pamplona - Dieciséis años en los distintos órganos de gobierno no han logrado que Yolanda Barcina, que ayer compareció en el Parlamento foral, sienta responsabilidad alguna por el hundimiento y la desaparición de Caja Navarra y de los casi 1.000 millones de euros de patrimonio que se han evaporado. Todo lo más, algo de “tristeza” como la que, según dijo, sintió en 1999 cuando Caja de Ahorros Municipal de Pamplona desapareció en su fusión con Caja Navarra. A su juicio, la pérdida para Navarra de una entidad financiera como Can es una cuestión “sentimental”, más que económica. “La obra social -dijo- se sigue haciendo” y es una de las más generosas si se pone en relación con el número de habitantes.

Por unas horas, la exalcaldesa de Pamplona y expresidenta de UPN y del Gobierno de Navarra regresó a la arena política. A un toma y daca en el que se siente cómoda, en el que no renuncia al comodín de ETA cuando es interrogada por EH Bildu y en el que no admitió dejación de responsabilidad alguna, sino que se mostró incluso retadora. “Extraña tanto que diez o quince años después estén aquí hablando de estos asuntos, en lugar de dedicarse a solucionar los problemas de los navarros... Si yo fuera presidenta del Gobierno de Navarra habría trabajado para que la sede de CaixaBank hubiese venido a Pamplona en lugar de a Valencia. Quizá con las políticas fiscales de mi gobierno, que hacían de Navarra atractiva, se hubiese conseguido”, dijo durante un interrogatorio de casi siete horas que aportó, eso sí, algunas novedades relevantes.

Quizá la más significativa de todas sea el informe del Banco de España de 2010, que aportó Geroa Bai, y que dibujaba a una Cajasol al borde de la quiebra. La entidad sevillana fue rechazada por Unicaja como socio en una posible fusión y terminó a finales de ese mismo año en Banca Cívica. Barcina eludió cualquier responsabilidad en esa decisión. “Para entonces -dijo- yo ya no estaba en la comisión de control, sino en la junta de entidades fundadoras. Y dudo mucho que ese informe lo hubiésemos tenido encima de la mesa, porque era confidencial y para cada una de las entidades. De haber tenido yo delante algo similar para Caja Navarra desde luego hubiese actuado, pero es cierto que igual el Banco de España quiso unir unas entidades buenas con otras no tan buenas”, admitió ya a última hora.

No hubo en cualquier caso enmienda alguna a la gestión de Enrique Goñi, propuesto para la dirección de la entidad “por el presidente”, Miguel Sanz, señaló Barcina, quien tuvo buenas palabras tanto para él como para Lorenzo Riezu, su predecesor en el cargo y para Manuel López Merino, último director de Caja Municipal de Pamplona. “Querían lo mejor para Navarra. Me ha dado mucha pena ver este enfrentamiento público entre ellos”, dijo.

la falacia de la desaparición Durante su intervención, la experimenta se ciñó en cierta medida al guion dibujado por Enrique Goñi, José Antonio Asiáin y Álvaro Miranda en las anteriores comparecencias. Pero con algunas matizaciones. Barcina, con menos complejos y al parecer menos ataduras, sí admite la desaparición de la entidad, pero recuerda que ni ahorradores, ni accionistas ni preferentistas han perdido dinero. Y, sobre todo, dibuja una realidad en la que lo sucedido parece no tener consecuencias: a su juicio da igual que Navarra posea o no una entidad financiera de referencia, no se ha perdido riqueza ni ingresos tributarios. “Me recuerda a lo que ha sucedido en Gipuzkoa o Álava, ahora integradas en Kutxabank, que tiene su sede en Bilbao”, llegó a decir.

Insistió también Barcina en una falacia: “Han desparecido todas las cajas menos dos (Onteniente y Pollença), la actividad financiera no la tienen, pero quedan las fundaciones”, dijo olvidándose de Ibercaja y Unicaja, que mantienen su nombre comercial, o que la fusión entre las tres cajas vascas era un viejo proyecto político, buscado por todos. “El puerto al que ha llegado Caja Navarra ha sido CaixaBank, que tiene una de las fundaciones que más recursos destina a obra social de Europa”, indicó.