in salud no puede haber desarrollo social o crecimiento económico". Esta antigua advertencia de Hiroshi Nakajima, quien fue presidente de la OMS, hoy ya fallecido, cobra ahora un nuevo relieve, convertida en el quebradero de cabeza para gran parte de la política y la economía mundial. En cuestión de un par de meses nos hemos dado de bruces con una gigantesca crisis, ligada a una epidemia vírica, cuyo combate ha dejado una economía perforada para este año y cargada de incertidumbres para los siguientes ejercicios.

En estas circunstancias, de muchas dudas y no tantas certezas, la anterior crisis económica, aún tan fresca, debería servir de recordatorio permanente para articular una salida social a este nuevo desplome, desde una filosofía que se puedan sostener en el tiempo y una gestión más inteligente de las prioridades.

El pasado martes se cumplieron 10 años del gran recorte de Rodríguez Zapatero, previa llamada de Obama. Zapatero había prometido que no permitiría retrocesos en política social por muy fuertes que fuesen las "presiones de determinados sectores", y terminó doblegado, entregando su hegemonía a la derecha. En Navarra, la historia fue diferente, pero tiene un actor común: los socialistas. La determinación del actual Gobierno de no repetir antiguos errores coloca al PSN frente a viejos fantasmas: su fracasada coalición con UPN en el Gobierno presidido por Yolanda Barcina. Una etapa política diametralmente diferente de la actual, pero con lecciones aprovechables para el actual Ejecutivo. Aquí van 7 reflexiones, que tienen que ver tanto con la solidez política como con un componente humano adecuado.

Barcina fue investida en julio de 2011, y en septiembre de ese mismo año compareció con su Gobierno al completo para emular el tijeretazo de Zapatero. Nueve meses después, en junio de 2012 rompió con el PSN. La coalición duró un raquítico curso, y confundió deseos con realidad. Chivite, en cambio, preside otra coalición con la perspectiva de lo sucedido entonces, su gobierno acumula más rodaje y a priori está más vertebrado, con progresisimo e izquierda entre sus socios y en línea social con Moncloa . Pero al mismo tiempo se enfrenta al estallido de una crisis abrupta e inédita, con un alto coste de vidas humanas, y por tanto con un componente "emocionalmente durísimo", como ha reconocido la presidenta. El Gobierno va a tener que mostrar no ya capacidad de resiliencia, sino sobre todo de anticipación en las próximas semanas y meses. De cómo encauce y enfoque su plan reactivador dependerá el devenir del próximo curso político, ya de por sí incierto por el comportamiento del virus, y difícil por el desgaste económico acumulado.

Aquella esperanza inicial de los primeros días de confinamiento se ha convertido en una grave preocupación social. La recuperación en 'V' resulta ya una quimera. La crisis ha vuelto a entrar en nuestras vida, con una inusitada crudeza. El desplome recaudatorio sobre lo inicialmente previsto será histórico, con un agujero calculado en 818 millones que a pesar de que pueda amortiguarse con fondos del Estado y de la UE y con emisión de deuda, refleja la magnitud del desplome. Hará bien el Gobierno en asumir que la legislatura va a estar de una y otra manera marcada por el coronavirus. Por de pronto, las necesidades de todo tipo y en todos los sectores se multiplican a velocidad acelerada, a pesar de los ERTE. Cuanto más tiempo dure la crisis, mayor será el estrés del Gobierno, en la medida que en paralelo crezca la sombra del déficit. Este verano es clave a la hora de coger aire y tratar de ganar tiempo.

El Ejecutivo presidido por Barcina falló en su vertebración, y la desconfianza entre UPN y el PSN fue mutua, con problemas y desavenencias también de tipo personal. En 2011 Barcina pretendió simultanear el pacto en Navarra con el PSN con una alianza para las Generales con el PP. Una pretensión inviable. Ocho años después, Esparza cayó en la misma piedra en otro año de elecciones Generales y forales, ante un PSN más escarmentado, que contaba con la posibilidad de aliarse con Geroa Bai, coalición avalada en tareas de Gobierno sumando por otro lado la experiencia añadida y depurada de Podemos, tras cuatro años tormentosos en el Parlamento. Hoy Chivite presume de tener un Ejecutivo bien empastado, con dos vicepresidencias que dan musculatura al Gobierno y sirven de engrase entre su partido y Geroa Bai. Toda labor de cohesión será necesaria para un Gobierno que estará sometido a más tensiones. Y toda pericia económica será poca para la envergadura del reto de conseguir una salida social a esta crisis. En este sentido, el Departamento de Economía y Hacienda, en la anterior legislatura gestionado por Mikel Aranburu, profesional de la casa, va a adquirir un papel aún más determinante de la mano de la socialista Elma Saiz, que va a tener que mostrar cintura, manejarse con la presión y mostrar capacidad negociadora. Para empezar, porque el debate sobre una reforma fiscal ganará enteros a medida que transcurran los meses. Parte de la credibilidad y solidez del Gobierno se asentará sobre esta consejera, en una labor más ingrata, cuando los ingresos bajan y las necesidades suben. Como socialista recordará que en 2012 los desencuentros entre el consejero de Economía Álvaro Miranda y el ex líder del PSN Roberto Jiménez fueron uno de los detonantes de la ruptura del Ejecutivo foral entonces.

