Londres - Theresa May, primera ministra británica, afronta días clave esta semana en Birmingham, donde se celebra la conferencia anual del Partido Conservador. Llega con el ruido de sables que provoca el brexit y su plan Chequers para las relaciones futuras con la UE, rechazado tanto por los Veintisiete como por su propio partido. Para resolver las diferencias internas parece que los conservadores encuentran una única receta: extremar su discurso y posiciones respecto al brexit.

Dominic Raab, ministro del brexit, seguía ayer calentando el ambiente con un encendido discurso en el que aseguraba que el Reino Unido está dispuesto a salir de la Unión Europea sin un acuerdo. “Si la UE quiere un acuerdo necesita ser seria y hacerlo ahora”, aseguró Raab, continuando con la estrategia de invertir el tablero que inició May el día después de la cumbre de Salzburgo, en la que los líderes europeos rechazaron su plan: ambos insisten en que le toca a la Unión Europea mover ficha.

Pero Bruselas no tiene intención de hacerlo. El principal problema ahora mismo es la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda: ambos lados coinciden en que no puede aparecer una frontera dura en la isla de Irlanda, cuya desaparición fue clave en los Acuerdo del Viernes Santo que terminaron con la violencia en la región.

Michel Barnier, negociador jefe de la Comisión Europea para el brexit, propuso un primer plan de contingencia o backstop que fue rechazado en pleno por el Gobierno británico: la propuesta de Bruselas consistía en mantener a Irlanda del Norte dentro del espacio regulatorio de Dublín, es decir, de forma efectiva dentro del Mercado Único. Eso obligaría a realizar controles de las mercancías que cruzaran el mar de Irlanda entre el resto del país y el Ulster. Para Londres eso es dividir el Reino Unido.

El francés decidió redibujar su backstop y volver a proponerlo al Gobierno británico, haciendo los controles en los puertos norirlandeses mucho más ligeros, basándose en el ejemplo del IVA de las Canarias. Pero este plan también fue rechazado por el Ejecutivo británico. Esta fue una de las razones que provocó el cabreo de los líderes en Salzburgo.

Raab insiste también en que si hay “un intento de encerrarnos por la puerta de atrás” en el Mercado Único y la Unión Aduanera, o si la “única oferta de la UE amenaza la integridad” del país, en referencia a la solución de las dos Irlandas, entonces, asegura, no tendrán otra opción más que marcharse “sin acuerdo”.

Jeremy Hunt, actual ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, llegó al Gobierno para sustituir al excéntrico exalcalde de Londres Boris Johnson, que dimitió de su cargo en el Ejecutivo como protesta al acercamiento de May a la Unión Europea y para intentar perfilar su asalto al poder del partido. Hunt ha sido visto por algunos como un potencial futuro primer ministro. No tenía difícil mejorar la estética del trabajo de su predecesor.

Hace solo dos años, Hunt era una pieza clave de la campaña a favor de la permanencia en la Unión Europea. Un ejemplo de su papel activo fue cuando salía a desmentir, como ministro de Sanidad, el eslogan del famoso autobús rojo que aseguraba que el brexit permitiría invertir 350 millones de libras a la semana en el servicio de salud.

Pero este domingo el titular de Exteriores aseguró que la Unión Europea es una “cárcel” que no permite a Londres abandonarla, y que se comporta como la Unión Soviética. “La lección de la historia es clara: si conviertes el club de la UE en una prisión, el deseo de salir no disminuirá sino que crecerá”, apuntó. “Y no seremos el único prisionero que quiera salir”, señaló durante un discurso ante la conferencia conservadora. Comparar a la UE con la Unión Soviética es un argumento utilizado normalmente por ultraconservadores conspiranoicos, firmes creyentes de que Bruselas trata de construir a espaldas de los ciudadanos un macro-Estado con ejército propio que intenta liquidar a los Estados miembros soberanos. Los miembros del UKIP, partido xenófobo y eurófobo que durante muchos años estuvo liderado por Nigel Farage, acostumbraban a referirse a la Unión como la “EURSS”, en una mezcla de las siglas en inglés de la UE y de la Unión Soviética.

Que el Partido Conservador utilice los mismos eslóganes que un partido como UKIP muestra la crisis existencial por la que transita la formación, que solo mantiene el poder por el rechazo que genera en muchos votantes moderados la figura de Jeremy Corbyn, el líder del Partido Laborista. Además, con su amenaza de que no serán el único “prisionero” en abandonar la UE, Hunt, un ministro de alto rango del Gobierno británico, lanza una amenaza directa a los Veintisiete. No hay buena voluntad en unas declaraciones que no sentarán bien en unas capitales que ven, cada vez más, a un Reino Unido que ve una ventaja estratégica en intentar desestabilizar a la Unión. Un amigo, como Londres quiere ser de la UE cuando la abandone, no amenaza. Y eso muestra otra preocupante deriva dentro de los tories.

Una prisión’ londinense Además Hunt cae en un error que él conoce perfectamente: la UE no es un ente abstracto, no es un poder en la sombra, sino que son los Veintiocho Estados miembros que la componen con sus respectivos Gobiernos. Es decir: Londres es la UE.

De hecho durante sus 40 años en el bloque comunitario el Ejecutivo británico ha participado y, en muchos casos, afectado de forma crucial muchas de las legislaciones que han salido de Bruselas. El Mercado Único del que ahora se ven irremediablemente expulsados fue una idea impulsada por Londres.

El Reino Unido ha sido un valioso negociador para la UE durante mucho tiempo, ha moldeado las normas europeas y la sociedad británica se ha beneficiado de muchas otras. Además Londres ha contado con generosas ventajas respecto al resto de Estados miembros del bloque comunitario.

Margaritis Schinas, portavoz de la Comisión Europea, respondía ayer a Hunt. “Diría, respetuosamente, que todos nos beneficiaríamos, particularmente los ministros de Asuntos Exteriores, de abrir un libro de historia de vez en cuando”.La explosión de Hunt es solo una demostración más de cómo el brexit está polarizando la situación del Partido Conservador.