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Decenios y décadas

es una pena, porque fastidia un montón de iniciativas -aunque algunos no se cortan y ya han montado sus concursos y sus listas y sus campeonatos-, pero la década no termina el martes que viene. Termina el decenio, la década termina el 31 de diciembre de 2020, porque empezó el 1 de enero de 2011. Y empezó el 1 de enero de 2011 porque no existió el año 0, sino que comenzamos ya con el 1, así que una década la forman los años del 1 al 10 incluidos. De modo que si se encuentran por la calle a un tipo diciendo ¡Yo nací el año cero, yo nací el año cero!, que sepan que es un fantasma. Nació el 1, que no se ponga años. A mí también me chirría a la vista, claro, para mis esquemas simétricos mentales esto de que 2020 sea la misma década que 2012 me jode, con lo mono que te queda todo en la cabeza si está alineado y con sus mismos numéricos y su progresión y empieza en 0 y acaba en 9, pero no, hay que joderse, no queda otra. Los periodistas esto somos los primeros que nos lo pasamos por los arcos del acueducto de Noáin y en seguida ya hemos lanzado quién es el mejor deportista de la década y la mejor actriz y con qué imagen se quedaría, metiendo en el bolso cosas que pasaron en 2010, que son de la década anterior, y sin esperar a ver qué pasa en 2020. Somos así, la realidad en ocasiones nos resbala bastante, lo cual, siendo periodistas, es un problema gordo, porque se supone que estamos, básicamente, para contar lo que pasa, no como esa reportera de TVE que soltó en directo que le había tocado el Gordo y va y era mentira. Eso fastidia un poco la imagen de la profesión, pero, qué quieren que les diga, la disculpo, es una tontada. Las grandes mentiras y los grandes encubrimientos son otros y suelen tener que ver con el poder y con lo que los medios nos pleguemos o no a él. Ojalá 2020 sea mejor en eso que el anterior. Y así año tras año y decenio tras decenio.