vida en pareja?

En mi caso, sí. Mi mujer también viaja mucho, no tengo una pareja que me está esperando en casa. Eso sería horrible, sería como estar con alguien que siempre da y siempre cede. Tenemos una relación de igual a igual. Nos ha enriquecido mucho, y el hecho de que ella viaje y yo también nos ha permitido tener muchas experiencias fuera de la pareja, para nutrirla. Sé por amigos que no es lo común, pero en el mío es una relación maravillosa.

¿Cuántos años llevan juntos?

Veintipico. De hecho, ella me conoció antes que tocara con Loquillo. Me conoció cuando yo estaba terminando la carrera, cuando mi grupo no iba bien y yo estaba dudando sobre qué hacer. Cuando no triunfa el músico, por mucho ego que tenga, le entran las dudas.

¿Estuvo dispuesto a tirar la toalla?

Yo pensaba: No triunfo, igual soy malo, igual no valgo para esto. Había puesto todos mis números en la música, y ella me dijo: No, no lo dejes. Sigue componiendo, eres muy bueno. Y un año después apareció Loquillo.

Eso es amor.

Sí, sí que lo es. Ella puso toda su confianza en mí y me devolvió la confianza en lo que estaba haciendo.

¿Se dedican a lo mismo?

Ella es musicóloga y se dedica a cuestiones de género.

¿Con qué intenciones hizo Historia del Arte?

Me gustaba muchísimo el mundo del arte. No tenía intenciones de ser profesor, yo quería ser rockero de profesión, pero no encontraba ninguna otra carrera que me sedujera tanto. Me sirve incluso cuando quiero grabar un disco, para explicar lo que quiero de los técnicos o de mis músicos. Cuando voy a grabar un disco utilizo más términos arquitectónicos que musicales.

¿En qué se fija cuando ve un cuadro?

Hay economía, proporciones, poesía, literatura, historia? El arte recoge muchas más disciplinas de las que parece. Si no conoces el contexto de un cuadro, no te enteras de lo que es en sí. Tienes que saber cómo era la sociedad del momento en el que ese cuadro se pintó. El arte me permite saber mucho, pero combinándolo con algo que es muy placentero, la belleza. Pero ya digo que solo quería una cosa, ser rockero.

¿Alguno de sus hijos tienen alma rockera?

Aún son muy pequeños, pero los tres tienen un espíritu, no sé si para bien o para mal, intensamente artístico. Uno es más de escribir, cantar y dibujar; otro es mucho más rockero y ya se pone con la guitarra, a su manera, y no quiere que esté yo encima; y el tercero todavía es muy pequeño, solo tiene cinco años. Les encanta el arte de mentir, disfrutan mucho leyendo y cuando se les cuenta cuentos. Veremos cuando sean adolescentes, igual quieren matar a su padre y dirán: Eres un pesado, déjame en paz.

¿Dónde está su casa?

Me gusta la pregunta. Mi casa está en los olores y en los sabores, en la luz, en los afectos. La gente, cuando se entera de a qué me dedico, piensa que vivo en Madrid o en Barcelona, pero nunca he querido dar ese paso.

¿Por alguna razón especial?

Sí. Porque me iba a sentar mal creativa y humanamente. Hay ciertos sabores, olores y acentos que me hacen sentir en el hogar. Es múltiple y reconocible, mi casa se llama mar y se llama montaña.

Una de sus grandes aficiones es el fútbol.

Es verdad, y es lo que me une a mi parte donostiarra. Escribo en As y comento partidos del Sporting de Gijón.

Supongo que espera que la Real Sociedad gane la Copa.

Ja, ja, ja? Vamos a ver qué hace, pero mi padre es del Athletic.

¿Cómo explicaría usted esa loca pasión por ver a 22 personas corriendo y peleándose por un balón?

Todo depende del cristal con el que mires el fútbol. Cuando estás viendo un partido puedes ver muchas cosas. Puedes ver teatro, puedes ver una guerra simbólica, juegos de poderes? Pero como en todo. A mí me gusta observar y el fútbol te lo permite. Me pasa lo mismo en la calle: me puedo quedar totalmente fascinado en un parque.

PERSONAL

Edad: 44 años (13 de diciembre de 1997).

Lugar de nacimiento: Donostia, pero de niño se fue con su familia a Asturias y pasó su adolescencia en el Avilés de los 80.

Formación: Es autodidacta en el mundo musical. Al terminar COU decidió estudiar Historia y especializarse en Musicología, pero a partir de segundo de carrera se centró en la licenciatura de Historia del Arte.

Familia: Tiene pareja y tres hijos con edades entre los 10 y los cinco años.

Trayectoria: Empezó a componer a los 12 años. A esa edad bajó una guitarra de encima de un armario (era de su tío), la desempolvó, y desde entonces ha sido el instrumento que le ha acompañado en su vida profesional.

Grupos: En su juventud perteneció a distintas bandas como Diana y los Rockatones, Stormy Mondays, Cannonballs o Los Débiles. Hace 25 años, en 1994, creó su propia formación, Babylon Chat. Hace casi veinte, en 2001, Loquillo contrató al grupo que lideraba Igor Paskual como telonero para la gira que tenía entre manos y la suerte del músico donostiarra cambió para siempre: se convirtió en el guitarrista y compositor de canciones para el Loco. Dos décadas después mantienen su relación profesional, aunque Paskual continúa adelante con su carrera en solitario de forma paralela.