pamplona - Antoni Gutiérrez-Rubí es un hombre que vive intensamente su profesión. Divulgador, analista y asesor, acaba de publicar un ensayo sobre la emoción en la política, a pocos días del arranque de la campaña de las Generales. Dada su apretada agenda, le localizamos en Argentina, colaborando en la campaña presidencial de Sergio Massa, de la coalición del Frente de Todos. Pese a todo, nos hace un hueco para comentar telefónicamente las claves de su último libro, y analizar algunos aspectos de la actualidad más cercana.

Gestionar las emociones políticas se llama su libro. ¿Lo hacen peor los políticos o el grueso de la ciudadanía?

-Las emociones políticas y sociales no son fáciles de gestionar, en buena parte porque no somos capaces de entenderlas ni identificarlas. Y la política tiene que aprender a gestionar el clima social si quiere tener la capacidad de entender a la sociedad a la que quiere representar. Yo creo que esa capacidad de comprender es más relevante que la de gestionar. La política es representación, y quien no entiende bien y no comprende bien, difícilmente representa ni gestiona.

Pero el factor emocional siempre ha estado ahí, como parte de la esencia de lo político...

-Sí, pero cuando la política está siendo debilitada, y eso sucede en todo el mundo, y cuando la desconfianza o el descrédito aumenta en los partidos, líderes o instituciones, se produce una auténtica grieta entre representantes y representados, y es en ese momento cuando las emociones juegan un papel especial protagonista muy importante.

¿Dónde se sitúa la línea que separa la necesidad de saber leer las emociones y el deber de no sobreexicitarlas?

-Es un punto de equilibrio complejo. A mi juicio serían tres cosas las que hay que hacer frente a las emociones. Primero: conocer más cómo funciona nuestro cerebro, entender que acabamos pensando lo que sentimos, conocer más de neurociencia. Reconocer más que en el fondo nuestra racionalidad también depende profundamente de nuestra emotividad. Me parece que en general hay un déficit de conocimiento sobre cómo funciona el cerebro y la construcción de opiniones. Hay un cierto desprecio, y se desprecia lo que se ignora. Segundo: me da la sensación de que desconocemos el potencial de las emociones para gestionar una mejor comunicación y praxis política, para que sea efectiva, comprendida, aceptada y reconocida. Utilizar las emociones, en el mejor sentido del verbo, para introducir elementos de revitalización de la política. Y tercero: estar más atentos a la evolución de las emociones . La gente vive con estados de ánimo muy sobreexcitados y muy conectados. La conectividad permanente hace que un estado personal rápidamente puede encontrar una comunidad de personas que comparten las mismas cosas o comparten las mismas preocupaciones. Y eso va a obligar a la política a tener un radar más fino ante la evolución de las emociones. Creo que si se hacen bien estas cosas, la política tiene una oportunidad de reconectarse con la ciudadanía y superar esa brecha que hay en estos momentos de confianza y credibilidad.

A veces se hace la equivalencia entre emoción e irracionalidad. Pero hay muchos tipos de emociones.

-Claro, hay muchísimas que movilizan y comprometen. La compasión, el amor, el entusiasmo, la esperanza... Las emociones son contagiosas, las pesimistas y las optimistas. En momentos de crisis como la actual, entender que un diseño emocional de la política puede permitir un empoderamiento de la ciudadanía respecto a su destino es importante. No desprecien aquello que es consustancial al ser humano, como es la dimensión emocional y en algunos casos espiritual. Frente a una arrogancia que hemos tenido desde la racionalidad política e ideológica, con respuestas para todo, la gente se está haciendo preguntas , para encontrar nuevas respuestas.

A priori, todos los partidos intentan generar emociones.

-Pero no se trata tanto de las emociones propias de la política, sino las de la gente. Es entender a los demás. No se trata de simpatía, sino de empatía, de ponerse en los zapatos del otro.

Eso resulta bastante más exigente...

-Ser simpáticos puede ser una condición necesaria. Pero para mí lo imprescindible es ser empático. Personalidades menos extrovertidas pero más empáticas son las que necesitamos en estos momentos. Esa distancia e impermeabilidad emocional con la que se muestra una simpatía casi de marketing, pero no empático, es la que hay que romper. Necesitamos empatía no simpatía.

