pamplona - Yolanda Barcina vuelve una y otra vez a la misma fórmula para zanjar la polémica sobre las dietas de Caja Navarra, quizá el episodio que más factura pasó al último Gobierno de UPN: “Está todo bien”.

Es la máxima con la que trató de aparcar todas las preguntas que Arantxa Izurdiaga (EH Bildu) le formuló sobre las dietas dobles y triples, de hasta 2.680 euros cada una, que en lo peor de la crisis económica cobraron altos cargos de UPN en reuniones de diferentes órganos de Can, también en la comisión permanente de la junta de entidades fundadoras. Un órgano consultivo, de pocos nombres y desconocido incluso para algunos consejeros del Gobierno foral, con difícil encaje estatutario tras la reforma de 2010 y que permitió a los expresidentes Sanz y Barcina ingresar decenas de miles de euros en reuniones consecutivas con menos de media hora de separación entre cada una. En su momento, el escándalo fue tal y la derivada judicial tan incierta que Barcina y Sanz terminaron devolviendo esas dietas en marzo de 2013. Lo que pasa es que en julio de ese mismo año el Tribunal Supremo avaló el sistema al no apreciar nada ilegal. Ese ha sido el gran asidero al que se han agarrado todos (no sólo Barcina, también Goñi en la propia comisión) y del que no se ha soltado ninguno. Todo era legal, ergo todo estaba bien.

Y a partir de ahí, lo que se ha hecho con ella, a su juicio, ha sido una cacería. En torno a su persona se ha construido, dijo convencida, una “leyenda” falsa -como la del “hombre que mató a Liberty Valance”, ilustró-, que le hizo sufrir una persecución mediática (por parte de lo que al más puro estilo Trump denominó fake news); social (volvió a salir a relucir, cómo no, la canción de La Chula Potra y los tartazos); y judicial por parte de Kontuz!, asociación que considera incluso que le tiene que pedir perdón, tras todas las denuncias “que quedaron en nada”. Ella, que sólo es (así se definió) una “mujer trabajadora”; cuya acción política estuvo marcada “por la honradez y la transparencia”; que siempre ha actuado “con arreglo a la ley”; y mirando por el “bien de los ciudadanos”, fue una víctima.

el recurso a eta Pero al margen de elogiarse a sí misma, Barcina también se defendió. Eso sí, con el recurso a ETA que la derecha suele emplear para desviar asuntos incómodos, pero que no funciona cuando de lo que se trata es de analizar qué ocurrió en una caja de ahorros. “¿Quién decidía que fuesen reuniones dobles y triples? ¿Le sorprendió esa forma de actuar?”, cuestionó Izurdiaga, incidiendo en uno de los aspectos en los que a día de hoy hay incógnitas. “¿No le preocupan más las dietas por extorsión, por impuesto revolucionario?”, replicó como un resorte Barcina, apenas disimulando el gozo que le produjo ver que el guion se cumplía.

Lo mismo hizo para quitarse de encima otra pregunta que se habrán hecho muchos navarros, seguro que también muchos de esos 20.000 que abandonaron a UPN en las elecciones de 2015, y que apunta al contenido de esas reuniones tan bien remuneradas. “¿Tenían contenido efectivo? El acta de la reunión del 30 de agosto de 2011, convocada por usted misma, dice que no se informó de nada relevante. ¿No se cuestionaron la ética de todo esto?”, volvió a insistir Izurdiaga. “Algunas tenían más contenido que otras. Eso está juzgado ya. ¿Ustedes a día de hoy se cuestionan las extorsiones?”, contestó Barcina. “¿Hicieron seguimiento de la fusión con Cajasol?”, lo intentó, otra vez, Izurdiaga. “Para seguimientos, los que me hacía ETA cuando era alcaldesa”, cortó Barcina. Fue imposible.

Más allá de esas excusas, la nada o el silencio. Una vez se le agotó el comodín de ETA, Barcina recurrió a otros clásicos, como la falta de competencia, el paso del tiempo o la costumbre. Se sacudió de encima toda la responsabilidad al asegurar que ella nunca tomó parte de los órganos que decidían las retribuciones -que en cualquier caso estaban “en la media o en la parte baja” en comparación con otras entidades, dijo citando a Asiáin- e invitó a la comisión a “preguntar a quienes proponían estos cambios”, que consideró “cosas del siglo pasado”. Tampoco se sintió aludida cuando se le recordó que, después de renunciar a las dietas, el Gobierno foral se subió el sueldo un 33%. Defendió que esa medida supuso un ahorro y que incluso hubo personas que rechazaban entrar al Gobierno porque “las retribuciones ya no eran lo que eran”.

“Iban a usarlo contra mí”. Barcina puso el reloj de 5.000 € que Can le regaló en 2010 en el mismo plano que los detalles que la entidad hacía a los trabajadores cuando se marchaban. Terminó devolviéndolo porque “iban a usarlo” contra ella, según dijo.