l a geopolítica europea se mueve a ritmo de brexit. El 2019, salvo accidente final, el Reino Unido se convertirá en el primer Estado miembro que abandone la Unión Europea. Una decisión que ha obligado a replantear los límites del club europeo mirando de forma prioritaria a la región balcánica. El objetivo es evidente: cerrar el territorio continental y a su vez, poner fin a los conflictos históricos vividos en dicha área, origen de guerras mundiales y del más reciente enfrentamiento armado en Europa, con la desmembración de la extinta Yugoslavia. Pero más allá de las intenciones de la diplomacia europea, el camino de las nuevas adhesiones será aún lento y complejo.

Negociaciones para nuevas adhesiones A lo largo de la historia de la Unión hemos vivido seis procesos de ampliación y en estos momentos, el principal cupo de nuevos Estados se localizan en los Balcanes Occidentales. Las negociaciones de adhesión se iniciaron con Serbia, en enero de 2014; con Montenegro, en junio de 2012; con Albania, en junio de 2014; con Macedonia, en diciembre de 2003 y Bosnia y Herzegovina, presentó su solicitud en febrero de 2016. Problema aparte es el caso de Kosovo, no reconocido como Estado por España, y la negociación con Turquía, que se inició en octubre de 2005 y se encuentra prácticamente en vía muerta. La lista es larga y la heterogeneidad de situaciones enorme. En todo caso, el objetivo de ampliación de los seis Estados balcánicos tiene una fecha meta: 2025.

Montenegro, a las puertas de la Unión De todos ellos, Montenegro encabeza las opciones de una incorporación inmediata. Esta misma semana, su presidente Milo Dukanovic, se convertía en el primer mandatario balcánico en intervenir ante el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo. Parece evidente, que tras la salida del Reino Unidos, Montenegro será el Estado que complete de nuevo las 28 estrellas de la bandera azul. Si se aprueba en 2019 su incorporación, tras dos años de periodo transitorio, sería Estado de pleno derecho en 2021. Macedonia, pese a que vive una crisis política profunda en la actualidad, ha saldado su conflicto histórico con Grecia por la denominación de su territorio, lo que allana el terreno para una rápida adhesión. Albania ha dado pasos significativos para alcanzar su incorporación pero sigue pendiente de realizar reformas internas económicas y administrativas de calado. Mientras que Bosnia y Herzegovina mantiene disputas territoriales con sus vecinos, lo que dificulta aun las negociaciones.

Serbia, la potencia de la zona Es evidente, que el caso más relevante por su papel de potencia regional es el de Serbia. El principal obstáculo sigue siendo la relación de Belgrado de socio preferente internacional con Moscú. Rusia es un aliado histórico de Serbia y sabido es que Putin es uno de los grandes antagonistas en la escena mundial de la Unión Europea. Se trata, por tanto, del gran objetivo de este complejo proceso de ampliación balcánico europeo. Algo que dependerá en gran medida de los resultados en las elecciones europeas de 2019 y de si el proyecto de la Unión sale de esos comicios reforzado o no. Para Europa cerrar las heridas de los Balcanes integrándolas en sus fronteras unidas, significa una tarea de reconciliación y de poner fin a eternas disputas bilaterales. Una especie de obligación con nuestra conciencia colectiva como europeos. Pero además, es una oportunidad geoestratégica de dar respuesta a la afrenta británica y de lanzar al mundo un mensaje de ambición de la construcción europea. Amén de incorporar territorio y millones de habitantes al mercado único.