oruega conmemora hoy, 22 de julio, el décimo aniversario de la mayor tragedia de su historia reciente: el doble atentado en Oslo y la isla de Utøya cometido por el ultraderechista Anders Behring Breivik, con 77 muertos.

Breivik colocó una furgoneta-bomba en el complejo gubernamental de Oslo. Disfrazado de policía, condujo 40 kilómetros, tomó el transbordador a Utøya, escenario del campamento anual de las Juventudes Laboristas (AUF), y recorrió la isla durante 77 minutos, ejecutando a quienes consideraba defensores del multiculturalismo y una amenaza para Noruega.

Durante tres horas la isla se convirtió en un infierno. Los jóvenes escucharon pasar a Breivik, que hizo varios disparos antes de desistir. Fueron rescatados por la policía, que les pidió salir con las manos en alto, mirando al suelo para no ver ni heridos ni cadáveres.

Días después vinieron los funerales de amistades, la visita al psicólogo, el diagnóstico de estrés postraumático (TEPT), las pesadillas, las imágenes retrospectivas que asaltaban cada día y el cansancio.

Según un estudio del Centro Nacional para la Violencia y Estrés Postraumático, uno de cada tres supervivientes de Utøya tiene TEPT y cefaleas crónicas; la mitad, ansiedad, depresión y problemas para dormir. Y un tercio no ha recibido ayuda suficiente.

Una de esas supervivientes es Lisa Marie Husby, de 29 años, que una década después de aquel terrible hecho asegura que “lo más doloroso es que falta gente. Muchos deberían estar aquí y no están. Es horrible”.

“Dos meses después hubo elecciones, pero no se trató el tema. Muchos dijeron que no se podía, que había sido un ataque a toda Noruega, no solo al Partido Laborista. Hubo duelo nacional. Cuando quisimos hablar del extremismo decían que buscábamos réditos políticos, sacar la carta de Utøya”, explica.

Husby recuerda cómo hace más de un año, visitando una escuela, descubrió que varios niños no habían oído hablar de Utøya. Pensó en hacer una gira por centros educativos. Fueron una veintena, en Trøndelag (centro), su región natal. No ahorró detalles sobre sus vivencias para hacer comprender la dimensión de lo ocurrido. Fue una terapia. No era la primera vez que contaba su historia en público. Lo había hecho en un foro de la escocesa Universidad de Saint Andrews, donde estudió cuatro años.

Dos años después del atentado, Lisa Marie Husby se dio de baja del Partido Laborista y decidió dejar la política. Visitó un centro especial. Después de un año empezó a sentirse mejor, a hablar de sus problemas. Y decidió irse a Escocia.

Husby asegura encontrarse “bien” ahora, aunque a medida que se acercaba el aniversario estaba “más estresada”. Tiene decidido ir a los actos en Utøya junto a Sofía, con quien compartió tres horas de angustia en una cabaña. El regreso a Utøya hace aflorar una realidad difícil de asumir todavía: “Muchos se han casado, tenido hijos; otros tendrán siempre 16 o 17 años y nunca podrán realizar sus vidas”.

“Falta gente, es lo más doloroso. Muchos deberían estar aquí y no están. Es horrible”

Superviviente de Utøya