Las elecciones del 28 de abril plantean numerosas incógnitas respecto a la futura distribución de fuerzas en el Congreso de los Diputados, pero una destaca por encima de todas: ¿cómo afectará la irrupción de Vox en la repartición de escaños de las circunscripciones? Así como los comicios de 2015 y la repetición de 2016 estuvieron protagonizados por la pugna entre el PSOE y Podemos, ahora la competición se da en una derecha dividida en tres siglas que no solo competirán entre ellas, sino que tienen el reto de sumar mayoría (el mágico número de 176 escaños) si quieren reeditar el pacto que les ha llevado a gobernar en Andalucía.

En esta tesitura, cobran importancia las provincias de menor población, a las que corresponden 3, 4 o 5 escaños, algunos de los cuales se decantan para una formación u otra por muy pocos sufragios. En estas circunscripciones, situadas mayormente en las dos Castillas, los asientos han ido a parar tradicionalmente al bipartidismo.

Sin embargo, con la llegada de Vox, en las filas del PP hay temor ante la opción de que la división en la derecha regale escaños a la izquierda. Es decir, que los apoyos que la formación de Santiago Abascal pueda rascar a los populares se traduzcan en una pérdida de escaños para estos, pero no los amortice Vox, sino el PSOE. Es tan notoria la alarma en Génova que el propio Pablo Casado ha pedido a Abascal que renuncie a presentarse en las provincias pequeñas.

Así lo explica el politólogo y sociólogo de la Universidad de Salamanca Alberto Penadés, autor del libro La reforma electoral perfecta: “Si Vox saca un buen resultado, digamos que más del 10%, se llevará escaños del PP. Si saca menos, tal vez el 5%, en algunos casos dividirá el voto de la derecha sin sacar escaño pero poniéndoselo más fácil a otro partido, que puede ser el PSOE o puede ser otro”. Penadés cree que este es un fenómeno que no se circunscribe solo a las provincias con menos población, sino que también puede ocurrir en algunas más grandes como las catalanas.

Así, por la distribución de circunscripciones en provincias y por las particularidades de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (Loreg), en la que el sistema D’Hondt premia la concentración y castiga el voto disperso, podría darse la paradoja de que el PP, Ciudadanos y Vox sumen más sufragios que el bloque de la moción de censura (PSOE, Podemos y nacionalistas) pero sin embargo la suma de escaños no les alcance. “Es posible con nuestro sistema electoral. Lo único que puede pasar al competir por separado es que se pierdan escaños”, explica el sociólogo. En todo caso, dependerá de la capacidad de arrastre que tenga en los territorios pequeños y medianos la formación de Pedro Sánchez, que encabeza todas las encuestas aunque con proyecciones muy dispares, en una horquilla entre el 20% y el 33% de apoyos -esta última cifra es la que le otorga el CIS más reciente-.

Por tanto, buena parte de la partida se juega en lo que se ha dado en llamar La España vacía, las provincias con mayor despoblación del Estado, donde en pocos votos se juegan muchos escaños, alrededor de un centenar que, según destaca Penadés, resultan “baratos” para los partidos. “Hay distritos muy grandes y distritos muy pequeños. En los primeros, los escaños son muy caros en votos y, en los segundos, más baratos”, incide. Así las cosas, los líderes de los principales partidos nacionales harán campaña en las circunscripciones pequeñas del interior.

Respecto al porcentaje de votos que Vox debería lograr para hacer daño al PP y robarle escaños, hay quienes lo sitúan en el 15%, mientras que otros lo fijan en un 10%. Alberto Penadés se inclina por este último dato: “Yo pongo esa barrera en el 10%, a partir de ahí puede sacar más de 40 diputados, un resultado enorme para un partido pequeño, mucho mejor que IU u otras alternativas que han tenido alguna vez un voto parecido”, argumenta.

el caso del senado En el Senado la situación para la derecha puede ser incluso más complicada. En esta cámara el sistema de elección es muy particular. Cada provincia reparte cuatro senadores -independientemente de su población- y en la papeleta los ciudadanos marcan tres nombres. Se pueden elegir candidatos de partidos diferentes, pero en la mayoría de los casos los votantes optan por los de la misma formación. Esto se traduce en que el primer partido suele llevarse tres senadores, mientras que el segundo tan solo uno. Por tanto, el partido más votado a nivel estatal tiene el control de la Cámara Alta.

En esta ocasión, siempre según los sondeos, todo apunta a que será el PSOE quien se haga con la mayoría del Senado, lo que supondría un duro revés para la estrategia de PP y Ciudadanos, que han prometido un artículo 155 duradero en Catalunya, para lo que necesitan controlar el órgano de representación territorial, a través del cual se activa la intervención de la autonomía. El líder de los populares, Pablo Casado, ya se ha mostrado en público preocupado por este aspecto y ha pedido a los electores que, aunque para el Congreso de los Diputados opten por otras opciones de políticas que no sean la suya, en la papeleta de la Cámara Alta marquen a los candidatos populares como “voto útil”.

una ley más justa En febrero del pasado año, Podemos y Ciudadanos unieron fuerzas para proponer una reforma electoral y avanzar hacia un sistema de repartición más justo. Ambas formaciones abogaban por introducir cambios en la LOREG, cuya modificación no requiere de mayorías cualificadas, sin tener que llegar a abril el melón de la Constitución. Sin embargo, ni PP ni PSOE mostraron interés alguno por cambiar una distribución de escaños que históricamente les ha beneficiado.

Para colmo, el movimiento de Iglesias y Rivera quedó en agua de borrajas con la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa y con la división del Congreso en dos bloques irreconciliables. Así las cosas, con la ley de 1977 todavía en vigor y la repartición mediante D’Hont, el éxito o el fracaso para los dos bloques a derecha y a izquierda puede depender de un puñado de votos.