Se siente bien como actor, pero dice que su primera opción fue ser periodista. De haber ido por ese camino, se veía de reportero contando historias y viajando. Esa espina, si es que la tiene, se la ha sacado con diversos programas de radio, especialmente ‘La Calle 42’ que Basado en el teatro musical estuvo en emisión en rne durante quince años consecutivos todos los fines de semana. En estos momentos recorre la geografía española con ‘Viejo amigo Cicerón’.

Josep María Pou ha sido galardonado con el premio Ercilla de Teatro por su espectáculo Viejo amigo Cicerón, que representó el año pasado en Santurtzi. El actor catalán lleva más de 50 años subido a los escenarios. Ahora reconoce que “uno llega a la figura de Cicerón después de haber pasado hace cuatro años por la de Sócrates. Estoy entrenado en estos personajes, que de alguna manera son históricos, pero que el teatro los hace muy actuales”. Hablamos con un actor que hace ya mucho tiempo tiene sobre sí una cierta aura de leyenda de las tablas.

Por los personajes que hace últimamente, ¿el pasado habla en presente?

Casi siempre. Lo que dejó escrito Cicerón sigue siendo tan vigente que es lo que hace que en este espectáculo, que estrené en Mérida en julio del año pasado y que seguiré haciendo hasta final de este año, al público le parezca que el personaje es totalmente actual y está haciendo comentarios sobre la situación política de España, sobre el estado de la democracia y sobre el valor o la cuestionabilidad de las leyes. El valor del teatro es que vuelve a hacer vivos todos aquellos pensamientos.

¿Le parece que Cicerón se mantuvo, como dicen, coherente en sus principios, fueran cuales fueran las circunstancias y los momentos?

Es verdad, pero en parte. También es cierto que se trata de una figura muy controvertida. Hay historiadores que ven en Cicerón una especie de chaquetero.

Bueno, en ese aspecto podría situarse en el siglo XXI perfectamente.

Y en todos los siglos. Esos historiadores que lo presentan de una forma más crítica creen que fue cambiando de ideología según le convenía, y cómo fue prestando su apoyo a personajes distintos si le venía bien. Hay un hecho fundamental que recoge el espectáculo Viejo amigo Cicerón. Dos de los libros de él que más se venden son un tratado sobre la vejez y un tratado sobre la amistad, dos temas recurrentes en Cicerón más allá de sus ideas políticas.

Y es un viejo amigo de Julio César.

Exacto, ese es el punto donde se centra este espectáculo, concretamente en el asesinato de Julio César. Era íntimo amigo de él desde su juventud, se conocían y estimaban desde que Julio César era un militar y Cicerón un abogado, legislador y maestro de leyes. Pero cuando Cicerón decide meterse en política arrastrado por su amigo y se convierte en senador, se encuentra con que Julio César pretendía cargarse la República romana saltándose todas las leyes.

Y lo hizo, ¿no? Al menos en parte, aunque le costara la vida.

Creó el Imperio romano saltándose todo a la torera y nombrándose él mismo emperador. A pesar de todo eso y de la amistad que le unía desde hacía muchos años, Cicerón se mantuvo firme con el cumplimiento de las leyes por encima de cualquier cosa y fue uno de los instigadores del asesinato de Julio César. En este caso, sí, llevó su honestidad y su ideología hasta el límite.

Hasta el límite de que le costara la vida a él también...

Exacto. Marco Antonio, en venganza, cuando triunfó el Imperio romano le cortó las manos y la cabeza.

¿Se considera usted un amante del teatro clásico?

No, o no especialmente. Lo soy de igual manera del clásico que del moderno. Soy un amante de los grandes textos, de los textos que dicen grandes cosas, que conmueven al público, y no sabes a veces dónde se encuentran ese texto o ese personaje que logran emocionar.

¿Por qué Cicerón?

Porque a Mario Gas, director del espectáculo, a mí, y también a los productores, nos pareció que como ya habíamos reflexionado sobre la democracia en Grecia a partir de la figura de un gran filósofo como era Sócrates, podíamos repetir la experiencia yéndonos a la antigua Roma. En vez de elegir un filósofo nos centramos en un legislador, Cicerón, aunque reconozco que por las figuras de estos dos personajes son espectáculos que suenan a clásico y a antiguo.

