Esta mañana en la edición digital de El País se pregunta a ocho analistas políticos de amplia experiencia quién ganó y quién perdió en el único debate público con la participación de los seis principales candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Las respuestas no es que sean distintas, sino diametralmente opuestas en muchos casos. Aparte de que alguno de los expertos haya podido arrimar el ascua a su sardina ideológica (que tire la primera piedra el que esté libre de pecado), tantas diferencias en la evaluación nos hablan de la imposibilidad de realizar una análisis objetivo. Al final, todo es cuestión de impresiones y sensaciones. Y si eso ocurre con politólogos profesionales, imaginen la percepción que pueden tener las y los votantes (o abstencionistas) de a pie. Cada cual tendrá su ganador o ganadora.

Anotado lo anterior, ya saben el valor que pueden dar a las líneas que vienen a continuación: el justo y necesario. En todo caso, y por no escabullirme del todo de la pregunta del encabezado, les ofrezco una perogrullada por respuesta: ganó quien no perdió. Y puesto que Isabel Díaz Ayuso era la que más riesgo de palmar tenía y salió viva del debate, habrá que decir que al no perder, fue ella la que ganó.

Por lo demás, abuso de su tiempo y de su paciencia para compartir mis impresiones sobre la actuación de cada uno de los participantes.

Isabel Díaz Ayuso estuvo dubitativa, nerviosa, faltona en no pocas ocasiones, escasamente ágil en las réplicas. Y aun así, como les digo arriba, consiguió llegar al final sin cometer ninguna de esas grandes meteduras de pata que hacen perder unas elecciones. Escollo librado, por lo tanto.

Ángel Gabilondo fue fiel a la sosería de la que ha hecho marca. Como escribió Javier Gallego en Twitter, parecía que se estaba enterando de su programa según lo iba leyendo. Por lo demás, también volvió a dar muestras de inconsistencia o casi de incoherencia en su único titular de la noche. Fue cuando se dirigió a Pablo Iglesias para decirle que la izquierda tenía doce días para ganar las elecciones. Eso, después de llevar semanas asegurando que no era partidario de pactar un gobierno con el líder de Podemos.

Mónica García se desenvolvió con una solvencia notable. Si alguien pudo salir reforzada del debate, fue ella. La candidata de Más Madrid defendió con contundencia sus planteamientos y puso en dificultades a una Ayuso que tuvo que responder con sus habituales comodines.

Pablo Iglesias se fajó y no dio un balón dialéctico por perdido. No cabe duda de que sabe debatir y, además, escoger los tonos adecuados. Seguramente cabreó a la candidata del PP. Otra cosa es que sus bofetadas no acabaran reforzando a Ayuso ante sus votantes. Y en cuanto a su objetivo de ser el referente de la izquierda, el vicepresidente no puede estar mucho satisfecho. García le ganó por la mano... otra vez.

Rocío Monasterio fue a hacer de Rocío Monasterio y le salió bien. Resultó lo suficientemente antipática (incluso odiosa) para quien mantiene unos estándares morales y democráticos mínimos, lo cual, para ella es bueno. ¿Cómo se explica tal paradoja? Ocurre que su discurso no es para esa parte del público, sino para otra a la que no le chirrían los mensajes incendiarios. Vox ha crecido así.

Edmundo Bal llegó en moto y se fue por el mismo medio. No hay mucho más que comentar del cabeza de lista de (los restos de serie de) Ciudadanos.