- Con profundo dolor he recibido la noticia de la reciente defunción del párroco de Larraintzar. Nuestra relación amistosa venía de muy lejos, ya que coincidimos en el Seminario de Pamplona durante varios años en la década de los 40. Él culminó los estudios eclesiásticos y yo los abandoné en una etapa bastante avanzada.

Hubo un paréntesis de varios años, en los que vivimos uno al margen del otro, hasta que en el año 1965 nos encontramos en el Valle de Ultzama, él como párroco de Larraintzar y yo como secretario del Ayuntamiento de Ultzama.

Resultó fenomenal el encuentro y, sobre todo, la puesta en común de nuestros recíprocos afanes. Resultó completo el entendimiento mutuo y la misma calificación recibió la constatación de nuestras ilusiones y deseos en cuanto al trabajo a desarrollar en beneficio de nuestro querido valle.

Coincidió también, por otra parte, la circunstancia extraordinaria de la celebración del Concilio Vaticano II, autor de enseñanzas y decisiones muy oportunas y a las que, muy pronto, acoplamos nuestros ideales. En ellos nos apoyamos para llevar adelante nuestro proyecto de trabajar todo lo posible en beneficio de las personas del valle y de su afán de mejorar sus, a veces, precarias condiciones de vida.

Don José María Vera resultó un hombre sencillo y cercano, lleno de buena voluntad y de enormes deseos de fomentar el bienestar y la felicidad, no solo del pueblo de Larraintzar, sino también del valle entero. Y todo ello, con una especial dedicación a la juventud de todo el valle, que reclamaba con urgencia una actitud responsable y decidida de todos los responsables de alumbrar nuevos caminos por parte de los organismos encargados de esta importante misión.

La actitud pastoral del buen párroco de Larraintzar llevada a cabo de manera tan estupenda le supuso la estima y admiración más destacadas y unánimes de la juventud de aquella época tan fuera de serie.

Creo haber escrito lo suficiente para que los lectores de esta reseña comprendan el significado y el desarrollo de una labor pastoral bien planificada y mejor llevada a cabo por don José María Vera. Puede decirse con toda verdad que a él lo quería y admiraba toda la población del Valle de Ultzama que, además, le profesaba un profundo agradecimiento.

Descanse en paz don José María Vera, incansable benefactor de los habitantes, no solo de Larraintzar, sino también del valle entero de Ultzama.