¿Y no lo son?

Son muy, muy, contemporáneos. Si los hemos hecho es porque estamos hablando de nosotros aquí y ahora. El texto de este Viejo amigo Cicerón no es ningún texto clásico, como tampoco lo era Sócrates, que era un texto original de Mario Gas. Cicerón es una obra de nuevo cuño escrita por un autor excelente como es Ernesto Caballero. El hecho de que transcurra en el mundo clásico no significa que esté haciendo yo un espectáculo especialmente clásico.

Últimamente le vemos solo en teatro...

Bueno, es que se habla más de mí cuando hago teatro, pero me siento muy feliz haciendo cine y televisión. Recuerda lo contento que estaba en la serie Policías y con qué pasión hablaba de ese trabajo. Recuerdo también que he estado en El reino de Sorogoyen y en El árbol de la sangre, de Julio Medem. Esto en cuanto a cine, y no ha sido hace tanto tiempo. En 2018 estuve también en La catedral del Mar. Soy feliz delante de una cámara y podría hacer más cine del que estoy haciendo, pero es cierto que tengo poco tiempo porque estoy trabajando continuamente en el teatro.

¿Es una especie de esclavo del teatro?

Sí, pero por voluntad propia. Si estás con una obra no puedes viajar tanto como requieren los rodajes de cine o de televisión. Es cierto que me cuesta mucho dejar el teatro para irme a hacer una película, porque el teatro para mí es sagrado y la razón fundamental de mi carrera, de mi vida. Gustándome mucho lo demás, es el medio en el que me siento absolutamente responsable de mi trabajo y donde tengo un contacto más directo con el público. Ahí me parece que estoy mucho más vivo y que mi trabajo tiene mucho más sentido, y noto cada día cómo lo recibe el público y cómo reacciona.

Es que en el cine y en la televisión las reacciones se ven a través de la taquilla o de las audiencias...

Y reconocerás conmigo que eso no es lo mismo. El cine y la televisión son algo que se hace y luego te vas a tu casa. Lo que has hecho se estrena al cabo de un año y pico y no hay casi ningún contacto con el público. En cambio, el teatro es el único de los medios en los que el actor se puede sentir absolutamente responsable de lo que hace, y perdón que me repita. En el teatro no hay montadores que cambian un plano por otro, directores que deciden si una secuencia va o no va: se abre el telón y ya no hay nada que cambiar, la relación con el público es directa y el que manda eres tú.

Pero tiene que dar más vértigo esa responsabilidad total.

Y más placer también. En la vida todo es un vértigo. En el teatro tú te haces tus planos largos, los planos medios, tus travellings; sabes que todo, todo lo que estás haciendo, llega directamente al público en un momento preciso, no año y medio después. En el cine y en la televisión el trabajo depende de muchos intermediarios.

¿En qué momento decidió que el teatro era su vida?

No lo sé. He reflexionado muchas veces sobre por qué estoy en este punto, y ya son muchos años. En 2018 cumplí mis cincuenta años de actor. Pienso en la pregunta y no sé qué contestar, porque hasta para mí es un misterio hablar de teatro o de cine. Nunca tuve una especial vocación de actor.

Pues lo ha disimulado muy bien. ¿Cuál era su vocación? ¿Tenía alguna?

Ja, ja, ja? Lo disimulo bien y me ha ido muy bien. A los 17 o 18 años, ese momento en el que tienes que empezar a vislumbrar qué quieres ser de mayor, soñaba con ser periodista. Esa era mi primera y auténtica vocación, ser periodista. Mi oficio es ser actor; mi vocación era ser periodista.

¿Le gustaba escribir?

Sí. No digo que no me atrajera la prensa, pero sobre todo quería ser periodista en aquello que ya vislumbraba que era el futuro: la televisión. Me hubiera encantado ser reportero y viajar por el mundo. Con 18 años empecé a colaborar en la radio, y sí, mi intención era el Periodismo.

