Doctora en Historia por la Universidad de Navarra, especializada en el estudio del ideal de la feminidad y del adoctrinamiento histórico sufrido por las mujeres a lo largo de los siglos, Amaia Nausia Pimoulier (Iruña, 1982), lleva junto a Julen Zabalo la batuta del proyecto sobre convivencia en el que está inmersa la Sociedad de Estudios Vascos.

Pasan ahora a una fase propositiva y de contraste.

-Ya estamos haciendo reuniones con un nuevo grupo, un comité asesor que va a hacer un borrador de propuestas. Y vamos a hacer entrevistas individuales con personas destacadas de Navarra, que representen esa diversidad ideológica para contrastar con ellas el borrador de propuestas que surja. Después, en 2022, se testará estas propuestas con un grupo bastante grande de jóvenes de Navarra, lo más diverso posible tanto ideológicamente como socialmente. Porque otras de las conclusiones de nuestro diagnóstico es que percibimos un cambio generacional respecto a las identidades nacionales y al euskera.

¿En qué sentido?

-Por un lado, constatamos que para los jóvenes en la actualidad la cuestión nacional no es tan central a la hora de construir sus identidades, no le dan tanta importancia. Se la dan más a otras cuestiones que tienen que ver con género, ecología, o clase. Y por otro lado, el tema del euskera no resulta tan conflictivo como en generaciones anteriores. Seguramente, también porque no han vivido el clima pasado de violencia, e igual eso también ayuda a percibir este tema de otra manera. El caso es que vemos un cambio. Creemos que hay una oportunidad ahí, y así nuestro último informe propositivo será el año que viene después de haber hecho este trabajo.

Por de pronto, preparan unas jornadas para este mes de junio.

-Para el 17 de junio, tituladas 'Nuestros desacuerdos. Creando confianza entre diferentes'. Habrá una mesa internacional y una de Navarra. Las daremos a conocer más adelante.

¿En qué medida esas desconfianzas son fruto de la comodidad para no encontrarse con el diferente?

-La clave está ahí. En 2019 ya constatamos una falta de cultura democrática en nuestra sociedad. Una tendencia a la confrontación y no al debate y al intento de llegar a acuerdos. Hemos trabajado mucho sobre la definición de convivencia. La sociedad puede ser gestionada de forma democrática desde el respeto y desde la tolerancia, pero la tolerancia tal vez conlleve un poco de distancia, la de bueno, te tolero, pero te dejo ahí. La convivencia requiere un paso más, una mayor calidad en la interacción de la sociedad. Seguramente la desconfianza existente habla de una falta de convivencia, de que no estamos conviviendo, y en muchos casos incluso sin llegar a respetarnos ni tolerarnos, que es mucho más grave.

Hablaba de cultura democrática. Puede gustar más o menos, pero la mayoría política ahora mismo es otra a la de hace diez años.

-Sí, en las encuestas sociolingüísticas de Navarra, cuando se pregunta en torno al impulso del euskera, si durante las últimas décadas había habido una tendencia a posiciones cada vez más favorables desde el Gobierno anterior se ve cómo esta tendencia de repente empieza a ir en negativo. Ahí se percibe un cambio. Algo ha pasado, seguramente en los discursos políticos. Se ha hablado en nuestro proceso de despolitizar el euskera. Hay un sector que aboga por dejar de politizarlo. Pero nos preguntamos en el proyecto qué significa despolitizarlo, cuando estamos hablando de una lengua que es parte propia del territorio y así lo reconocen todos los agentes y expertos con los que hemos trabajado, fuese la que fuese su ideología, todos defendían que el euskera era patrimonio de Navarra. Siendo una de las lenguas oficiales de nuestra comunidad, ¿despolitizar quiere decir que la Administración no tiene que tomar decisiones políticas en torno a una de sus lenguas? Pues no creemos que sea así. Seguramente se está hablando de desideologizar la lengua, y un sector que se muestra desconfiado, probablemente porque ha perdido su situación hegemónica, siente desconfianza ante la lengua por miedo a que a través del impulso de políticas favorables al euskera van a venir otras cuestiones identitarias nacionales con las que no están de acuerdo. Cuando se habla de despolitización, entendemos que se habla de esto, o por lo menos nuestra postura no entiende que la Administración tenga que ser neutra respecto a una lengua propia.

Pareciera a veces que la lengua en riesgo o discriminada fuese el castellano.

-Sí, a partir del cambio de Gobierno en 2015 se hizo un discurso muy confrontativo. En nuestro trabajo, intentar llegar a una serie de acuerdos ha sido difícil, porque lo que para unas personas eran mínimos para otras eran máximos. Por ejemplo, en torno a la obligatoriedad de enseñar euskera en las escuelas. La progresividad, el tema de la zonificación, todas esas cosas generan debates muy intensos en los que es difícil ponerse de acuerdo. Incluso también en sectores euskaltzales hay grandes diferencias en torno a las estrategias y planteamientos. Hay un sector en ese ámbito que siente que sus derechos lingüísticos son una y otra vez ninguneados o aplastados, y cree que la enseñanza del euskera debe estar en toda Navarra. Otro sector, también euskaltzale, se muestra, por así decirlo, más prudente, porque ante todo quiere evitar el conflicto en torno a este tema, y aboga por la progresividad. Y hay otro sector no euskaltzale, sí tal vez progresista que prioriza la diversidad cultural, y no tanto la nacional o lingüística. Reconoce al euskera como una de nuestras lenguas propias, como patrimonio, pero pone mayor énfasis en otras cuestiones. Y luego estaría un cuarto sector que es aquel que reconoce al euskera como patrimonio propio, pero se muestra muy desconfiado ante su impulso. Habla de imposición y de que se le están coartando derechos laborales en la Administración. Si lo que se está hablando una y otra vez es de desconfianza, el objetivo del proyecto es cómo superarla. No queremos que el euskera sea el conflicto, no queremos que se asocie el euskera a conflicto. Creemos que en realidad la gestión de las políticas en torno al euskera esconde un conflicto entre identidades nacionales, y que eso es lo que realmente está de fondo. Por ahí quiere ir nuestro proyecto, cómo poder crear espacios de confianza entre estas diferentes identidades nacionales y sobre todo, no evitar el conflicto, sino gestionarlo de una forma democrática.

"Constatamos una falta de cultura democrática en nuestra sociedad, una tendencia a la confrontación y no al debate"

"La convivencia en Navarra requiere un paso más que la tolerancia, una mayor calidad en la interacción de la sociedad"