La Delegación del Gobierno español en la Comunidad Autónoma Vasca ha informado a través de las redes sociales de que la Guardia Civil ha hallado el cadáver del guineano Abderman Bas en el río Bidasoa a su paso por Behobia, en Irun.

El hallazgo del joven, junto al bidegorri de Behobia en la trasera del edificio del Cuerpo de Guardia, ha tenido lugar a primera hora de este sábado y la jueza ha procedido a ordenar el levantamiento del cadáver en torno a las 9:30 horas. Los agentes han proseguido la búsqueda de pistas que permitan aclarar el fallecimiento del varón, que apenas llevaba nada encima salvo la camiseta y el pantalón que vestía.

Según ha dado a conocer la Delegación gubernamental, las primeras pesquisas apuntan a que su desaparición sería "reciente", ya que el cadáver se encontraba "en buen estado".

Cotejadas las huellas dactilares, fuentes de la Delegación han informado a la agencia Europa Press que se trata de Abderman Bas, un joven guineano que llegó a Arrecife el pasado 12 de mayo. La autopsia del próximo lunes en Donostia permitirá certificar las causas de su fallecimiento.

El de Bas se trata del quinto fallecimiento que se registra en similares circunstancias en los últimos meses, diez si contamos el último año. El último de ellos, Ibrahim Diallo, en marzo, a los que hay que sumar las muertes de otros tres migrantes arrollados por el tren en Ziburu y el eritreo que en la trasera del polideportivo Azken Portu se quitó la vida.

Representantes institucionales de ambos lados del Bidasoa han reclamado con firmeza en el último año la apertura de un corredor humanitario que París no ha mostrado la más mínima voluntad de atender desde que endureció su presencia policial en las fronteras tras los atentados de Bataclan.

CORREDORES SEGUROS

El director de Inmigración del Gobierno Vasco, Xabier Legarreta, ha expresado este mismo sábado que el "fenómeno migratorio en tránsito nos vuelve a mostrar su cara más dura y dramática. El control selectivo y racista que ejerce la Policía francesa en la frontera de Irun obliga a que estas personas se vean obligadas a utilizar rutas menos seguras para conseguir su objetivo, provocando en algunos casos situaciones dramáticas como la vivida esta mañana. Desde el Gobierno Vasco, una vez mas, exigimos rutas y corredores seguros".

Una petición idéntica a la del delegado del Gobierno español en la CAV, Denis Itxaso, que ha lamentado "un nuevo drama humano en el Bidasoa. Personas migrantes que buscan un hogar, un lugar donde desarrollar una vida, y se topan con la muerte en una frontera en el seno de Europa", por lo que ha pedido medidas para "flujos migratorios seguros, legales y ordenados".

El diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, ha exigido "medidas estructurales" para evitar nuevos dramas: "Gipuzkoa es un territorio enormemente solidario, acogedor, que condena las injusticias y que dice no a cualquier vulneración de derechos humanos. No podemos y ni queremos acostumbrarnos a estos fallecimientos. A lo largo de la historia, el río Bidasoa ha sido testigo de muchas situaciones dramáticas, de mucho dolor e injusticia humana, no podemos permitir que se repita esta realidad".

El alcalde de la ciudad, José Antonio Santano, también ha mostrado su consternación y ha reclamado "replantearse los controles en la frontera": "No podemos seguir viviendo este goteo de pérdida de vidas jóvenes en el río Bidasoa. Ellos saltan al agua para evitar los férreos controles fronterizos. Si ese es el problema tenemos que solucionarlo".

Migrantes ahogados en el Bidasoa

El Bidasoa es un cauce tranquilo, exento de peligros a excepción de temporadas de fuertes crecidas y para quienes no saben nadar. Es lo que les ocurrió a Abdoulaye Koulibaly, de 18 años, Yaya Karamoko, de 29, y Sohaïbo Billa. Emigrantes de Guinea y de Costa de Marfil, y un tercero no identificado también africano, todos ellos ahogados al intentar cruzar desde Irun a Francia en busca de un futuro mejor.

