José Calvo Sotelo, líder de la derecha antirrepublicana en tiempos de aquella fugaz II República española, era personaje dado a las frases lapidarias que venían a producir el efecto de los grandes titulares que hoy día prodigan algunos significados políticos. Fue célebre aquella de “prefiero una España roja antes que una España rota”, en alusión la efervescencia nacionalista que bullía en Cataluña, en Euskadi y en Galicia. Caló aquella consigna, como caló, y vaya si caló, su amenaza “sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse a favor de España”. Vistos sus desastrosos resultados será mejor obviar la segunda frase lapidaria pero sí habrá que tomar en serio la primera, puesto que en ella andan juntos y revueltos los tres partidos que, según las encuestas, viajan unidos camino del poder. Unidos por España, su España, claro.

El nacionalismo español ya está activado a golpe de rojigualdas, de “a por ellos” y de soflamas vociferadas por los tres dirigentes, Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal. Arengas amplificadas por medios de comunicación afines que no se resignan a haber perdido el favor del poder. Así como la proclamación de la República en 1931 sirvió de pretexto al fascismo falangista y al golpismo militar africanista para encender la mecha de la sublevación, el procés de Cataluña ha encendido la mecha de la reunificación nazi-patriótica. A golpe de titular -como las consignas de Calvo Sotelo- se ha enardecido el espíritu anticatalán a lo largo y ancho del reino para sumar votos contra los que pretenden “romper España”.

Puede dudarse razonablemente que haya grandes diferencias entre los tres partidos que aspiran, unidos, a repetir en el ámbito del Estado el éxito que han obtenido en Andalucía. En realidad, lo que les une es su furibundo nacionalismo español pero que en su matiz más fanático, en su proyección más primitiva y belicosa delegan el trabajo sucio en Vox. Un nacionalismo ramplón trufado de xenofobia y homofobia. Un nacionalismo centralista, machista, intolerante, que se cree tocado por el dedo divino. Un nacionalismo compatible con una España con único destino en lo universal, una España basada en la familia, el municipio y el sindicato (único), una España de patrones y siervos, una España entera y sólo una bandera? En fin, una España facha que desde los estertores del franquismo estaba agazapada en el Partido Popular y que ha vuelto a armarse ante “el desafío catalán” y ha puesto a cabalgar a Santiago Matamoros en la reconquista.

La marea facha, puro populismo, se ha visto favorecida con la ola generada por el miedo al extranjero que provocó el triunfo de Trump y el de las derechas extremas en Europa y Latinoamérica. El ultranacionalismo español traga con todo y aprovecha la tragedia de la inmigración, o el ejercicio del derecho a decidir, o las reivindicaciones feministas, o el transexualismo, o la pluralidad del concepto de familia, o las peculiaridades territoriales, o cualquier expresión de las libertades democráticas logradas con tanto esfuerzo, para fortificarse en su exclusivo concepto de un Estado autoritario, subyugado por la derechona de toda la vida.

Estamos ante el primer ensayo. Partido Popular, Ciudadanos y Vox, unidos en la vieja y siniestra proclama de Calvo Sotelo. Quizá, siendo complacientes, se podría reconocer entre los afiliados a los dos primeros partidos algún ramalazo democrático, pero es tal su ansia de poder y su afán de revancha que no van a hacerle ascos a las exigencias del partido de Abascal para sumar los votos necesarios, y estos, los de Vox, vienen a salvar a España? por si quedan militares patriotas dispuestos a sublevarse. Afortunadamente, no estamos en el 36 pero la apelación a la unidad sempiterna de España es capaz de aunar voluntad de voto de nostálgicos, ignorantes, acomplejados y matasietes. En ello están confabulados los tres tenores fachas, como en su día lo estuvieron Bono, Chaves y Rodríguez Ibarra peregrinando de plató en plató, en aquella ocasión contra el secesionista Ibarretxe.

Casado, Rivera y Abascal quieren el poder a toda costa en base a la unidad de España y su bandera. A fin de cuentas, siempre podrá venderse este contubernio como necesario para desalojar a un Pedro Sánchez que está donde está porque le apoyaron los que quieren romper España. Y, como bien dijo el profeta Calvo Sotelo, antes roja que rota. O, lo que viene a ser, antes facha, autoritaria, intransigente, clasista, centralista, machista, excluyente, fanática, carca? que rota.

Ah, y rojigualda.