l nacimiento de Navarra Suma en marzo de 2019 hizo fantasear a los líderes de la derecha tradicional. Cayetana Álvarez de Toledo, que por aquel entonces pasaba por ser la versión hardcore del nuevo PP de Casado, llegó a decir que la fórmula era la más inteligente que se había visto en la política española en muchos años, y que marcaba el camino para lo que será necesario en el futuro: la coalición de las derechas en el Estado si es que quieren volver al Gobierno alguna vez. No se sabe qué pasará en el Estado si un día las derechas apuestan por España Suma. Pero un año y pico más tarde, Navarra y más recientemente la CAV han demostrado que las grandes uniones por la derecha han sido un golpe de efecto en el mejor de los casos, pero un fracaso en los objetivos que ya mueve a sus cabezas pensantes a buscar alternativas o volver al antiguo esquema de cada uno por separado y luego, si eso, ya nos juntaremos.

En la CAV, PP+Cs (60.299 votos) ha perdido más de la mitad de los apoyos que obtuvo Alfonso Alonso en 2016 en solitario (107.357 el PP y 21.362 Ciudadanos); se ha quedado en cinco escaños absolutamente irrelevantes -los populares, la legislatura pasada, llegaron a ser claves-; y la plancha liderada por Carlos Iturgaiz -ungido por Casado, gran perdedor de la jornada del domingo- ha servido como caballo de Troya para los antiforalistas de Cs, que cuelan un diputado en la CAV por primera vez.

En Navarra, la historia no fue muy diferente. Sí, la coalición de UPN, PP y Cs sumó 127.346 votos; recuperó algunas alcaldías importantes, como Pamplona y Tudela; y ganó las elecciones con casi el doble de diputados que el segundo partido. Pero los 20 escaños de Esparza no fueron suficientes para gobernar, y la fórmula -con el PP dentro- espantó al PSN de un posible acuerdo, más teniendo en cuenta que la ola de Sánchez aupó a los socialistas navarros al escenario de sus sueños, el de poder gobernar.

Es pronto para saber qué ocurrirá tras el golpe de PP+Cs en la CAV, que pasa de 9 a 5 y de cierto protagonismo puntual a la irrelevancia. El escaño de Vox por Álava, histórico feudo del PP, ha sido el colmo. ¿Fue buena idea desterrar a Alonso, alcalde de la localidad durante dos legislaturas, tipo que conoce bien la CAV y su política y cambiarlo por un hombre de Mayor Oreja? Este panorama aboca al PP vasco a encaminarse hacia una refundación completa del partido. En Navarra, UPN, PP y Cs pospusieron con el resultado de las generales un debate que se está abriendo ahora: si la coalición fue una buena idea. No es casualidad que Sergio Sayas, candidato a la presidencia de UPN, insinuara durante la recentísima campaña del partido que los regionalistas tenían que volver a recuperar su protagonismo y su sigla. Sayas perdió ante Esparza, pero tuvo el 42% de los apoyos. Es decir, que no es el único con esa idea dentro de su partido. Incluso Esparza se ha dedicado a remarcar, desde que ganó el congreso del 28 de junio, que UPN es el partido más importante de Navarra Suma, en un esfuerzo por marcar terreno tras meses en los que la marca se ha diluido entre el centralismo del PP y el antiforalismo de Ciudadanos. Dos socios que, además, le han perdido totalmente el miedo a llevarle la contraria abiertamente a UPN, como acreditan varios desplantes en el Parlamento durante el primer año de legislatura -con sentidos de voto diferente o, directamente, con espantadas-.

De alguna manera, es ir metiendo en el debate una reflexión que ya han hecho algunos visionarios y medios de comunicación: que UPN tendrá que deshacer Navarra Suma y volver a la senda del acuerdo con el PSN, librándose del escaso margen que deja una coalición netamente de derechas. De alguna manera, algunos sectores plantean una vuelta a los orígenes foralistas y regionalistas, más centralistas, que permitan buscar alianzas puntuales desde el todavía gran espacio del centro-derecha. Igual tendrían menos escaños y dejarías más espacio a los competidores, pero a la larga sería más interesante desde el punto de vista de los acuerdos.

Galicia, en ese sentido, es un buen lugar del que intentar extraer alguna enseñanza. Feijóo ha arrasado en las elecciones más raras de la democracia. Con un brote de coronavirus feísimo en la marina lucense ha llevado más gente a votar que en 2016 -y a votarle a él, que pasa del 47,53% al 47,98%- y tiene 41 de 75, mayoría absoluta. ¿Cómo lo ha hecho? Con una agenda totalmente a la contra de la que han desarrollado PP y Cs en la CAV y UPN, PP y Cs en Navarra. Feijóo es un político hábil que conoce su gente y su tierra. Uno de cada tres votantes del presidente de la Xunta se reconoce galleguista por encima de cualquier otra etiqueta. A esos ha conseguido atraer Feijóo con su marca personal -nada de fórmulas ni coaliciones-, las siglas del PP muy escondidas y los líderes estatales bien lejos. Dos modelos diferentes para un mismo espacio, con muy distinto resultado en cada caso.

Alfonso Alonso en 2016: 107.357 votos en solitario. El exalcalde de Vitoria, bajo la sigla del PP, logró nueve escaños que por momentos fueron importantes en la legislatura pasada. Cs, por sí misma, 21.362 votos.

Navarra Suma en 2019: 127.346 votos y 20 escaños, pero no es suficiente. Esparza gana claramente las elecciones, pero no le da para gobernar en solitario y ha cortado el paso a posibles alianzas con el PSN.

PP+Cs en 2020: 60.299 votos y 5 escaños. Es el peor resultado de la derecha tradicional desde 1986.

Feijóo en 2020: mayoría absoluta y 47,98% del voto. La marca Feijóo, alejada del PP y de la coalición con Cs, arrasa.