LEA MÁS: EL SUEÑO FRUSTRADO DE ABDOULAYE KOULIBALY

Las tres tragedias evocan un tiempo desgraciado y cruel en el que en similares circunstancias emigrantes portugueses y africanos morían a decenas al intentar vadear el Bidasoa. Hacía años que, aparte de ahogados en accidentes, no se registraban este tipo de sucesos, que han vuelto a sacudir las conciencias y la memoria de los habitantes de la cuenca al ver que, pese al tiempo transcurrido, persisten casos de lesa humanidad que mueven, obligan a personas inocentes a huir de sus países de origen.

DOS DÉCADAS

Entre los años 1957 y 1974 fue cuando más se puso de manifiesto el intento de emigrantes clandestinos, en gran número de Portugal, por llegar a tierras francesas, donde muchos de ellos tenían familiares o amigos que con anterioridad habían protagonizado "el salto", como denominaban a su aventura. Precisamente así, "O salto" se titula una película de Christian de Chalonges (1967) que narra la odisea portuguesa por llegar al supuesto paraíso francés.

La prensa de la época publicaba continuamente el caso de emigrantes que perdían su vida al cruzar el río. El mismo gran escritor José Saramago, en su Historias de la emigración (2009) recordaba la tragedia: "Muchos portugueses murieron ahogados en el río Bidasoa cuando, noche oscura, intentaban alcanzar a nado la orilla de allá, donde se decía que el paraíso de Francia comenzaba".

CLANDESTINOS

Se les decía "clandestinos", una forma grosera de definir a gentes que, como durante siglos y también ahora, se veían obligados a marchar, a huir de sus países donde malvivían explotados por salarios miserables o sin posibilidad de trabajar y de una vida digna, cuando no sometidos a levas miserables y enviados a guerras, a luchar en conflictos bélicos que no entendían y de los que no eran culpables.

Portugal sufría entre 1926 y la "revolución de los claveles" de 1974, como en España, la dictadura criminal de Oliveira Salazar y antes del sanguinario José Mendes, que provocó la emigración a Europa, a Francia en especial, de cientos de miles de portugueses. Los conflictos por la independencia de las antiguas colonias en Angola, Guinea-Bissau y Mozambique, agravaron una situación insostenible. La emigración era su único recurso. "Entre finales de los años 50 y principios de los 70, emigraron de Portugal alrededor de 1,5 millones de personas (...), un 18% de la población total del país y un 47% de su población activa", explica Ana Galdós en su blog didáctico y ejemplar.

TRISTE MARCA

Enero de 1985, noticia en los periódicos: "Un joven portugués de 18 años de edad ha sido recogido con síntomas de congelación en la orilla del Bidasoa, después de intentar, sin éxito, cruzar el río fronterizo a nado". Tuvo suerte y salvó la vida, igual que los que, en la Semana Santa de 1973, la corriente "arrastró las maletas". Jóvenes portugueses, tres chicos y tres chicas. Sólo uno alcanzó la orilla contraria mientras el resto permanecieron agarrados a las piedras del puente pidiendo auxilio.

Octubre del mismo año: "Expulsadas de España las doce personas originarias de Cabo Verde interceptadas en Vera de Bidasoa cuando trataban de cruzar a Francia". No todos morían en el río. Los que sobrevivían eran expulsados de España, salvo cuatro portugueses que les acompañaban "a los que se permitió seguir en nuestro país", afortunados ellos porque el régimen franquista los deportó a Portugal durante décadas.

Para otros muchos no ocurrió así. El año 1972 batió la triste marca del máximo número de ahogamientos en el Bidasoa. Fallecieron nada menos que 130 personas, 80 portugueses y 50 africanos, tristes protagonistas en el cauce bidasotarra de lo que ahora mismo ocurre en el Mediterráneo. La búsqueda desesperada de una vida mejor que se les negaba y se les niega.

Fue un tiempo desgraciado que parece regresar una y otra vez. Sobrecoge la imagen de Mohame Lamine depositando un ramo de flores donde pereció ahogado su sobrino Abdoulaye Koulibaly. También ver a Bayaye portar una antorcha junto a decenas de bidasotarras solidarios en "duelo y denuncia" por los fallecidos al cruzar el Bidasoa. Hubo un tiempo en el que Francia les aceptaba para desempeñar trabajos que los franceses rechazaban. Carne humana que ahora no necesitan y no aceptan.