Pamplona - Ha pasado mucho tiempo. Todo aquello forma parte de un periodo cada vez más alejado, más desvaído, donde los recuerdos incómodos, los números de un hundimiento bancario, por ejemplo, se confunden unos con otros. O simplemente no se recuerdan, son olvidados de forma casual o selectiva, quizá como un efecto secundario no del tiempo, sino del arco de seguridad bajo el que se cruza al entrar en el Parlamento de Navarra.

Todo de desdibuja y se emborrona, pierde incluso su importancia. Porque “ha pasado mucho tiempo”. Lo dijo Enrique Goñi durante su interminable comparecencia de primavera, cuando el último director de Caja Navarra eludió responder a algunas de las preguntas más incómodas. Lo repitieron otros comparecientes y también lo dijo ayer Francisco García Valdecasas, el auditor de Deloitte responsable de analizar qué adquiría exactamente CaixaBank en 2012, cuando decidió quedarse con Banca Cívica. Seis años más tarde, y uno después de abandonar su trabajo en la auditora, García Valdecasas apenas recordaba más allá de lo que aparecía escrito en el informe. Ni siquiera cuánto terminó pagando CaixaBank por Cívica, un banco integrado por cuatro cajas (Caja Navarra, Cajasol, Caja Canarias y Caja Burgos) herido de muerte por la crisis, por su elevada exposición inmobiliaria y las crecientes exigencias de capital dictadas desde el Banco de España y el Ministerio de Economía.

“No lo recuerdo”, dijo al ser preguntado por Luis Zarraluqui, parlamentario de UPN, que trató de que el auditor fuese incluso más allá y refrendase la visión oficial, aquella que dice que, en el precio, además del canje de acciones, habría que incluir la devolución del préstamo del FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria) o la salvaguarda para los preferentistas, a los que se convirtió en parte del accionariado. Lo contrario, quizá es oportuno recordarlo, habría supuesto que miles de ahorradores navarros perdiesen lo aportado. Contabilizar todo ello “podría ser una manera de valorar la transacción”, accedió a decir Francisco García Valdecasas, Curro, en su perfil de Linkedin. Valdecasas, al igual que Odériz, director adjunto de Caja Navarra, tampoco se posicionó con contundencia acerca de la posibilidad de que la entidad financiera hubiese podido seguir en solitario, como han hecho Caja Rural o Laboral Kutxa. “Es difícil decirlo, cada caja es un mundo, cada caja tenía unas políticas distintas, una exposición al riesgo diferente. Aquella fue una época de mucha dificultad del sector financiero con una situación económica muy complicada y muy compleja para sobrevivir en el sector bancario con un tamaño pequeño”.

Mucho más contundente que sus palabras de ayer fue el documento que firmó el 26 de marzo de 2012, sobre el epígrafe de “estrictamente privado y confidencial” y en el que describía, entre otras cuestiones, la pérdida esperada por los créditos concedidos en las cuatro cajas. Negro sobre blanco, el informe Noel señala que la pérdida esperada del activo que aporta Cajasol asciende a 2.490 millones, el doble de lo que se había valorado la participación de la entidad andaluza en Banca Cívica. Un deterioro que, tras aplicar el resto de pérdidas esperadas y el impacto de los impuestos, dejaría el valor de la caja andaluza en negativo: -663 millones. O lo que es lo mismo, una entidad en la práctica quebrada.

García Valdecacas no fue ayer tan lejos. Se limitó a recordar que había una “caja con el activo en peor situación”, que solo Caja Navarra tenía una política clara de refinanciaciones, lo cual “es algo bueno” -en las otras tres, según el propio informe, la mora era muy superior a la reconocida- y que el equipo que redactó Noel fue “amplio” y con participación activa de la propia CaixaBank. “No hicimos una estimación de la tasa de mora de cada entidad”, dijo Valdecasas, que tampoco quiso valorar el impacto fiscal que las pérdidas han tenido en CaixaBank. Su contabilización le habría permitido reducir la factura tributaria y dar beneficios entre 2012 y 2014. “No soy un experto en ello”, dijo Valdecasas.

Ha pasado mucho tiempo. Y el auditor, que hoy asesora a empresas “que nada tienen que ver con las financieras”, eludió responder así a Koldo Martínez (Geroa Bai), que de nuevo protagonizó el interrogatorio más detallado. Bildu, viendo la actitud del auditor, renunció a preguntar. Y Tere Sáez, de Podemos, se sorprendía de que “personas tan listas sepan tan poco de lo sucedido, en una especie de ley del silencio”. Las respuestas, quizá, están en el aire o en la propia arquitectura, escondidas en los pasillos de un edificio, el del Parlamento de Navarra, que en un pasado no tan lejano albergó la Audiencia Provincial. Porque todo el mundo sabe que en ningún otro lugar del mundo la memoria se vuelve tan frágil y traiciona tanto como delante de un juez.

Informe de parte. Tanto José Antonio Asiáin como Luis Zarraluqui han tratado de restar valor a las conclusiones del informe Noel, en el que Geroa Bai se basa, por ejemplo, para segurar que Cajasol era una entidad quebrada en la práctica. “Es cierto que nos lo encargan, en este sentido, su criterio forma parte de nuestro análisis”, admitió Valdecasas.

El viernes, Alberto Pascual y Amaya Rández. La comisión de Can llamará, el viernes, a Alberto Pascual, exsecretario general de la caja; y Amaya Rández, exsecretaria del Consejo de Administración. A partir de entonces, el resto de fechas quedarán a expensas de qué ocurre con el trámite parlamentario de los Presupuestos Generales de Navarra, que arribarán a la Cámara en los próximos días. No obstante, la intención es acabar con Álvaro Miranda (16 de noviembre); Yolanda Barcina (14 de diciembre) y Miguel Sanz (21 de diciembre).