l Secretario de Estado de Comunicación trabajó en el equipo de Iñaki Gabilondo en la Ser, y posteriormente como editor y presentador de informativos en la cadena de televisión Cuatro. Al ser nombrado para el cargo oficial pasó a formar parte del Gobierno, con los derechos y obligaciones inherentes. Sin embargo, sigue refiriéndose a cualquier periodista que acude a las ruedas de prensa de Moncloa como "compañero". Miguel Ángel Oliver, sin demérito de una trayectoria profesional notable, pretende ser un enviado de la libertad de prensa al centro operativo del poder, cuando su labor es en realidad completamente la contraria: mitigar el impacto que en estos complicados momentos tenga la crisis del coronavirus en las estructuras políticas que le son propias. Las ruedas de prensa se han tenido que cambiar por la fuerza de la protesta de varios centenares de periodistas que no aguantaban más un mecanismo consistente en remitir por anticipado el texto de las preguntas para que Oliver las escogiera antes de formularlas. Ahora ya se funciona de otra forma, otorgando la palabra al medio y que este plantee lo que quiera sin tener prevenidos a los ministros. Que las cosas se hicieran mal desde el principio no era ni por casualidad ni como consecuencia de las limitaciones técnicas. Ha sido el muy premeditado modo en el que se quería coartar la libertad de información justo en el momento en el que ésta es más importante. Ha sido la intención indisimulada del Gobierno por acaparar el espacio informativo con el ventajismo de controlar incluso las preguntas que los periodistas pueden hacer. Ha sido un ejemplo de hasta dónde se quiere hacer prevalecer el mando político sobre los derechos de la sociedad.

Está mal mentir en política, porque la mentira no es parte esencial de ella aunque mucha gente lo piense. Se miente de muchas maneras y de forma constante, ciertamente; emitiendo falsedades, tergiversando cifras o manteniendo actitudes hipócritas. Combatir la mentira con más mentira es estrategia común en el debate público. Nunca la sociedad merecerá la mentira, aunque no siempre se repudie como correspondería al mentiroso. Lo que es difícilmente aguantable es que se opte por la mentira en momentos de emergencia sanitaria, social y económica como los actuales, en los que se supone que no cabe otra cosa que la veracidad extrema como instrumento de defensa frente a la incertidumbre. El muy poco sospechoso medio digital maldita.es, criado en las ubres de La Sexta, el mayor apoyo mediático del actual gobierno, ha analizado lo dicho por Pedro Sánchez ante el Congreso el pasado jueves, y presenta las razones por las que considera que no hizo otra cosa que mentir. Mintió cuando dijo que España era el país que antes tomó medidas, cuando dijo que somos quienes mejor contabilizamos la situación, y cuando dijo que también éramos los mejor clasificados por la universidad de Oxford. La mentira se ha hecho tan habitual en el personaje que ni siquiera es capaz de hilvanar un discurso basado en la verdad en un momento histórico como este. Necesitamos un estadista y tenemos un tramposo.

Los profesionales de la salud pública son de lo mejor que he conocido en mi vida. Gente vocacional, con una capacidad intelectual superlativa, que constantemente están actualizando sus conocimientos, y que saben que trabajan para servir a los intereses generales. Gente que podría aspirar a puestos mejor remunerados y que sin embargo ejercen muchas veces en la soledad de una mesa de trabajo, con un ordenador del que salen ideas fundamentales en cualquier momento, y mucho más en estos. Es de suponer que el gobierno está consultado diariamente a un grupo de ellos, pero nadie conoce quiénes son los asesores ni cuáles sus informes. Por tanto, tampoco se sabe si se les atiende o, como parece, se usa el genéricos de "los técnicos y expertos nos recomiendan" para que el político haga lo que se le ocurra. En otros países los informes se publican en el mismo momento en el que se le pasan al ministro. Aquí tenemos que aguantar la apariencia de autoridad en nombre de la salud pública, como se aceptaría la de un chamán por el colorido de las plumas con las que se presenta. Lo último: se publica que Iván Redondo, el que algunos consideran gurú de Sánchez y que no pasa de ser un aventurero, será el que coordine el llamado "desescalado", el largo camino hacia la normalidad civil y económica. Mientras la política dispensa manipulación en todas las versiones posibles, al ciudadano se le piden unos inmensos sacrificios, presentes y futuros.

Está mal mentir en política, porque la mentira no es parte esencial de ella aunque mucha gente lo piense