Me ha atendido alguna vez mi médico por teléfono y antes de él mi médica y en varias ocasiones las enfermeras para alguna consulta, recetas, etc. Y, en general, creo que todas las veces que fue así no era en absoluto necesario ir presencialmente al centro de salud, así que estoy de acuerdo con lo que en esa línea comentaba en una entrevista María Chivite: antes no existía la consulta telefónica y ahora sí. Y tendremos que adaptarnos al modelo. Para la presidenta del Gobierno de Navarra, esto no es perder calidad en la atención y si los ciudadanos lo perciben así “tendremos que saber explicarlo”. Bueno, lo que es obvio es que determinadas consultas es mejor pasarlas en el centro de salud y que determinados pacientes necesitan ese contacto médico-paciente y que las personas que no vean satisfecha esa necesidad sí van a verlo como pérdida de calidad. Además, si el modelo de atención telefónica pasa por llamadas de minutos y minutos con un contestador y muchas dificultades para no perder los nervios y no lanzar el teléfono por la ventana, la totalidad de los ciudadanos lo vamos a percibir como un gran paso atrás, por lo que se antoja necesario que se dote a la atención primaria de las herramientas necesarias tanto en personal como en materiales para hacer de este nuevo modelo híbrido algo que no se convierta en, efectivamente, un claro empeoramiento de la atención, una vez pasado, parece, lo peor de la pandemia que nos acompaña desde hace dos años y medio. Del mismo modo que se hace un uso exagerado de las Urgencias se hace de la atención primaria y eso es algo que los pacientes tenemos que reconocer y asumir, pero no es menos cierto que sería imperdonable fiar solo o casi exclusivamente a la atención telemática y telefónica lo que muchas y muchos necesitan solventar en persona, puesto que el componente emocional y psicológico de una visita al médico es indudable.