Para quienes gustan del buen fútbol, Pep Guardiola será siempre recordado por su táctica de controlar el balón lo más alejado de tu portería como un arma defensiva eficaz. Tratar de mantener el juego lejos de tu área puede ser una táctica defensiva increíblemente efectiva para evitar agobios en tu portería.

Si esto lo llevamos al tablero geoestratégico, parece adecuado algo similar, es decir, actuar allí donde nace el problema de la inmigración, en lugar de hacerlo reactivamente encerrados en el área de nuestra aldea europea. Y hacerlo eficazmente requiere invertir en educación y en potenciar las economías locales africanas para que la gente no huya en desbandada de su miseria. Ya que nos aprovechamos de sus materias primas, al menos paliemos su precariedad para que no tengan que buscar una salida al problema causado por nosotros, en buena medida, y que nos vuelve como un boomerang.

La OTAN, en cambio, parece que se decanta por amenazar a la inmigración masiva que viene del sur de Europa, agudizada ahora por la hambruna ante la falta del cereal ucraniano y por la influencia rusa en algunos países africanos para desestabilizar en lo posible a Occidente. Prefiere jugar el partido en las puertas de Europa fiándolo todo al encastillamiento desde la amenaza militar en lugar de elegir la opción de atajar el problema de la avalancha inmigratoria en su origen, en el corazón de África, allí donde surge la imperiosa necesidad de emigrar.

La cumbre reunida en Madrid viene con el lema propagandístico de presentarse como la organización responsable de garantizar la paz, las democracias y la ley internacional, pero sin buscar una solución en el origen del problema migratorio, algo esencial si queremos realmente una paz estable. Por no buscar esa justicia tan asociada a la verdadera paz, las actuaciones políticas que actúen en el corazón de la injusticia vital que padecen los africanos brillan por su ausencia. En su defecto, la opción elegida, parece que se resume en que el problema de la inmigración caiga también bajo el paraguas de la OTAN, por tanto circunscrito a la capacidad de reprimir con violencia en cuanto se acerquen a nuestra portería. Al jugarse el partido así, tan cerca de nuestra área europea, es fácil que acaben metiéndonos uno o varios goles, como bien sabe Guardiola y otros grandes estrategas del fútbol ganador.

Es un hecho que, entre las nuevas doctrinas de los países que forman parte de la OTAN, destaca lo que se denomina la “nueva deriva de la seguridad en relación a las migraciones”, como si los grandes desplazamientos humanos se tratasen de un peligro similar a la guerra y que deben ser respondidos por la vía militar. Convertir la inmigración en una alerta de seguridad que debe combatirse en el plano militar tiene serios riesgos humanitarios y compromete el logro de la verdadera paz ya que dicha respuesta militar para desviar los flujos migratorios fuera de los países de la Unión Europea es un arma que no garantiza en absoluto la protección de las cada vez más personas migrantes.

Así las cosas, el derecho a la inmigración que busca una vida digna se convierte en un indicador de inseguridad y además en un delito perseguido militarmente. En el caso de España, el ministro José Manuel Albares ya manifestó su interés por tratar así la cuestión migratoria en esta cumbre OTAN de Madrid cuando asegura que, “tenemos amenazas muy grandes desde nuestro flanco sur y la migración irregular amenaza nuestra soberanía”.

Lo paradójico es que, tras el asalto a la valla de Melilla que ha dejado casi una treintena de muertos y decenas de heridos a las puertas de la Unión Europea, la OTAN no garantiza que vaya a intervenir ante cualquier agresión a Ceuta y Melilla. Lo ha recordado su secretario general, Jens Stoltenberg: “el Tratado de la Alianza Atlántica no cubre a las dos ciudades norteafricanas por lo que se requiere la unanimidad entre todos los Estados de la OTAN para intervenir y repeler una agresión a cualquiera de las dos ciudades”.

Lo dicho, los miembros OTAN –muchos de los cuales son Estados de la UE– prefieren jugar el partido geoestratégico apelotonados bajo su propia portería aún a riesgo de recibir uno o varios goles por toda la escuadra al confundir adrede el derecho a emigrar con el terrorismo. Sin derechos humanos básicos, no hay paz verdadera.