- Al Qaeda se parece poco al grupo que el 11 de septiembre de 2001 perpetró un cuádruple atentado utilizando aviones comerciales en suelo estadounidense y dejó casi 3.000 muertos. La guerra contra el terrorismo lanzada por George W. Bush primero y la muerte de su líder, Osama Bin Laden, una década después, obligaron al grupo a adaptarse para su supervivencia, pero dos décadas después siguen siendo una amenaza.

Con el egipcio Ayman al Zawahiri al frente desde 2011, Al Qaeda ha ahondado en su proceso de descentralización, con un núcleo central oculto en algún lugar entre Afganistán y Pakistán y varias filiales desplegadas por todo el mundo que han ido cobrando un creciente protagonismo con el paso de los años.

El grupo terrorista que fundó a finales de la década de 1980 el saudí Osama Bin Laden ha venido sufriendo varios reveses de importancia en los últimos años que se han traducido en la muerte en distintas operaciones antiterroristas de varios de sus líderes, incluido su número dos Abú Muhamad al Masri, en agosto de 2020 en Irán en una operación israelí, y Hamza Bin Laden, hijo predilecto de su fundador y al que se cree que Al Qaeda reservaba un puesto destacado en el futuro.

Pese a ello, los expertos en terrorismo han venido advirtiendo durante todo este tiempo, también tras la decapitación de la cúpula del grupo en 2011 con la muerte de Bin Laden, que Al Qaeda estaba lejos de estar vencida y que seguía constituyendo una amenaza a la que había que prestar atención, pese a que desde 2014 se había visto eclipsada por Estado Islámico, su propia escisión en Irak y Siria.

La victoria de los talibanes hace menos de un mes en Afganistán seguramente ha sido recibida con alivio ahora por Al Qaeda, máxime cuando su actual líder Al Zawahiri podría estar gravemente enfermo -se llegó incluso a hablar hace unos meses de que había muerto-. En su último informe de julio, el comité de la ONU encargado de hacer seguimiento de las sanciones contra Al Qaeda y Estado Islámico señala que creen que “está vivo pero no se encuentra bien” y pone de relieve el vídeo publicado en marzo amenazando a Birmania por la represión contra los musulmanes, “en el que se usaron imágenes más antiguas” y que “no hizo más que alimentar los rumores sobre su declive o fallecimiento”.

Ni siquiera tras los recientes acontecimientos en Afganistán Al Zawahiri se ha pronunciado públicamente. Al Qaeda sí que publicó finalmente un mensaje el pasado 31 de agosto, dos semanas después de la caída de Kabul y una vez completada la salida de Estados Unidos, celebrando la victoria talibán.

Aunque el presidente estadounidense, Joe Biden, esgrimió que la permanencia de las tropas norteamericanas no tenía razón de ser en virtud del acuerdo alcanzado por la Administración de Donald Trump con los talibanes y dado que la misión de acabar con Al Qaeda se había completado, los expertos advierten de que la realidad es muy diferente.

Los lazos entre los talibanes y Al Qaeda no solo no se han roto en estos 20 años, sino que incluso se han seguido reforzando. Ambas organizaciones quedaron atadas a raíz de que Bin Laden juró lealtad al mulá Omar, líder y fundador de los talibanes, como comandante de los fieles hacia 1997. Tras su muerte, Al Zawahiri también hizo lo propio.

Además, con el paso de los años se han establecido vínculos por la vía del matrimonio entre uno y otro grupo. Así, se cree que el mulá Omar se casó con una hija de Bin Laden y que el líder de Al Qaeda convirtió en su cuarta esposa a una de las hijas del fundador de los talibanes. Pero al margen de ello, Al Qaeda ya no es la organización que era. En 2001 sus fuerzas estaban prácticamente concentradas en Afganistán y Pakistán, con una cierta presencia en África Oriental, donde en 1998 el grupo atentó contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania, y también en la península Arábiga, donde en 2000 atentó contra el destructor estadounidense USS Cole en el puerto yemení de Adén. Obligados a pasar a la clandestinidad absoluta tras el inicio de los bombardeos sobre Afganistán, sus líderes tuvieron que huir primero a Pakistán y luego algunos de ellos incluso a Irán. Desde sus escondites, Bin Laden y sus lugartenientes, con Al Zawahiri como su número dos, tuvieron que adaptarse a la nueva realidad y evolucionar desde una organización centralizada a la hidra que es hoy en día.

Para Bin Laden, el objetivo principal era el enemigo lejano, es decir, Estados Unidos, pero con el paso del tiempo, y sobre todo a raíz de la Primavera Árabe -cuyas consecuencias no podría terminar de conocer- Al Qaeda apostó por dejarlo en un segundo plano y centrarse mejor en el enemigo cercano, es decir los gobiernos de los países musulmanes a los que había que derrocar para llegar al fin último de instaurar un califato a nivel mundial.

Medidas de seguridad. El Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) aumentará la seguridad en la ciudad de cara al vigésimo aniversario de los atentados del 11-S, que se conmemora poco después de la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán. Según dijo a la prensa el subcomisario de Policía de Nueva York, John Miller, “no hay amenazas creíbles” asociadas al 11-S, pero apuntó que se está tratando el acto como un “evento de amenaza elevada”.