l Parlamento retoma mañana su actividad ordinaria, oficializando el inicio de un curso político que vuelve a estar condicionado por la pandemia. El debate político sigue marcado por la situación sanitaria, pero poco a poco se empiezan a imponer nuevos elementos de discusión, sobre todo económicos. UPN reclama más inversión para el TAV, Geroa Bai apunta al problema energético, EH Bildu denuncia irregularidades en la hípica de Pamplona y el PSN pone en valor la gestión del Gobierno. Síntomas de una lenta pero paulatina vuelta a la normalidad.

Tras dos años monopolizados por la pandemia, el Gobierno de Navarra encara así un curso político que va a ser clave para cumplir los objetivos fijados al inicio de la legislatura. Y que pasan por consolidar la mayoría política que sostiene a María Chivite en el Palacio de Navarra, y dar respuesta a buena parte de los retos que tiene la Comunidad Foral. De la financiación local a la inversión en infraestructuras, pasando por las transferencias pendientes, la mejora de la atención primaria o la gestión efectiva de los fondos europeos.

Cuestiones aplazadas que requieren soluciones concretas, pero que no se pueden dilatar mucho más. Y que deberán tener un reflejo prioritario en los presupuestos del próximo año que el Ejecutivo de Chivite empieza a elaborar ahora con buenas perspectivas de crecimiento económico y aumento de la recaudación. Pero con demasiadas incertidumbres en el horizonte como para caer en triunfalismos que, en una sociedad cansada tras casi dos años de restricciones y al borde de la indignación por el alto precio de la energía, pueden tener doble filo.

El Gobierno encara así la segunda mitad de la legislatura, consciente de que el margen de actuación cada vez va a ser más limitado. Con la perspectiva de un 2023 marcado por un largo ciclo electoral, los próximos meses van a ser claves para avanzar en los hitos principales de la legislatura, completar los proyectos en marcha y superar las desconfianzas mutuas de una alianza que pese a las dificultades que ha impuesto la pandemia se ha mostrado cohesionada.

Retos sobre los que reflexiona en este periódico María Chivite, que subraya que el Gobierno “funciona bien” y que “ha venido para quedarse”. Una reflexión coherente con el rol que ha asumido el PSN en esta legislatura -sería difícil de entender que la presidenta dijera lo contrario-, pero que si es convencida puede tener consecuencias importantes para el medio y largo plazo.

Los socialistas, que en octubre afrontan su congreso regional en un clima poco habitual de unidad, han comprobado estos dos años que la apuesta por un Gobierno transversal y progresista no solo no tiene desgaste político, sino que les ha convertido en la referencia institucional de Navarra. Una realidad cada vez más consolidada que la derecha sigue observando desde la barrera incapaz de reaccionar. Y no parece que lo vaya a hacer en el corto plazo. Los mensajes de Javier Esparza en este inicio del curso político apuntan a una continuidad que no hace sino recordar al Gobierno foral dónde está la única mayoría parlamentaria posible.

Queda lejos todavía el ciclo electoral del 2023, pero buena parte de lo que ocurra en los próximos meses va a determinar el marco en el que el Gobierno de Chivite buscará la reelección. Los acuerdos pendientes con Madrid -Convenio Económico, fondos europeos, infraestructuras y transferencias- van a condicionar en buena medida el legado del Ejecutivo autonómico, que lo que no ejecute en este 2022 difícilmente podrá presentar como logro en las urnas.

De ahí la importancia del debate presupuestario que se abre a partir de ahora, y que más allá de las lógicas llamadas al diálogo volverá a tener los mismos protagonistas que en los dos ejercicios anteriores. Una mayoría parlamentaria a la que todavía le falta cohesión en algunos asuntos importantes, pero que cada vez es más habitual en Navarra. Y que en los próximos meses puede acabar de consolidar la perspectiva de largo plazo a la que apelan sus dirigentes si asume su pluralidad y evita las tentaciones cortoplacistas.

Con la sociedad cansada por la pandemia y al borde de la indignación por el precio de la energía, al Gobierno no le conviene caer en triunfalismos