¿Qué se torció para que su vocación se diluyera y usted se haya convertido en uno de los actores más reconocidos?

Que me metí en la Escuela de Arte Dramático, pero no pensaba en ser actor.

Pues es el lugar donde van los que sueñan con la interpretación.

Pero yo no. Pensaba que las enseñanzas de la Escuela de Arte Dramático en vocalización, técnicas de la voz y oratoria me servirían para ser un buen periodista en la televisión y en radio, pero una vez dentro de esa escuela me arrastró el teatro. El primer contrato de mi vida surgió para trabajar en el teatro; si hubiera surgido para la radio, seguramente tú y yo no estaríamos ahora hablando. No lo decidí yo.

¿El destino?

Tal vez. Quizá eso que llamamos circunstancias no sea más que el destino que nos llama y nos atrapa.

Pero la radio siempre ha estado en su vida.

Fue mi primera vocación, mi primer amor, y el teatro fue?

¿La amante que el destino le puso por medio?

Ja, ja, ja? Posiblemente. Una amante muy especial que me ha traído hasta este lugar. Siempre que he podido he combinado mi oficio de actor con mi vocación de radio.

Y nos hizo soñar con los musicales que entonces no estaban muy de moda en España.

Estuve haciendo un programa, La calle 42, sobre teatro musical, durante quince años consecutivos todos los fines de semana, sábados y domingos, con gran repercusión. Después he colaborado con muchos programas de radio en la Ser con Angels Barceló, y sigo haciéndolo ahora en Cataluña. Además tengo una columna en prensa todos los sábados en El Periódico desde hace doce años, así que, lateralmente, con mi trabajo de actor sigo alimentando esa vocación de periodista que fue mi primera opción, aunque ganase el oficio de actor. Pero estoy en la fase final.

¿Fase final? ¿Qué quiere decir?

Que después de 50 años de teatro y con una edad como la que tengo, 75 años, hay que pensar en echar el freno.

¿Se va a jubilar?

Tengo que pensar en ir retirándome poco a poco.

Pues yo no le veo jubilado...

Ja, ja, ja? Jubilado viene de júbilo, es alegría y es pasárselo bien. Tengo muchas ganas de pasarlo bien, porque llevo muchos años trabajando. He tenido una carrera fantástica, tengo una carrera fantástica y estoy satisfecho, pero empezando a pensar en la necesidad de descansar un poco. Empecé Cicerón en julio en Mérida y desde entonces he estado de gira por media España sin parar prácticamente.

Le acaban de dar el premio Ercilla de teatro.

Tengo otros dos que me dieron por El rey Lear y por La cabra. Este es un premio muy respetado en la profesión, que tiene muchísimo prestigio para nosotros. A los actores nos gusta tanto o más que otros premios de más alcance. Esta vez me ha sorprendido que me lo concedan, pensaba que solo era para las actuaciones en Bilbao, y no. Esta obra no se ha representado aún allí, aunque lo haré próximamente en el Arriaga, pero ha estado en San Sebastián y en Vitoria, y en Bizkaia la hice en Santurtzi, en el Serantes. Voy bastante al festival de teatro que tienen, un festival con mucha solera.

También le han dado a ese festival un premio Ercilla, y además ha cumplido 40 años.

Para los profesionales es un buen recurrente ir al festival de teatro de Santurtzi, porque cuando tienes un buen espectáculo es una de las mejores opciones para mostrar nuestro trabajo.

PERSONAL

Edad: 75 años.

Lugar de nacimiento: Mollet del Vallés (Barcelona).

Formación: Estudió en la Universidad Laboral de Tarragona. En 1967 se matriculó es la Escuela de Arte Dramático de Madrid. Aunque su vocación primera era el Periodismo, el teatro le atrapó.

Trayectoria: Debutó en 1968 con la obra dirigida por Adolfo Marsillach Marat Sade. Dos años más tarde pasó a ser parte de la compañía del María Guerrero de la mano de José Luis Alonso Santos. Su primera obra fue Romance de lobos de Valle-Inclán. A lo largo de su extensa carrera ha trabajado asiduamente en todos los medios: cine, radio, teatro y televisión. Acumula numerosos premios.