Bruselas - A estas alturas parece claro que la Comisión Europea rechazará el plan presupuestario que Italia debe presentar como muy tarde el próximo lunes. Roma ha establecido un objetivo de déficit del 2,4%, muy por encima del 1,6% pactado con Bruselas, lo que preocupa y mucho en la capital comunitaria. ¿Pero qué ocurre si la Comisión rechaza las cuentas italianas?

Pierre Moscovici, comisario de Asuntos Económicos y Financieros, tiene un asunto ardiendo encima de la mesa: el plan presupuestario italiano. El aumento del déficit del 1,6% pactado con Bruselas al 2,4%. El 27 de septiembre lo anunciaron desde el balcón del Palazzo Chigi, donde forzaron a Giovanni Tria, ministro de Finanzas, a aceptar esa nueva cifra, contrariamente a lo que él deseaba: mantener la senda del déficit.

En la mañana del viernes empezaron a llegar las primeras señales de preocupación, especialmente de los mercados. El lunes los ministros de Finanzas se reunían en Luxemburgo para un Eurogrupo en cuya agenda no figuraba Italia pero en el que los nuevos planes de Roma fueron protagonistas. En los pasillos no se hablaba de otra cosa. Los titulares de economía mostraron su preocupación por la situación y por un Tria derrotado que no había sido capaz de invertir la situación.

A estas alturas parece claro que la Comisión Europea rechazará el plan presupuestario del Gobierno italiano, después de haber presionado para que se revisara. La reacción de los mercados hizo que el Ejecutivo transalpino modificara sus objetivos de déficit para los dos próximos años, también situados en el 2,4%.

El lunes Matteo Salvini, ministro del Interior italiano y líder de la xenófoba Lega (Liga), hizo subir todavía más la temperatura y la tensión entre Roma y la Comisión Europea al asegurar que “los enemigos de Europa son aquellos que están aislados en el búnker de Bruselas. Los Junckers y Moscovicis que han traído la inseguridad y el miedo a Europa y resisten a abandonar sus sillones”. La sensación es que Bruselas y el Gobierno italiano ahora mismo no pueden ponerse de acuerdo en nada.

Bruselas rechazará los presupuestos y en los días siguientes al lunes 15 de octubre publicará una opinión negativa sobre las cuentas italianas. Desde ese momento el Ejecutivo transalpino tiene tres semanas para enviar un nuevo plan presupuestario. Si Roma no cambia de opinión y decide mantener su curso entra en juego el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que tiene dos brazos, el preventivo y el correctivo, conocido como procedimiento de déficit excesivo. La Comisión entonces tiene varias opciones.

rompe las reglas de gasto La primera es más lenta y compleja. Consiste en comenzar con el brazo preventivo con un motivo simple: Italia se aleja de su objetivo presupuestario a medio plazo (MTO) ya que en vez de reducir el déficit hacia su objetivo (0%) se aleja en sentido contrario y también rompe las reglas de gasto. Bruselas lanza entonces un nuevo aviso a Italia, y si su Gobierno no reacciona corrigiendo los presupuestos en un mes desde el aviso, la Comisión Europea realiza una recomendación que concluiría el brazo preventivo y daría paso al correctivo.

Eso sí, según el código de conducta del Pacto de Estabilidad y Crecimiento para identificar una “desviación significativa” debe basarse en “resultados opuestos a los planes”, es decir, una vez el presupuesto ya esté aprobado y ejecutado debería identificarse si efectivamente hay una desviación.

Hay una vía más rápida: la Comisión Europea puede ir directamente al brazo correctivo, pero no por el déficit del 2,4%. Los Estados miembros tienen que mantener su déficit por debajo del 3% (Italia lo hace con este nuevo presupuesto) y su ratio deuda-PIB por debajo del 60%. En caso de que ese ratio sea mayor el Estado miembro debe garantizar que se está reduciendo a un ritmo suficiente.

La sanción contra Italia podría llegar a ser del 0,5% del PIB por no haber tomado acciones para corregir sus cuentas. El Consejo también puede decidir recortar compromisos o pagos de los fondos europeos en Italia.

La Comisión Europea preferiría que no hubiera choque, pero Bruselas siente la obligación de que no exista la sensación de que se puede romper el Pacto de Estabilidad y Crecimiento sin consecuencias, como ahora intenta el Gobierno italiano.