pamplona - José Antonio Asiáin, último presidente de Caja Navarra, no hizo ayer sino utilizar la misma táctica que Enrique Goñi para cerrar su comparecencia en la comisión que investiga la desaparición de la Can: aferrarse a la teoría de que un “tsunami” arrasó la entidad financiera y defender que el final, ese que pasa por quedar insertada en CaixaBank con menos de un 1% del banco, fue “el mejor posible”.

Por supuesto, Asiáin defiende esto con firmeza y sus propios dosieres, también como hizo Goñi. Es un hombre astuto, con bagaje político, experto en derecho mercantil y que entró en la caja en 1979. Es decir, que no es fácil pillarle en un renuncio dentro de una teoría que tiene bien cerrada: Caja Navarra lo hizo bien, pilotó con maestría sus últimos años para llegar a un “buen puerto” e hizo “como todas”. Es decir, perder su capacidad financiera cuando llegó el “tsunami” de la segunda recesión e integrarse, junto con otras, en entidades más grandes que sirvieron de paraguas. “No hay una sola caja, salvo las dos excepciones de Pollensa y Onteniente, que se hayan mantenido como antes”, explicó, para defender además que el desenlace de Caja Navarra fue mejor que el de sus pares.

navarra, más robusta Pero su discurso perdió fuerza cuando le plantearon justo el camino contrario, el que podría haberse elegido antes de la operación de Banca Cívica que terminó con el rescate de CaixaBank: si Caja Navarra no hubiese podido capear el temporal en solitario, sin el lastre de Cajasol y sin una aventura bancaria que él mismo admitió que se vio truncada antes de tiempo. Asiáin se opuso con vehemencia, pero no salió de dos argumentos que por sí solos no son concluyentes: que acometer la crisis en solitario no se lo planteó nadie y que el regulador quería uniones. No salió de ahí pese a que Koldo Martínez (Geroa Bai) puso encima de la mesa algunos datos que llevan a pensar que el desenlace pudo ser diferente. Por ejemplo, que Navarra ofrecía al principio de la segunda recesión (enero de 2012) una tasa de mora mucho mejor que el resto (2,77% frente al 5,89%), por lo que una actividad bancaria más modesta y concentrada en el territorio foral podría haber aminorado la exposición a la crisis. Tanto es así que incluso Caja Navarra podría haber asumido que todos los paquetes dudosos de la inversión crediticia navarra hubiese pasado a fallidos (con un coste de 197 millones) y haberlos soportado con sus propios fondos. Además, Asiáin tampoco entró a rebatir las ideas que deslizó Martínez en referencia al informe AFI, en el que se otorga a Caja Navarra un valor inferior al que actualmente tiene en CaixaBank y que por tanto parte de una premisa discutible.