Se cumple ahora un año desde que D. Antonio Monge, catedrático de Química Orgánica de la Universidad de Navarra, falleciese. El 19 de diciembre de 2020, a los 78 años de edad, llegó una muerte inesperada para él y para su entorno familiar y de amistades. No nos lo podíamos creer. Pasado este tiempo, comparto con cariño y respeto este escrito en su memoria.

Antonio y yo nos conocimos hace justo 40 años, cuando iniciamos una relación profesional que perduró y se fue enriqueciendo con los años convirtiéndose en una relación de amistad.

Antonio era madrileño y se licenció en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid. Se doctoró en 1968 en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y tras una estancia en la Universidad de Glasgow se incorporó a la Universidad de Navarra como profesor de Química Farmacéutica. Se vino a Navarra y esta tierra se convirtió en la suya, para el resto de su vida.

En 1972, puso en marcha el departamento de Química Orgánica y Farmacéutica.

En 1988, impulsó la creación de CIFA (Centro de Investigación Farmacológica Aplicada) que dirigió hasta su retiro. Dedicó mucha energía e ilusión en este proyecto. El Centro sigue con actividad actualmente.

Por si fuera poco, el mismo año puso en marcha el Máster en Investigación y Desarrollo de Medicamentos, único de su naturaleza en España y Europa y que se sigue impartiendo.

En 1992, le nombraron miembro de la Real Academia Nacional de Farmacia (RANF).

Ese mismo año, le nombraron miembro de la Academia Peruana de Farmacia, hecho gracias al cual se despertó una nueva pasión para él: Latinoamérica. Visitaba todos los años uno o varios países y tenía relación con muchas instituciones de todos ellos.

Yo creía que conocía a Antonio, pero en este tiempo me voy enterando de más actividades y su figura y legado no deja de crecer. Sabía que había realizado patentes, pero me enteré después de que había registrado más de 40. Que hacía publicaciones lo sabía, pero me sorprendo al enterarme que superaban las 500. Dirigió además 80 tesis doctorales, por lo que fue también un gran maestro de personas de varias generaciones y de muchos países.

Entre sus rasgos personales, la humildad era algo que le definía. Jamás se vanagloriaba de sus logros y eso que fueron muy reseñables en cantidad y calidad, no me extenderé en sus méritos por no ser prolijo; pero incluso tras su jubilación, en 2013, siguió con una actividad importante como académico, haciendo brillar el trabajo de cuantos profesionales acudían a recibir su apoyo o consejo. Y al mismo tiempo, era cercano y con sentido del humor. En una comida de trabajo, siempre tenía un momento para contar un chiste.

Con Antonio me entendí a la primera. Tenía un espíritu entusiasta y emprendedor, fue un hombre innovador con una sorprendente mentalidad empresarial. A pesar de ser un hombre de ciencia, estaba abierto a la aplicación práctica, a la innovación. El Máster que creó era de Investigación sí, pero también de Desarrollo de Medicamentos.

Él colaboraba con varias empresas multinacionales, pero entre los dos nos comprometimos para identificar empresas de Navarra a las que él pudiera aportar valor y dar servicios. Conseguimos establecer exitosas colaboraciones con varias empresas navarras, pero si cabe destacar una, es preciso recordar que en 1998 se inició una relación Viscofan- CIFA que ha sido un caso de éxito de colaboración universidad-empresa. La colaboración llevó a crear, dentro de CIFA, un área específica de Viscofan, y produjo, además de trabajos de innovación para Viscofan, la formación de varios doctorados dirigidos por Antonio; estos se fueron incorporando a la empresa y algunos de ellos hoy en día son altos directivos. Así, la colaboración de la Universidad de Navarra con Viscofan no solo perdura, sino que se ha incrementado a otras áreas y a otros centros de la Universidad de Navarra.

Tuve además la suerte de contar con Antonio justo al tiempo que iniciaba mi actividad empresarial, en la que yo todavía estoy inmerso. Recuerdo aquella primera etapa, en la que Antonio no solo me ayudó y me animó, sino que nos dio charlas en la empresa, cuando éramos “pequeños”, con mensajes que hoy siguen vigentes.

Tengo un bonito recuerdo con Antonio, cuando en octubre de 2018 me invitó a dar una charla sobre innovación en la Real Academia de Farmacia que a mí me pareció que eso era excesivo. No solo me convenció que podía dar la charla, sino que me acompañó en tren hasta Madrid, me presentó en el acto, cenamos juntos e hicimos el viaje de vuelta al día siguiente juntos. Fue un gran regalo que me hizo el amigo Antonio que nunca olvidaré.

Tras un año de ausencia, somos muchas las personas que echamos en falta a Antonio, pero sobre todo su familia. Su querida esposa Aurora, sus hijos y sus nietos que le adoraban. Antonio era un hombre muy de familia.

Creo que Navarra le debe un agradecimiento a Antonio, que le dedicó muchos años de su vida y que llevó el nombre de Navarra a muchos países e instituciones, creando también vínculos con los muchos alumnos que formó.

Muchas gracias, Antonio.

*El autor es Presidente de Zabala Innovation