Son las 11.45 del sábado. La presidenta del PPN, Ana Beltrán, acompañada por su compañero en el Parlamento, Javier García, y media docena de militantes de partido, baja por la calle Chapitela dirección a Navarrería. En Mercaderes les espera la senadora Cristina Sanz. “¿Qué, vamos?”. Y allá que van.

Se dirigen hacia la plaza de Navarrería, donde Beltrán tiene previsto hacer unas declaraciones políticas en la puerta del gaztetxe, justo a la hora del aperitivo y en plenas fiestas de San Fermín Txikito. Una llamada sin embargo frena la marcha. Alguien avisa de que la plaza está llena de gente en fiestas, y que llegar hasta el medio va ser complicado. “Vamos a hacer las declaraciones un poco más abajo por deferencia a los medios, no porque tengamos miedo”, comenta a su equipo.

A las 11.50 Beltrán y su séquito avanzan por Navarrería. Se detienen a la altura de Gauzak y Karmele. Es difícil avanzar más arriba sin empujar a la gente, que potea ya al ritmo de la elektrotxaranga. Así que a la responsable de comunicación no le queda otra que avisar a la prensa de que las declaraciones serán en otro lugar, no en la puerta del gaztetxe.

Más de medio millar de personas llenan para el mediodía la plaza de Navarrería. Decenas suben y bajan por la calle, pasando junto a los dirigentes del PP. Nadie les dice nada. Solo cuando Beltrán empieza a hacer declaraciones, y los medios a grabar, se acerca una persona con una sombrilla que coloca sobre Beltrán. Es la misma que increpó a Pablo Casado en Sanfermines. “No os dije nada y la montasteis. Solo os dije que sois unos jetas, que es lo que sois. Y nos empujasteis, eh!”, le recuerda Cristina Sanz. El ciudadano se marcha entre risas.

Muchos más cruzan la calle, en la que queda el espacio justo para pasar. Una de ellas es la secretaria general del PSN, María Chivite, que lleva de la mano a sus dos hijos. Mira el cuadro sorprendida, pero pasa de largo y se mezcla en la fiesta en busca de los gigantes, que acaban de llegar. Como una persona más. Sin ningún espectáculo.

Son 2 minutos y 53 segundos de alocución de Beltrán contra el gaztetxe. Sin preguntas de los periodistas, que evitan prolongar un cuadro sin mucho sentido. Casi nadie le hace caso. Alguno tuerce el gesto al pasar, otros comentan la escena desde lejos cerveza en mano, y solo dos se animan a soltar un “¡fascistas!”. Otro les llama “gentuza” y un tercero entona el “Que se vayan de vayan. Pero nadie le sigue. La gente pasa, tiene mejores cosas que hacer. Divertirse, por ejemplo. No hay tensión.

Terminada la intervención, la delegación del PP duda qué hacer. Amagan con irse pero finalmente optan por quedarse a tomar un pote en el Bidezarra. “Tranquila, no te van a decir nada”, le dice a Beltrán una de sus compañeras. Y así es, solo un señor mayor le grita desde lejos un “paga tus impuestos”. Nada más.

Allí se quedan durante algo más de 15 minutos. Un chico, que regenta un puesto callejero de venta de camisetas se acerca a los periodistas y, amablemente, les recomienda que se vayan. “Si os vais ella también se irá, no le hagáis el juego”, reclama. Son ya las 12.20 y, acabado el pote, todos se van como han venido. Sin protagonismo, ignorados por la multitud y dejando atrás la sensación de que en política se puede hacer de todo menos el ridículo. Y este ha sido de los grandes.