- Además de profesor en la Universidad de Deusto, donde es director de varios programas, este exdiputado socialista (de 2004 a 2016) es jefe del Departamento de Relaciones Internacionales del Consejo Económico y Social.

¿Cómo ve el borrador de Presupuestos, augurando un proceso de enmiendas?

-Se aprueban en un momento muy delicado, crítico. Son los primeros de este Gobierno de coalición y su presentación ante la sociedad de cuál es su verdadero programa económico y sus objetivos para el cuatrienio, en un momento muy distinto al previsible en la constitución del Ejecutivo. Hay que felicitarse de que el Gobierno tenga unas Cuentas porque estábamos sin Presupuestos desde hacía dos años, y los de entonces a su vez también habían sido los únicos en otros dos años. La situación económica es inaudita, inédita, de crisis muy profunda y a escala global. Y se ha generalizado una segunda ola de pandemia de efectos que todavía están por ver.

Eso pone un interrogante sobre la eficacia de estas Cuentas.

-El Presupuesto tiene lo que tiene que tener. Es claramente expansivo, que es lo que hay que hacer en tiempos de crisis. Apuesta por el gasto social y la inversión pública, por la I+D+i, la educación, la transición energética... elementos imprescindibles para sostener la economía en este momento de crisis. Pero no sabemos si van a ser suficientes. Las previsiones de ingresos pueden generar algunas dudas. Se prevén superiores a los de 2020, pero se estiman mayores que los de 2019, año en el que la economía española creció a buen ritmo, básicamente había alcanzado su PIB potencial, y estábamos en una situación fantástica. Lo que genera más dudas son los efectos que pueda tener la segunda oleada de la covid sobre la economía de la Unión Europea. ¿Quiere eso decir que el Gobierno no va a poder llevar a cabo sus políticas? No, pero va a tener problemas para financiarla. Y si la evolución del déficit y las necesidades de emisión de deuda son mayores que las previstas, puede haber problemas en los mercados de deuda y cierta inestabilidad.

En 2009 también se apostó por una solución keynesiana, pero luego se metió la tijera.

-La situación es muy distinta porque entonces el sector de la construcción se destruyó, eso provocó la desaparición del 10% del PIB, y ahora sin embargo una economía sana y preparada está paralizada, hay que poner en marcha medidas para evitar que ese tejido productivo se destruya, y permitir que en cuanto sea posible regrese a la actividad.

Si desaparecen los ERTE, el riesgo de que ese tejido desaparezca será mucho mayor.

-Y también las ayudas a sectores particularmente afectados, como el turismo. Hay otro elemento que son los fondos europeos, que permiten inyectar gasto en partidas fundamentales, pero Europa todavía no ha decidido el procedimiento de reparto definitivo. La llegada de esos fondos va a estar también vinculada a la buena gobernanza económica. Si la economía sigue un camino muy distinto al previsto, podría afectar a la propia distribución de los fondos, y Europa podría exigir algún tipo de ajuste o rectificación. Estamos viendo que la UE se está recuperando desde el verano a buen ritmo, mientras que España se estaba quedando atrás por esa diferencia estructural orientada hacia el turismo y los servicios y por otras razones de competitividad industrial, productividad, dualidad en el mercado de trabajo, etcétera. Ahí es donde veo que en el Presupuesto falta letra pequeña, para saber cómo se va a poner en marcha todos los programas de ayuda a las empresas o aplicar el plan europeo de recuperación y resiliencia.

Ahora, con el proceso de enmiendas, llega la negociación política.

-Desde un punto de vista económico nunca es buena idea elevar impuestos en momentos de recesión. Para configurar una mayoría parlamentaria, cuanto más amplia sea será mejor, puesto que el Presupuesto será más efectivo y permitirá salir mejor de la crisis. Eso va a exigir negociaciones. Es lógico.