Bajar la cabeza - Sonreí con amargura ayer al ver a Marine Le Pen diciendo exactamente lo mismo que las izquierdas verdaderas de España y, ¡ay!, Euskal Herria. A saber, que es una indecencia enviar armas a Ucrania y que hay que "agotar las vías diplomáticas". Son, una vez más, los extremos no ya tocándose sino magreándose. Claro que tampoco voy a hacer como que me sorprendo. Los guardianes de la moral retroprogre ya llevaban un par de días haciendo la ola a un generalote de brigada retirado que había pontificado en el programa nocturno de RTVE que, puesto que el ejército ruso les iba a dar para el pelo, lo cabal era que los ucranianos se rindieran. De ese modo, evitarían daños mayores, aunque fuera a costa de aceptar ser para los restos siervos de sus agresores. "Hay que escuchar a los que saben", vomitaron los tontos de a bordo habituales. Puñetera casualidad, los mismos que presumen de sus abuelos que le plantaron cara a Franco o que se derriten ante el heroísmo de las Brigadas internacionales, del maquis o, hace unos días, coincidiendo con el último aniversario, de los mártires del 3 de marzo en Gasteiz.

Nada que hacer - De acuerdo con este nuevo teorema entreguista, lo sensato en todos los casos anteriores habría sido ponerse de rodillas y no hacer frente a una maquinaria represiva imposible de vencer. Supongo que, siendo fríos y brutalemente racionales, el argumento resulta indiscutible. Volviendo al caso que nos ocupa, si solo usamos la materia gris, no es difícil concluir que, incluso con toda la ayuda armada que se procure al pueblo ucraniano, tarde o temprano se impondrá la indiscutible superioridad militar de los invasores. Si ya sabemos que eso va a ser así, parece que lo más juicioso es rendirse ya mismo. De hecho, los agredidos deberían haber levantado los brazos desde el mismo instante en que el primer blindado ruso pisó su territorio.

Sumisión - El mensaje es terrorífico: si quien pretende someterte es más fuerte que tú, no debes resistirte. Desde mi fatalismo congénito, soy capaz de entenderlo. Otra cosa es que se me lleven los demonios al comprobar que los instigadores de la sumisión son los que nos cantan las mañanas con la rebelión frente al opresor. Tampoco me extraño, cuando Bella, Ciao se ha convertido en chuntachunta pachanguero.

Fe de erratas - La fotografía del pasado jueves que ilustraba esta página mostraba mujeres y niños huyendo del avance de las tropas franquistas en Gipuzkoa y no del bombardeo de Gernika, como se indicaba en el pie.