Qué buenas son las buenas noticias. Buenas, inusuales, excepcionales. Algunos medios han llegado a planificar secciones con este contenido como exclusivo. Auténtica rareza resulta contabilizar varias noticias positivas, ilusionantes, emocionantes, que nos reconcilien con el ser humano, que se salgan del morbo, la muerte, la desdicha o la miseria. Quizás sea culpa nuestra, de los informadores, no rastrear más en la realidad para conseguir más historias amables, menos chandríos, y colocarlas en lo alto a la hora de realizar la selección.

Entre las noticias que no han desafinado en lo que se lleva de año está la recuperación de la capa de ozono. Puede sonar friki, pero el legado –en el ámbito social, económico, de las relaciones personales, entre países y culturas, también en lo concerniente al clima– que vamos a dejar a los que vengan detrás nuestra es como para preocuparse, dedicarle un rato en nuestra atribulada existencia de ciudadanos del primer mundo. La conclusión de un panel de expertos respaldado por la ONU, dicen las crónicas, presentado en la 103ª reunión anual de la Sociedad Meteorológica Estadounidense, afirma que el agujero en la capa de ozono de la Tierra se cerrará por completo en gran parte del mundo dentro de unas décadas, gracias a las medidas que se han tomado para eliminar gradualmente las sustancias que dañan la capa de ozono. Según otras informaciones, “de mantenerse las políticas climáticas actuales, se espera que la capa de ozono recupere los valores de 1980 aproximadamente hacia 2066 en la Antártida, en 2045 en el Ártico y alrededor de 2040 en el resto del mundo”. Desde el desconocimiento absoluto, pero también desde la preocupación, no dejan de ser datos esperanzadores.

Y aunque hablar de la capa de ozono es algo etéreo y nada palpable – si el Foro de Davos, donde se reúnen los países ricos, está echando un ojo este año para allá arriba es porque hay algo importante en juego–, resulta que el horroroso panorama que estaba pintado con un cambio climático achicharrante con veranos eternos, lluvias torrenciales y minúsculos inviernos fruto del calentamieno global, puede tener solución. Que le costará, pero que quizás siendo buenos chicos –aquí los gobiernos mandan e influyen más que en otras cosas–, no nos cargaremos parte del único sitio que tenemos para vivir. No hay naves espaciales en las que viajar y escapar ni planetas que habitar en los que quepa tanto tonto.