Ione Belarra daba paso a la intervención de Pablo Iglesias en su mitin de reaparición en Madrid diciéndole “estamos tan orgullosos de ti como lo estarán Leo y Manuel (sus hijos)”. En apariencia era hacerle la pelota al jefe. En realidad, una frase que reafirma el hecho de que Podemos es más parecido a una secta que a una organización política. La manera en la que el líder ha hecho obligado para sus huestes tener que asumir sus circunstancias personales es propio de los dictadorzuelos que se creen dioses. Ha tomado decisiones sobre la estructura de poder de su partido vinculadas a sus amoríos, ha hecho tragar a los suyos con lo de la compra del chalé, y ahora vende una supuesta baja paternal de la que alardea en los platós como si fuera el primer hombre que cambia unos pañales. Todo en el personaje es una mezcla de cinismo y auto exaltación. Para Belarra era obligado alabar a la deidad en el día de su Advenimiento, el momento en el que regresaba de unas semanas en su casa, a los que sólo él y algunos periodistas entregados llaman baja laboral para el cuidado de hijos. Una baja consiste en interrumpir las obligaciones laborales sin cesar derechos como la retribución. El diputado Iglesias no tiene obligaciones laborales porque no es un empleado por cuenta ajena. Un día decide dejar de ir al Congreso y no tiene que rellenar un solo impreso. Seguirá cobrando íntegros salario y complementos sin que nadie pregunte nada, porque se le paga por ser un representante, no por ningún contrato. Ofende a quienes sí han de observar las condiciones legales que este mendaz se haya puesto a su nivel. Ayer en Pamplona asistimos a una nueva jornada del tour del Advenimiento, en el que Él se volvió a manifestar ante nosotros. Esta vez Belarra no se licuó tanto como en Madrid. Ella y Aznárez atacaron a la derecha mientras a su vera el del chalet pensaba que ha salido el sol y ya es momento de arrancar la depuradora de la piscina.

Podemos va a sacar en las próximas elecciones la mitad de diputados que los que ahora tiene. No hacen falta muchas encuestas para saberlo, basta con ver lo que se ha ido dejando en el camino estos tres últimos años, tanto como grupo humano -de los fundadores apenas quedan al frente los papás de Leo y Manuel-, como en relación con sus alianzas territoriales -la marca apesta y de ella huyen mareas y compromisos-. En lo que Iglesias piensa últimamente no es tanto cómo su formación puede representar a esa gente que dice defender sino en su pura supervivencia dentro de la política. En condiciones normales alguien que pierda la mitad de los escaños es pasado por la piedra a la mañana siguiente de conocerse los resultados. Pablo, en cambio, tiene otro plan. No importará el descalabro si al menos obtiene el número suficiente de diputados como para facilitar la investidura de Sánchez, para la que exigirá conformar un gobierno de coalición. De manera que aunque Podemos baje y sea incluso superado por Vox, Iglesias será vicepresidente. Para mantener la basal electoral y frenar tanta desafección, hoy habla de la maldad de los empresarios y las televisiones. Cuenta que se ha reunido con gentes poderosas y el mundo del dinero le ha dicho que prefiere a Rivera como aditamento para la gobernabilidad. Ha sacado el látigo contra esas televisiones de directivos italianos, porque él prefiere los programas que produce HispanTV, financiados por Irán, o los de Monedero en PúblicoTV, pagados por su millonario compadre Roures. Tiene el personaje tanta coherencia como cemento bajo su barbita. Lo último es mostrarse como víctima de un Villarejo al que acusa de espiarle por orden del PP. Que hay cloacas y claoquillas y que estas ha intervenido en descabalgamientos políticos nadie me lo tiene que explicar a mí. Pero lo de Iglesias, según informan fuentes fiables, tiene que ver, una vez más, con cosas cuyo epicentro está en su vida privada. El teléfono de su ayudante parlamentaria y ex-alumna fue sustraído por causa de un despecho sentimental y puesto sobre la mesa del director de Interviú al que se le ofreció la versión posmoderna de lo de Lequio y Mar Flores. Desechada la publicación de ciertas fotos, el USB con el contenido del móvil acabó, entonces sí, en poder de Villarejo. Ahora nos cuentan que se trata de una operación del Estado contra Podemos. En realidad es una más de este impostor.