Pamplona - La violencia sexual infantil es un problema oculto del que han sido víctimas entre el 10% y el 20% de los menores, según indicó el subdirector de familia y menores, Mikel Gurbindo, haciendo relación a varias estimaciones a nivel estatal. Estos abusos se producen sobre todo en el entorno familiar, donde solo un 2% de los casos se detectan mientras están ocurriendo.

El abuso sexual hace referencia a cualquier clase de contacto e interacción sexual en la que, desde su posición de poder, el agresor utiliza a este para su propia estimulación, la del menor o la de otras personas. Este tipo de delitos no se reservan solo a mayores de edad, pues también puede ser considerada violencia sexual infantil cuando quien lo comete es un menor de 18 años significativamente mayor que la víctima o que está en una posición de control o poder sobre ella. De hecho, indicó Gurbindo, el 20% de este tipo de delitos está causado por otros menores.

Estos malos tratos ocurren mayoritariamente en el contexto familiar, aunque también se dan casos en los que el agresor es otro adulto a cargo del niño o en contacto con él sin que exista parentesco (profesores, cuidadores, sacerdotes, etc). Según los datos facilitados por el departamento de Presidencia, Función Pública, Interior y Justicia, la oficina de atención a víctimas del delito atendió el pasado año a 45 menores víctimas de abuso sexual y en más de la mitad de los casos (25) el agresor fue una persona con parentesco familiar. En concreto, dos de los abusos fueron cometidos por el padre y 23 por otro familiar cercano. En cuanto al resto de casos, diez de las agresiones sexuales las cometió una persona conocida pero sin parentesco y ocho por un desconocido (en dos casos no consta la relación con el agresor). Desde la oficina de atención a víctimas del delito destacaron el aumento del número de casos atendidos, que se corresponde con un aumento de este tipo de delitos a nivel general y que mantiene la tendencia que se observó el año anterior, donde ya se percibía esta subida.

Según explicaron desde este servicio, la cifra real de denuncias es superior, ya que no todos los casos pasan por esta oficina y hay padres que prefieren no acudir. De hecho, el informe de denuncias policiales del Instituto Navarro para la Igualdad, referente solo a víctimas mujeres, recoge un total de 115 casos a menores de edad, un 9% del total de denuncias recogidas. Hay que tener en cuenta también que no en todos los casos que registra la oficina de víctimas del delito va a haber condenas, puesto que algunos de los casos se archivaron en la primera fase al no encontrarse pruebas suficientes.

ocultismo Dentro del entorno familiar existe un gran ocultismo, y es que solo el 2% de los casos se conocen mientras están ocurriendo. Los regalos son uno de los motivos de la ausencia de denuncia por parte del menor, pero cobran especial importancia el miedo a no ser creído o a ser acusado de seducción, así como el miedo a destrozar a la familia o a las represalias del agresor. A veces, comentó el subdirector de Familia y Menores, la madre tiene conocimiento de lo que sucede, pero el miedo al marido, a desestructurar la familia o a a no ser capaz de sacar adelante a la familia ella sola, así como el estigma social que supondría que se conozca el abuso, hace que lo mantenga en secreto.

Debido a este ocultismo, cuando la administración tiene conocimiento de estos abusos suelen haber pasado meses o años desde que se produjesen los primeros incidentes. A causa de esto, el 22% de las personas atendidas en la oficina de atención a víctimas del delito son mayores de edad. Esto se debe a que solicitan este servicio años después de que se cometiesen los abusos. En concreto, el pasado año diez de las personas que acudieron a este servicio por abusos sexuales en la infancia lo hicieron siendo ya mayores de edad. Según explicaron fuentes de la oficina, en la mayoría de los casos los delitos han prescrito y las víctimas no buscan denunciar, sino un apoyo psicológico. De entre estas personas, cuatro tenían menos de 24 años, dos entre 25 y 29 años y cuatro más de 40 años.

Abusos en la familia Según aseveró Gurbindo, los abusos sexuales que tienen lugar en el entorno familiar “constituyen, sin duda, la manifestación del abuso sexual y de la desprotección a la infancia más devastadora en cuanto a su percepción y consecuencias”. En muchos casos los límites entre la afectividad, la intimidad y la sexualidad aparecen difuminados y en la mayoría de los casos se transmite entre generaciones. Son las familias incestuosas donde el abuso sexual se produce y se mantiene dando sentido y cohesionando a la estructura familiar a través del secreto, el aislamiento social y la ley del silencio. En estos casos, indicó, el abuso sexual coexiste con otras formas de malos tratos como la negligencia y el maltrato físico.