Usted es catalán, un estado de ánimo que se debería saber leer es el que late en la centralidad de Catalunya.

-Hay una realidad de insatisfacción por un porcentaje muy importante de la sociedad catalana, que podríamos establecer alrededor del 50%, y ese estado de ánimo es rocoso y contundente. Y esa insatisfacción hay que entenderla primero y atenderla después. No se atiende bien lo que no se entiende. Lo primero: la política tiene que encontrar soluciones políticas a un problema que parece que tiene naturaleza política. Lo segundo: los sentimientos y las emociones nacionales son sensibles. Cada uno tiene derecho a sentirse o español o catalán. Ese derecho es irrenunciable. Respetar el sentimiento nacional es un punto de partida mínimo. Aceptar que no todo el mundo tiene el mismo sentido nacional y eso no nos impide llegar a acuerdos. Yo no juzgaría nunca a nadie por un sentimiento nacional. Respetemos las emociones de la gente. Y establezcamos fórmulas de convivencia, colaboración y resolución de cualquier tipo de problema.

Le ha pillado en Argentina, pero ¿cómo cree que se han gestionado los códigos comunicativos en la exhumación de los restos de Franco?

-Honestamente pienso que no es fácil contentar a todo el mundo, pero creo que ha habido un esfuerzo de contención y dignidad en esta decisión. Más allá de los intereses electorales de los actores en liza, espero que se reconozca que ha habido un trato respetuoso principalmente con las víctimas. No nos centremos tanto en cómo se hizo el traslado, ahí puede haber discusiones, centrémonos en lo fundamental, que no puede haber un monumento de interés público nacional que ensalce a un dictador. Eso se ha resuelto, dignifica la democracia y dignifica a España. Damos un paso hacia adelante, abrimos una nueva etapa.

Habla de la necesidad de una política que cuide la proximidad, pero los partidos parecen haberse convertido en maquinarias de captación de votos. Y eso abarca a los asesores.

-En sociedades líquidas como las nuestras hay liderazgos sociales, políticos o públicos que no están en ninguna organización. La micropolítica es entender que tus interlocutores no solo son organizaciones, sino que hay nuevas representaciones que tienen que ver con la influencia, no con la posición en un organigrama. Respecto a los asesores, debemos centrarnos en ayudar a que las organizaciones y liderazgos políticos entiendan mejor a la sociedad que quieren representar. Esa capacidad de reconectar la política con la ciudadanía debe ser el principal trabajo de un asesor desde mi punto de vista.

“Para liderar el cambio es imprescindible hacerse cargo del estado de ánimo de los otros”. Una idea subrayable ante el próximo 10-N.

-Medir e interpretar mejor el estado de ánimo, de una manera profunda, no superficial, parece clave para el éxito electoral y para orientar y adecuar la oferta política.

¿Cómo ve la inminente campaña electoral?

-Todos los líderes políticos que se presentan a estas elecciones están de alguna manera reinventándose. Ninguno de ellos tiene mucha experiencia de gobierno, tampoco el propio presidente en funciones. Todos son relativamente nuevos en la oferta electoral. El que tenga la mejor historia seguramente tendrá más capacidades electorales.

Lo ha mencionado antes y lo escribe en el libro: “El pesimismo es tan contagioso como el optimismo”. En una campaña tan corta, medio año después de la anterior, ¿va a ser difícil manejar los estados de ánimo?

-En general, se interpreta mejor el estado de ánimo cuanto más profunda es tu relación con el entorno. Veremos quién entiende mejor lo que está pasando. Son unas elecciones con unas características que las hacen especialmente atractivas.

Colección . El prólogo del nuevo libro de Gutiérrez-Rubí lo han escrito el navarro Jorge Urdánoz, profesor de Filosofía del Derecho, y Cristina Monge, politóloga, profesora y analista. Ambos son los coordinadores de la colección ‘Más democracia’, editada por Gedisa, en la que también ha publicado el filósofo Daniel Innerarity, y en la que se enmarca este ensayo de 126 páginas, dirigido a lectores que en dos semanas serán electores, según valora el propio Gutiérrez-Rubí.

“Quien no entiende bien y no comprende bien difícilmente representa ni gestiona”

“El principal trabajo de un asesor, desde mi punto de vista, es ayudar a reconectar la política con la ciudadanía”