a chispa prendió el pasado miércoles en el Senado, cuando Pedro Sánchez mostró su pesar por el fallecimiento de una personas en la cárcel. "Lamento profundamente la muerte de Igor González", afirmó el presidente y la derecha se le ha tirado al cuello. Lo que no deja de ser una expresión de humanidad hacia una persona bajo custodia penitenciaria del Estado se ha convertido en la polémica de la semana.

Para el líder del PP, lo que Sánchez hace es "condenar" la muerte de un etarra; para Ciudadanos supone "falta de empatía" y para Vox, por aquello de simplificar las cosas, es dar "el pésame a uno de sus cómplices de investidura". La fiesta la acabó redondeando UPN, que ve en la intervención de Sánchez en el Senado una "humillación a las víctimas". No está claro cuál hubiera sido para la derecha la respuesta correcta del presidente, pero vista la reacción de estos días -interrumpieron la intervención del senador autonómico Koldo Martínez la grito de "asesino" porque reclamó cumplir la política penitenciaria- seguro que también les hubiera parecido insuficiente.

Eso en Madrid, porque en Navarra la polémica absurda de la semana ha venido de la mano de la investidura de Iñigo Urkullu en Gernika, donde uno de los soldados que custodia el simbólico árbol de la villa vizcaína llevaba en la hebilla un escudo de la CAV con el cuartel de Navarra. Lo curioso del caso es que el uniforme de gran gala de la Ertzaintza con el Laurak Bat se ha venido utilizado así desde 1982 sin que nadie dijera nada. Ni siquiera cuando quien tomó posesión fue el socialista Patxi López, gracias por cierto a los votos del PP.

Pero ya se sabe que para la derecha foral cualquier vínculo simbólico con Euskadi es sinónimo de rendición, humillación y pataleta. Al menos desde que dejó el Gobierno. Y que arrasaría con cualquier elemento escultórico que evoque a la unidad de los cuatro territorios forales por muy antiguo que sea. Esta gente levantaría los cimientos de la Estatua de los Fueros si con ello se garantizan la vuelta a los sillones nobles del Palacio de Navarra.

En el fondo no se trata más que de alimentar un relato que abone el argumentario. Pedro Sánchez está tan rendido a ETA que ni si quiera se alegra cuando se muere un preso en la cárcel. Y Chivite tan sometida a sus socios porque no evita "el insulto y la falta de respeto" que supone "para todos los navarros" que en el cinturón de un antiguo elemento decorativo secundario aparezcan las cadenas de Navarra.

Ya vimos cosas parecidas la pasada legislatura. Como cuando al Gobierno le pidieron explicaciones porque el mapa de Navarra aprecia junto al de la CAV en el cartel de un acto promocional en Canadá; como cuando Barkos tuvo que dar explicaciones en el Parlamento porque no había impedido que Otegi utilizara la bandera de la comunidad en un acto de partido, o como cuando la derecha casi invade Euskadi porque alguien propuso que el 3 de diciembre también fuera fiesta allí.

No parece que aquello tuviera excesivo éxito electoral. Al menos desde el punto de vista de UPN, que sigue en la oposición, solo que esta vez bajo la marca de Navarra Suma incapaz de sumar cuotas de poder allí donde hay que buscar alianzas. Realmente, hace tiempo que estas cosas dejaron de condicionar a la opinión pública, que bastante tiene con superar la pandemia y sus consecuencias socio sanitarias como para preocuparse por los colores de un cinturón decorativo durante un acto en Gernika.

El problema es que el PSOE, al menos el PSOE de Pedro Sánchez, se ha dado cuenta de que dar la razón a la derecha generalmente le acaba condenando a la irrelevancia. Y si el PSOE no se achanta la derecha no rasca poder. Así que solo les queda subir el listón o cambiar una estrategia que polémica tras polémica ha acabado reduciendo el ideario de UPN a un mero simbolismo antivasquista. Tiempo tiene para la reflexión.

En su cruzada particular, la derecha ha sido incapaz de entender un gesto tan humano como lamentar la muerte de una persona

Polémica tras polémica UPN ha acabado reduciendo todo su ideario a un mero simbolismo antivasquista