El reciente fallecimiento de Javier Viscarret (1929-2020) en su Burlada natal, motiva este escrito de homenaje a su figura de artista y amigo. Sin duda, ha representado un digno papel dentro del panorama artístico de su tierra, en unos años difíciles, con grandes frustraciones y sacrificios, pero con una desbordante ilusión y calidad notable, expresada por su maestro, D. Gerardo Sacristán, por Vázquez Díaz, Martín-Caro, Basiano, y otras figuras de su tiempo. Ha sido pintor de género, artista con cualidades innatas para el dibujo, el color y la expresión de emociones.

Hace unos 30 años que conocí a Javier, fue fácil distinguir al artista de raza, pudiendo disfrutar siempre de la viveza de su conversación y de su calidad humana.

Quien le conoció, sabe que ha vivido el periodo final de su existencia con serenidad. Satisfecho de su carrera de artista y disfrutando de su casa-taller de Burlada, sin dejar de pintar hasta que sus facultades se lo han permitido.

Destacaba la fortaleza de su carácter, chispeante, vehemente en ocasiones, tímido en otras. Ha llevado una existencia nómada buena parte de su vida. Extraordinario dibujante desde niño, más tarde, reconocido retratista y paisajista fue respetuoso con los lenguajes del arte contemporáneo, permaneciendo fiel a la figuración expresionista. Su figura es reconocida dentro del panorama artístico navarro, tal como recoge Salvador Martín-Cruz en sus volúmenes Pintores Navarros.

Viscarret ha merecido distinciones y premios que avalaron su quehacer. Pero de su vida y su trabajo, destaca sobre todo la lucha por demostrar y demostrarse, que podía vivir de la pintura.

Al revisar su exiguo archivo, sus dibujos, sus retratos, naturalezas muertas y paisajes, se podía apreciar su calidad y empuje. Su pintura llena de vitalismo y emociones tiene una poética muy personal.

Se ha dedicado en cuerpo y alma a la pintura, quizá por eso ha descuidado, tanto el trabajo de archivo y catalogación, como la vida social, que en su etapa inicial fuera tan importante, razón por la que ha pasado bastante desapercibido.

Viscarret ha sido fiel al germen inicial de las vanguardias gestadas en el siglo XIX, fructificadas sobradamente en la Europa del XX. Expresión artística en la que nada es suficiente, siempre se puede ir un poco más allá, en la búsqueda de la luz, el color y las formas, como seguidor de los padres de la pintura moderna: Paul Cézanne y Vincent Van Gogh.

Nacido en Burlada el 19 de octubre de 1929 guardaba un emocionado recuerdo de su padre, natural del pueblo y de su madre que procedía de la localidad de Arbizu. De ambos recibió una verdadera educación en valores; tal como recordaba, de su madre, heredó el sentido del deber y de la responsabilidad y de su padre, el espíritu de sacrificio.

Su pasión por la pintura le llevó a matricularse en la Escuela de Artes y Oficios entre 1954-1959, donde compagina estudios con su trabajo en el banco. Es alumno de D. Gerardo Sacristán, considerado uno de los grandes retratistas españoles del S. XX. Éste identifica de inmediato las cualidades innatas de Viscarret; con una férrea disciplina académica, frena su gran impaciencia y depura sus dibujos de una forma constante y exigente.

En las vacaciones de 1960 compuso la obra "El hombre triste" con el que obtendría la 1ª medalla del Concurso Nacional de pintura BANESTO en agosto de ese mismo año. Ésta, que sería su obra más conocida fue seleccionada por un jurado de categoría, compuesto entre otros, por el pintor D. Daniel Vázquez Díaz y por D. Ramón Descalzo Faraldo, crítico de arte. Ambos le felicitaron personalmente, al igual que Julio Martín Caro. Esa obra, que llama la atención por su carga emocional, soltura en la ejecución e introspección, siempre ha formado parte de su colección privada.

Viscarret, una vez instalado en Madrid, participa en las producciones de los estudios Bronston: "55 días en Pekín" (con Ava Gardner, Charlton Heston y David Niven) de Nicholas Ray, film que obtuvo el Laurel de oro 1964, o "El fabuloso mundo del Circo" (con Rita Hayworth, Claudia Cardinale) de Henry Hathaway, y "La caída del Imperio Romano", de Anthony Mann, Globo de oro 1965.

A pesar del éxito en este terreno, no es eso a lo que el aspira, pues su empeño sigue siendo convertirse en un pintor de oficio, en un retratista afamado en aquellos años en que la aristocracia y la oligarquía mantienen la costumbre de retratarse para la posteridad. La firma de Viscarret, que supone savia nueva y calidad impecable, comienza a sonar en ciertos ambientes, recogiendo pronto frutos muy satisfactorios. Así comienza su etapa itinerante de retratista por Jaén, Granada, Málaga, Sevilla, Barcelona o Mallorca. Luego viajaría a Estados Unidos y Venezuela, a Roma, al sur de Francia, etc. Su soltería le permitió ser nómada, viajar constantemente, viviendo por y para la pintura. Durante esos años en que regresa a Navarra sólo esporádicamente.

Decide volver y monta su estudio de pintor profesional en su Burlada natal. Mientras Navarra recobra su pujanza en los años ochenta y noventa, Javier sigue pintando "a plein air", exponiendo con éxito en numerosas ocasiones en Pamplona. Su proyecto se hizo realidad: regresa a casa con el rico bagaje de las experiencias vividas en sus incontables viajes, y con el reconocimiento entre los suyos.

La pintura fue su tabla de salvación. La alegría que le provocaba su trabajo hacía vibrar sus pinceles, que no sin esfuerzo, le han dado para vivir holgadamente, muchas satisfacciones, amistades y posibilidades de conocer mundo.

Pese a la pérdida de facultades por su mucha edad y achaques, siguió evidenciando su indestructible pasión de pintor.