pamplona - En puertas de la votación de investidura, el pulso entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha llegado, al menos en apariencia, a un callejón sin salida. Unas horas después de que el candidato a la presidencia hiciera público que la entrada de Iglesias en su gobierno es el principal escollo para el acuerdo, las bases de Podemos respaldaban a su líder con un 70% de votos en la consulta interna a favor de un ejecutivo sin vetos. Pero el socialista exige a Iglesias que renuncie a su aspiración y le ofrece a cambio consensuar otros nombres de Unidas Podemos con un perfil técnico y especialista para formar un gobierno de coalición y, si no lo acepta, retirará el emplazamiento y no seguirá vigente en septiembre. Iglesias, a su vez, en teoría no puede echarse atrás y renunciar a ser ministro porque la consulta a la militancia es vinculante. En medio del embrollo, algunas fuentes de Podemos filtraron que, en realidad, hay algo bueno en esta disputa: Sánchez ha hecho oficial la propuesta de coalición y solo rechaza a Iglesias, aunque este veto fue recibido con duras críticas en la cúpula morada y recular sería complicado. Podría abstenerse, pero a Sánchez no le vale porque no tiene los votos catalanes.

Hace días que Sánchez decidió pasar al ataque en el marco de esta atípica negociación, pero ayer sacó la artillería y todo el plomo que le quedaba al PSOE en sus cuarteles para redoblar la presión. Dejó totalmente expuesto a Iglesias al airear que el principal obstáculo para llegar a un acuerdo es su insistencia en ser ministro del Gobierno español, un asunto que Sánchez sacó a relucir para presentarlo como un empeño personalista y tratar así de debilitar su posición. Lo presentó casi como una obsesión al decir que el “99,9%” del diálogo ha girado en torno a los cargos y no al programa. Hasta ahora, no lo había admitido o, incluso, lo había negado. Ayer lo dijo varias veces y deslizó que quiere la vicepresidencia. Y lanzó un ultimátum: avisó de que Iglesias tiene que dar un paso atrás, renunciar a sus aspiraciones de ser ministro, y conformarse con la entrada en el gobierno de personas cualificadas de su partido porque, si dejara caer la investidura en la próxima semana, esta oferta será retirada y no habrá más.

Sánchez dinamitó las esperanzas que pudiera tener Podemos de rascar algo más si aguanta el pulso hasta septiembre. No se trata de que Sánchez no vaya a ceder más, sino de algo peor: si fracasa la investidura de la próxima semana, caducará la oferta de coalición y solo habrá gobierno en solitario. El socialista protagonizó un nuevo episodio en el periplo que tanto él como Iglesias están llevando a cabo en platós de televisión y de radio, donde la discreción ha saltado por los aires y el escenario ha conducido a una quiebra total en la confianza. En una entrevista concedida a La Sexta, avisó de que, si Iglesias se abstiene o vota en contra el martes y el jueves, ya no habrá más negociación. Sánchez se limitará a buscar la abstención de todos y lo fiará todo al vértigo a una consulta el 10 de noviembre.

La entrevista tuvo algunos momentos teatrales, con Sánchez haciendo gestos de negación con la cabeza mientras se reproducían declaraciones de Iglesias, y consternado cuando conectaron en directo con el parlamento riojano justo en el momento en que la única diputada de Podemos vetaba la investidura socialista por su exigencia de entrar en el gobierno. Tampoco negó las filtraciones que vinieron desde la Ejecutiva socialista, donde se señaló que Iglesias había pedido una vicepresidencia social; las áreas de Hacienda, Trabajo, Seguridad Social y Medio Ambiente, y algo tan delicado como la comunicación del Gobierno.

Sánchez aseguró que la entrada de Iglesias es “el principal escollo”. “No se dan las condiciones para que el señor Iglesias sea miembro de ese gobierno”, dijo. Ofreció tres razones. Por un lado, las diferencias sobre Catalunya, el derecho a decidir, la existencia de presos políticos y la aplicación del artículo 155 para suspender el autogobierno en escenarios de ruptura unilateral. Por otro, los problemas de disciplina interna en Podemos y las dificultades de Iglesias para controlar el discurso de su filial en La Rioja o de los comunes de Ada Colau en Barcelona. Por último, reconoció la desconfianza que se profesan. Se dirigió al entrevistador, Antonio García Ferreras: “¿Usted se imagina que alguien quiera ser su subdirector porque no se fía de usted?”.

Sánchez expuso a continuación su oferta para dar entrada a miembros de Unidas Podemos en su gabinete, pero con fecha de caducidad. “Lo mejor que podría hacer el señor Iglesias es entender que, para que se pueda fraguar un gobierno con la suficiente cohesión interna, debe dar un paso atrás y permitir la incorporación de algunos ministros de Unidas Podemos, cualificados, que podamos consensuar. Porque yo no quiero vetar a nadie, pero tampoco quiero que me impongan a mí los nombres”, aclaró. A partir de ahí, lanzó su ultimátum. “Cualquier formulación de entendimiento que haya después de su voto o abstención, después de una investidura fallida la próxima semana, no pasará ya más por una coalición”, dijo, para añadir después que “no habrá ninguna oferta”. “Apelaré a la responsabilidad de todos y, por tanto, una abstención de todos para que gobierne la lista más votada”, zanjó.

NO VALE LA ABSTENCIÓN Sánchez necesita una mayoría absoluta en la primera votación del martes, pero le basta con tener más votos a favor que en contra el jueves. Ha lanzado todo tipo de globos sonda, como barajar el voto a favor de los nacionalistas vascos y catalanes, y la abstención de Podemos. Sánchez lo enfrió ayer al asegurar que JxCat “ya ha dicho que votará en contra”, y ERC y Bildu “se abstendrán y no votarán a favor”. Por ello, aclaró que no le vale la abstención de Podemos. De ahí que vaya a considerar una ruptura toda posición de Podemos que no pase por un voto a favor. Si no lo logra la semana que viene, cerrará la puerta a la negociación y arrojará la llave al mar. Podemos espera que sea un farol.