Recuerdo que uno de los superpoderes que me hubiese gustado tener de crío era estar en la mente de las demás personas. Eso se deseaba muy fuerte cuando te gustaba alguna chica y te morías por conocer qué pensaba de ti. Ahora ni cobrando me gustaría saber qué se le pasa por la cabeza a nadie. Bastante tengo con la mía como para andar además arrastrando los cachivaches de los demás, miedos, miserias, secretos, complejos, pensamientos circulares y demás basura galáctica. Ni loco.

Sí, todos tenemos 2 o 3 ideas limpias y lustrosas y tres o cuatro principios majos, pero el resto suelen ser deshechos mentales. Pero he de reconocer que me gustaría saber qué porcentaje de culpa tuvo en la decisión de la alcaldesa Ibarrola el hecho de que en la oposición al parking de la plaza de la Cruz hubiese no pocos vecinos afines a su partido, así como sectores sociales transversales e incluso algún medio de comunicación. Quiero decir: estar en su cabeza un instante y solo para interesarme por ese tema, no quiero saber nada más.

Porque creo que pesó bastante, bastante más que el hecho de la sobresaliente labor vecinal de una asociación como Zabalsanche y otros grupos, que lograron unir bajo su paraguas –así pedían ir a las manifestaciones, para protegerse del sol, ejemplificando qué nos pasaría si cortábamos 40 árboles y no había con qué protegerse– a muy diversas gentes y que los grupos políticos de la oposición, aunque estando presentes, no fueran ni de lejos los protagonistas, que suele ser clave en estos asuntos, que no se politicen. Pese a esa labor, ya digo, incluso por encima de la bronca que quizá se le iba a avecinar unos meses, para mí que fue el rechazo de mucho entorno del propio UPN el que terminó de dar la puntilla a un asunto que no obstante no ha acabado, pues Ibarrola ha anunciado una consulta popular para conocer el sentir ciudadano. Veremos.