omociudadanos sentimos una mezcla de estupor, impotencia y zozobra emocional ante lo que está ocurriendo en Afganistán. ¿Qué cúmulo de errores han podido conducir a este desenlace?; ¿Qué diríamos si quien ahora gobernase EE.UU. fuese Trump y hubiese adoptado las decisiones que ha materializado ahora el presidente Biden?; ¿No existe medio alguno en el mundo que posibilite frenar esta barbarie y este desastre humanitario y geopolítico?

Uno de los principales problemas al que nos enfrentamos es la ausencia de un liderazgo mundial compartido. Esta tendencia se agudiza en la dimensión geopolítica global por el hecho de que el mundo vive momentos de gran debilidad institucional. Las instituciones que refundaron las relaciones internacionales en 1945, hace ya 76 años, experimentan un serio declive en su "auctoritas" mundial lo cual les impide abanderar ese necesario liderazgo supranacional.

Afganistán no es el único desastre. También tenemos Irak, Libia o Siria, entre otros tristes ejemplos. Occidente lleva una buena ristra de fracasos. Rusia y China se han fortalecido y puesto barreras infranqueables a la inmigración y el Islam y África irá avanzando hacia Europa a través de incontenibles flujos migratorios con todo lo que significa de gestionar culturas diferentes.

¿Y Europa? La caída de Kabul y la caótica salida de Afganistán han evidenciado lo mucho que depende la Unión Europea de Estados Unidos en términos militares. Y dentro del bloque europeo-comunitario hay quien propone aprovechar esta debacle geopolítica para relanzar la vieja idea de una fuerza militar común y tratar de convertir en realidad una vieja idea recogida en los Tratados de la Unión: la política de defensa y seguridad común.

Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, se preguntaba tras el fiasco afgano si como potencia económica y democrática mundial, puede Europa conformarse con una situación en la que no podamos garantizar, sin ayuda, la evacuación de nuestros ciudadanos y de quienes están amenazados por habernos ayudado?. La respuesta que cabría darle es que Europa no puede limitarse a proclamar al aire el respeto de los derechos humanos abriendo solo una pequeña ventana de entrada a los afganos. Cumplen todos los requisitos previstos en la Convención de Ginebra sobre los refugiados.

¿Dónde se encuentra la posición común humanitaria que toda la Unión Europea se debe comprometer a defender?; los refugiados afganos nos interpelan: procede ahora el reconocimiento del derecho al socorro, emblema de la civilización que pretendemos representar. Europa no debe fallar ahora. No podemos permanecer ajenos a este drama humano. ¿Quién debe ejercer el liderazgo moral que permita volver a creer en una Europa inspirada en valores ahora hibernados o desvirtuados?

La irresponsable forma de abandonar ahora el país ha sumido en el caos, en el terror y en la ausencia de toda esperanza a la población afgana que no ha logrado su objetivo de huir de la barbarie. La muestra de barbarie y de irracional fanatismo que representa el régimen talibán o el terrorismo yihadista tiene desgraciadamente precedentes y réplicas lamentables: los años de ocupación militar de Afganistán y de Irak fueron el vivo ejemplo de una barbarie "civilizada", orquestada bajo la batuta de un superado cesarismo en EE.UU., de la mano de los expresidentes (padre e hijo) Bush.

La propia ONU legalizó la intervención armada de EE.UU. mediante la Resolución 1386, de 2001) y autorizó la creación de una Fuerza Internacional cuyo objetivo no era llevar a cabo una misión humanitaria sino lograr materializar "seguridad": es decir, su fin último era erradicar el peligro internacional que representaba el terrorismo y no legitimaba la apropiación del país ni su invasión, como de facto se hizo por parte de EE.UU.

Los tres últimos presidentes de EE.UU. (Obama, Trump y Biden) aceptaron que la única opción posible pasaba tarde o temprano por la reiterada de las tropas militares estadounidenses del territorio afgano. El problema deviene (y se agudiza) por la forma en que tal inevitable retirada se ha producido: una muestra palpable de la pérdida de capacidad de liderazgo global de EE.UU. a nivel mundial. China y Rusia van a desempeñar en un futuro próximo un papel de mayor relevancia e influencia en todo lo que rodea a este conflicto.

Afganistán nunca fue un país liberado; su invasión y ocupación, disfrazada de operación de seguridad, ha tenido directa incidencia en las tendencias geopolíticas en Oriente próximo, además de sembrar la tragedia, la destrucción, muerte y torturas. Esa invasión militar del territorio de Afganistán por parte de tropas "aliadas" comandadas por EE.UU. supuso un ataque frontal al derecho Internacional, una unilateral y vergonzosa decisión basada en el uso de la fuerza militar, una muestra de prepotencia y de desprecio a la legalidad internacional.