bruselas - El 26 de mayo, Europa decide qué camino tomar: el de una Unión Europea que cree en sí misma y quiere seguir avanzando por la integración o una que se reduzca a la mínima expresión y lleve a cada socio a buscar alianzas fuera del bloque.

Están llamados a las urnas más de 500 millones de ciudadanos europeos, de los que alrededor de 100 siguen indecisos, apuntan los sondeos, en los que, atención, en sus manos está nada menos que el futuro de Europa.

Pero, ¿qué está realmente en juego en las europeas?

Por un lado, la prosperidad de una Unión Europea que siga otorgando derechos a sus ciudadanos, desde viajar por la zona Schengen sin pasaporte, hasta el derecho a trabajar en otros países de la Unión Europea sin barreras o incluso a llamar sin sobrecostes de itinerancia (roaming).

Por otro, la opción de pertenecer a un bloque que trasciende las fronteras nacionales en el tablero global, como la mejor opción para hacer frente a las grandes potencias mundiales que ejercen su poder con creciente desprecio al multilateralismo y las relaciones internacionales clásicas.

La Unión Europea ha garantizado la paz durante los últimos setenta años, algo excepcional en la historia de Europa; sin embargo, eso no es óbice para que algunos empiecen a creer que les iría mejor bajo el ala de otras potencias, desde Rusia a EEUU.

Si los ciudadanos apuestan mayoritariamente por fuerzas euroescépticas, se devolverán más competencias a los Estados, y se quedará por el camino, entre otras iniciativas por completar, la llamada unión bancaria con la que se espera evitar futuras crisis de deuda en la eurozona como la que azotó a la UE en 2008.

En materia social, también podrían frenarse definitivamente medidas como nuevas normas de conciliación laboral y familiar o una directiva de cuotas de mujeres en la dirección de empresas públicas y privadas.

En definitiva, en manos de la ciudadanía europea queda seguir apostando por las políticas de la UE o denunciar el sistema comunitario que exija mínimos denominadores de progreso a los más rezagados o que las capitales recuperen el timón de su rumbo. - L.M.