Tras el fiasco de la coalición entre UPN y los socialistas, teóricamente llamada a generar una larga etapa de estabilidad, Barcina inició una huida hacia adelante con un gobierno afín al de Rajoy, pero en clara minoría parlamentaria en Navarra. Encomendarse en esas circunstancias a resisitir cuando le quedaban tres años de legislatura era una pretensión con muchísimos boletos para que acabase en fracaso, como así sucedió. Por más que UPN se creyese un partido electoralmente incombustible, y favorecido por la inercia de Ferraz, las crisis aceleran los cambios sociales. En este caso, a un vuelco político plural y social, que hoy en cierto modo ha tenido continuidad hasta hoy. El Gobierno presidido por Chivite, si quiere ser coherente con dichos valores, deberá transmitir mayor empatía que la que supo o quiso mostrar el Gobierno de Barcina. Y eso requiere capacidad de autocrítica ante los errores que vengan, y firmeza frente al Gobierno del Estado cuando resulte preciso. En tiempos de personalización de la política, por más que la presidenta procure acertadamente rehuir de un exceso de protagonismo, Chivite sabe que una parte del talante y cercanía que transmita el Ejecutivo se escrutará en su forma de presidir y comunicar. Por el lado de su principal socio, Geroa Bai, siguen vigentes los principios sobre los que pretendió articular su alternativa, esbozada por Uxue Barkos en 2014, en la recta final de la etapa de Barcina. Cinco pilares sobre los que trató de edificar la legislatura 2015-2019 y facilitar en su medida la formación del actual Gobierno. "El cambio político en Navarra", dijo entonces Barkos, "debe buscar la convivencia, ser eficaz, creíble, duradero y sereno".

Por más que horizonte electoral quede lejano y no exista apremio electoralista, el Gobierno de Navarra, con sus socios al frente se va a someter a un duro examen con consecuencias demoscópicas a futuro. Particularmente se analizará la solidez y utilidad del acuerdo entre socialistas y Geroa Bai. Una apuesta "para marcar la política durante mucho tiempo" en palabras del vicepresidente Remírez, y para "ensanchar la centralidad desde una visión progresista", en palabras del vicepresidente Aierdi. Fundamentos que van a ser testados cuando no torpedeados en una situación mucho más complicada que cuando se fraguó el acuerdo. Lo que sí se sabía a comienzos de legislatura es que este Gobierno, en minoría, necesitaría entendimientos más amplios. En las actuales circunstancias, esa necesidad se redobla. Y aunque los Presupuestos que ahora toca revisar marcan un precedente en este sentido, Navarra Suma y EH Bildu ya saben qué es juntar sus votos para decantar la balanza hacia el lado de la oposición.

El Gobierno de Navarra no debe confundir su determinación social, en la búsqueda de un mensaje tranquilizador a la ciudadanía, con generar unas expectativas tan elevadas que puedan volverse en su contra a medio plazo. Por ejemplo: presentar Reactivar Navarra como un "plan integral para superar la crisis y crear un nuevo modelo económico, social y de participación ciudadana" es un punto de partida muy exigente, que requiere no solo de coherencia, sino de un criterio selectivo -y por definición sujeto a riesgos- a la hora de elegir los criterios de inversión pública.

El Gobierno de Barcina, ahogado en su soledad, discurrió en tiempos regresivos, con un PSOE falto de credibilidad, pero al mismo tiempo coincidió con los inicios del fenómeno que supuso Podemos. Esa mezcla de ilusión e indignación que tanto esperaba de una nueva política hoy es mucho más comedida, a pesar de que Unidas Podemos haya llegado al Gobierno central. La extrema derecha ha hecho acto de presencia, y la desafección, el escepticismo y frustración son ingredientes con los que este Gobierno también tendrá que contar a medida que avance el otoño.