Extracto del libro de Roldán Jimeno, Miguel Javier Urmeneta (1915-1988). Segunda República, Franquismo y Transición, Pamiela, 2015, que aparecerá en diciembre

en los días previos al golpe de Emilio Mola, el 16 y 17 de julio se intensificaron los rumores del alzamiento militar. Fue entonces cuando Alejo Eleta, amigo íntimo de la familia, informó a María Ajarnaute de que su marido estaba entre las personas que los golpistas pretendían fusilar, y que, si iban a llamarle, no saliera de casa. Esa información también la tenía José Solabre Lazcano, un contrapariente de la familia Urmeneta-Ajarnaute, capellán de requetés, que había advertido a la mujer de Ataúlfo que si algo ocurría, Miguel Javier debía acudir urgentemente a hablar con él. Con el golpe faccioso la situación se hizo angustiosa por momentos, fruto de la contundencia y violencia extrema de la primera jornada. En Pamplona no cabía posibilidad de organizar una resistencia, estaban atrapados en el epicentro del golpe militar. Los Urmeneta estaban especialmente marcados; toda precaución era poca. Se afanaron en un primer momento en hacer desaparecer numerosos libros y objetos políticamente sospechosos de la biblioteca del despacho de Ataúlfo Urmeneta, padre de Miguel Javier.

Alistado en el tercio del Rey La delicada situación familiar aconsejó que los dos hermanos que seguían en edad a Miguel Javier acudieran también como “voluntarios”. Los hermanos Urmeneta y su primo Francisco Javier Itúrbide no fueron los únicos hijos de nacionalistas vascos alistados para salvar a sus padres. El propio Urmeneta convino con José María Solabre en alistarse en el tercio El Rey con la única condición de que no lucharía en el frente del norte contra otros vascos.

Según testimonio del escritor falangista Rafael García Serrano, amigo de los hermanos Urmeneta desde la niñez, existían serias dudas sobre la verdadera adhesión al Movimiento de los voluntarios procedentes del nacionalismo vasco, pues les guiaban, al menos a algunos, “impulsos secretos”. Fue el caso, según este autor, del propio Miguel Javier Urmeneta.

En la División Azul Miguel Javier Urmeneta, con 25 años, pasó a formar parte de la División Azul, con la que la España franquista colaboró en 1941 en la invasión de la URSS.

Miguel Javier, el tercer alumno con mejor expediente de su promoción -el Ejército enviaba a los tres primeros-, no pudo renunciar a la orden recibida directamente de Agustín Muñoz Grandes.

Es probable que se autojustificase pensando en los beneficios que acarrearía a su familia. Una renuncia le hubiera conllevado el final de su carrera militar -y por tanto de su trabajo- y, quizás, una posible revisión de los procesos judiciales por responsabilidades políticas que habían sufrido su padre y sus tíos. La situación económica de casa ya no era tan dramática como en años anteriores, pues Ataúlfo había recobrado la libre disposición de sus bienes y percibía su sueldo como director de la Caja de Ahorros Municipal.