plaudido por quienes han esculpido su epitafio político. Pablo Casado se retiró la mascarilla y dio la cara ante el grupo al que ha dirigido, muy probablemente evocando las palabras atribuidas a Julio César en el momento de ser asesinado: "Et tu, Brute? (¿Tú también, Bruto?)". Su tocayo Montesinos, su fiel aliado, contenía la lágrima y la navarra Ana Beltrán, única resistente entre los barones, rumiaba lo que luego verbalizó: "Estoy atónita. Le han ido abandonando uno a uno". Ambos, junto a Antonio González Terol, le escoltaron al dejar el hemiciclo en su día más amargo y tras soltar una última andanada a sus correligionarios: "Entiendo la política desde el respeto a los adversarios y desde la entrega a los compañeros". Esos que han entregado su cabeza como remedio para evitar la evaporación de las siglas, por encima de cualquier actuación interna, por sospechosa que sea.

Casado no se amedrentó y asistió a la sesión de control aunque no fuera para formular la pregunta parlamentaria de rigor al presidente Sánchez. En sus dos minutos de alegato, histórico, rememoró la trayectoria de la formación que le expulsaba de su liderazgo, y lo hizo desde la serenidad y la lectura de sus apuntes. Elogió una democracia construida con "coraje" y sintetizó su proceder apoyado en "la defensa de los más nobles principios y valores: "Todo para servir a España y a la causa de la libertad, porque ese es el futuro que merecen nuestros hijos y que debemos construir todos juntos". Sonrisa forzada, superado el trance, y como fuera de escaleta, se levantó y marchó dejando en el flanco derecho un halo de orfandad que pronto el PP se encargará de rellenar. Eso sí que está en el guión. Salvo el tridente leal, sus diputados, más atentos al móvil que de la atmósfera, se cruzaron miradas sordas. La vida sigue a la espera del nuevo jefe.

Antes, entre los renglones de su discurso sostuvo que su empeño ha sido "ensanchar el espacio de la centralidad", al que invitó al PSOE a sumarse "sin necesidad de pactos con los que no creen en España ni de alianzas con los que han atentado contra ella". "Espero que el Gobierno se ponga al servicio del interés general con respeto a las instituciones, a la unidad nacional y a la igualdad de todos los españoles", añadió sin su tradicional agresividad. Sánchez, aquel felón al que ha usado como particular saco de boxeo durante cuatro años, no cayó en lo fácil y se dedicó a desearle lo mejor "en lo personal"

El líder socialista, eso sí, afeó todas esas horas del principal partido de la oposición dedicadas a "la descalificación constante negando hasta incluso un principio democrático esencial como es la propia legitimidad de este Gobierno emanado de la voluntad popular". Ahora bien, aprovechó para comprometerse "solemnemente" y por "sentido de Estado" a no sacar partido de la guerra cruenta del PP y fijar comicios, zanjando toda posibilidad de llamar a la ciudadanía a las urnas. "Las elecciones generales se convocarán cuando corresponda. Queremos conseguir la confianza de los españoles basándonos en nuestro mérito y no en la debilidad de nuestros adversarios". Y lanzó un recado a modo de broche, "así es como nosotros interpretamos y entendemos el patriotismo democrático".

41 años después de la jornada más recurrente en la literatura política, la del 23-F, el golpe se lo ha llevado Casado de su propia familia. En la secuencia de la Cámara baja faltó ayer la protagonista que abrió la espita de esta especie de tragedia homérica, sentada a solo dos kilómetros. Cuando la moción de censura echó a Rajoy, este se marchó cartera en mano ovacionado por los suyos porque quienes le habían echado estaban en la bancada de enfrente. A su sucesor le mandan a casa los de su propio partido .

Sánchez descartó adelantar las elecciones: "Queremos basarnos en nuestro mérito y no en la debilidad de nuestros adversarios"