Los niños y niñas dentro de esta tipología de maltrato normalmente son detectados en los centros escolares, resultando muy complicado confirmar el abuso debido a la cronificación de la situación familiar, la tendencia al secreto y la fidelización de los menores respecto a las figuras paternas. “Los profesionales son vivenciados como amenazas externas a la estabilidad familiar, surge el miedo a traicionar los valores aprendidos caracterizados por la impermeabilidad del sistema familiar y la prohibición de hablar”, explicó aludiendo a que los padres transmiten muchas veces la amenaza del desamparo, la cárcel o la intervención de los servicios sociales si se descubre la verdad.

Los abusos sexuales los sufren también menores cuyas familias no manifiestan en su estructura características abusivas o incestuosas, pero sufren un abandono temporal durante una crisis familiar. Esta tipología, explicó Gurbindo, es más frecuente en Navarra durante los últimos años, siendo un ejemplo claro el de los menores migrantes con historia de abusos sexuales y abandono en la infancia temprana que se reencuentran con sus padres, los cuales emigraron con anterioridad dejando a sus hijos a cargo de otros familiares.

Cuando se reunifica la familia se producen situaciones de gran desgarro emocional debido a múltiples factores como la idealización de los progenitores, la presencia de otros hijos, las diferencias culturales, dificultades en la adaptación, etc. Ante esta presión, explicó Gurbindo, en ocasiones el menor reproduce vivencias pasadas relacionadas con el abuso y los malos tratos. Debido a la ausencia de una estructura incestuosa, el menor toma consciencia con mayor facilidad del daño y la ley del silencio no está tan instaurada, por lo que estos casos se detectan con mayor facilidad.

También puede producirse una reactivación en el presente de historias de abuso sexual en la primera infancia en menores adoptados o acogidos. En estos casos suelen ser las nuevas familias quienes dan la voz de alarma sobre comportamientos sexualizados en los menores a su cargo. En estas situaciones, indicó el subdirector de Familia y Menores, es difícil localizar la fuente del abuso debido a que muchas veces la historia previa se reprime y el menor no puede dar sentido a lo que le ocurre.

Instrumentalización Los procesos de separación de los padres son otro de los marcos frecuentes en los abusos sexuales a menores. En este caso, comentó Gurbindo, los casos se derivan a Familia y Menores por una denuncia explícita por parte del menor y el problema en estos casos está en determinar si este testimonio es real o propiciado por uno de los progenitores con la finalidad de conseguir la custodia. “En algunos niños hemos podido observar una creencia firme de un abuso que no sucede en la realidad, sino que es inoculado por parte de un progenitor”, aseguró Mikel Gurbindo. Esta complejidad aumenta cuanto más pequeño es el niño, ya que su relato no es tan detallado y se reducen las posibilidades de un análisis del testimonio. En estos casos los especialistas suelen discriminar los conocimientos sexuales del menor en relación al momento evolutivo y la presencia de la irrupción de la sexualidad adulta.

La instrumentalización del menor puede ser también el propio abuso sexual del menor con el objetivo de hacer daño a un tercero. Esto se da en casos de violencia de género en los que el padre agresor comete abusos sexuales a sus hijos como una forma más de agredir a la mujer.

Falta de límites Los casos de abusos sexuales a menores se producen también en el entorno de familias que, sin ser desprotectoras, reproducen dinámicas en las que generan una excesiva erotización en sus hijos. Normalmente se trata de familias con un nivel sociocultural medio-alto caracterizadas por la falta de límites intergeneracionales y la tendencia al establecimiento de relaciones simbióticas y fusionales con sus hijos.

En estos casos, los padres intentan evitar la frustración en los niños, carecen de autoridad sobre ellos y tienden a retrasar los hitos evolutivos por miedo a que sufran. Este modelo parental tiene como efecto la erotización temprana del menor y la dificultad para integrar las pulsiones agresivas y sexuales debido a la falta de estructuración externa.