Orain dela bostehun urte, aurrean ditugun soro hauek guztiak gorpuez beteta zeuden, lau egun lehenago, ekainaren 30.ean izandako batailan eroritakoak. Han-hemenka, zaldunik gabeko zaldiak ibiltzen ziren, eta lurrean sakabanatzen ziren abandonaturiko armak, izorratutako kanoiak, eta erre izandako gurdiak. Garia jaso gabe eta zapaldurik zegoen, eta lurrean, lokatz gorri lehor baten gainean, Nafarroako banderak botata, gorriak haiek ere. Heriotzaren kiratsa Iruñeraino iritsiko zen.

Ahora mismo hace cinco siglos, aquel 4 de julio de 1521, estos campos que veis aquí delante se encontraban sembrados con los cuerpos de los miles de caídos en la llamada batalla de Noain, 4 días antes, el 30 de junio de 1521. Aquí y allí deambulaban, aún asustados, unos cuantos caballos sin jinete, y por el suelo se veían las armas abandonadas, los cañones inutilizados y los carros incendiados. El trigo había quedado finalmente sin cosechar, y había sido aplastado además por el paso de los ejércitos. Un barro rojo y seco lo cubría todo, y encima, también caídas y abandonadas, yacían abatidas las banderas de Navarra.

La libertad, la ansiada libertad y la independencia habían durado poco más de mes y medio, desde el 9 de mayo en que Asparrots entró en Baja Navarra atravesando el río Adur, hasta aquel nefasto 30 de junio.

Navarra no había permanecido impasible en aquellos días, y el ejército legitimista había sido recibido como libertador. Cada vez que llegaban a un pueblo o ciudad se encontraban con que sus habitantes la habían liberado ya, expulsando a los ocupantes. Y en la capital del reino, en Iruñea, fueron Juan y Miguel de Jaso, los hermanos mayores de San Francisco Javier, quienes abrieron desde dentro las puertas de la ciudad al ejército de Asparrots. Los regidores de la ciudad, alcalde y concejales diríamos hoy, dejaron plasmada aquella alegría, aquel júbilo, al manifestar por escrito que por fin se liberaban "de la servidumbre en que nosotros y toda Navarra habíamos caído". Era el mismo espíritu que otros navarros expresaban a su exiliado rey por carta, poco antes, al decirle: "señor, apareced tan solo, y hasta las piedras se armarán a vuestro servicio".

Hogei egunetan erresuma guztia, iparraldetik hegoaldera eta ekialdetik mendebaldera, birkonkistatua izan zen, okupatzaileak uxatuz. Hiri eta herri guztietako gizon eta emakumeak libre sentitzen ziren berriro, baina askatasunak ez zuen asko iraun, eta ametsa zelai hauetan amaitu zen azkenean.

Y es que, mientras todo aquello ocurría, un ejército enemigo, 3 veces más numeroso, había ya penetrado en Navarra, dirigiéndose rápidamente hacia su capital, y aquí, a las puertas de Pamplona, terminó con la vida de cientos,

tal vez miles de legitimistas, que se desangraron en estos mismos campos, y terminó también con los sueños de muchos más miles de navarros y navarras.

Quinientos años han pasado desde aquel domingo caluroso de junio y, sin embargo, cuando miramos nuestra realidad con ojo crítico, comprobamos que todavía hay quien acude a Getze, a Noain, a este mismo lugar, con la idea de agraviar lo que este monumento significa. Lo hemos podido ver estos últimos días. Ello nos da la verdadera medida de lo mucho que aún queda por hacer para recuperar nuestra verdadera historia, y por eso es también importante recordar que todavía tenemos citas pendientes. La próxima el año que viene, en julio de 2022, cuando se cumplan quinientos años del asedio y toma del simbólico castillo de Amaiur.

Ziur naiz hantxe ikusiko garela hemen gauden guztiak, gaurko ilusio berberarekin. Bitartean, pentsatu beharko dugu bost mende beranduago, Nafarroak, benetako Nafarroak, bizirik irauten duela, etsi gabe.

Cinco siglos después de la batalla de Noain, hay de nuevo navarras y navarros sobre los campos de Getze, pero esta vez son hombres y mujeres libres, y están en pie. Y las banderas que portan no han caído al suelo, sino que ondean más libres y orgullosas que nunca.

Jendea aske zutik, Gora Nafarroa...!