Veinticuatro horas después del trágico suceso del martes en Cáseda, la localidad se unió ayer a Eslava y a Liédena en las concentraciones convocadas por sus respectivos ayuntamientos a la misma hora para manifestar su repulsa por lo acontecido y apoyar en el duelo a los familiares de sus vecinos: Fermín Jiménez Echeverría y sus hijos, José Antonio y Cristian, de etnia gitana, muertos a tiros de escopeta en la reyerta con otra familia también gitana procedente de Muniáin de la Solana.

Tres localidades unidas por la misma tristeza e impacto de quien ha perdido a tres de sus vecinos, dos de ellos en plena juventud. Tal era el vínculo que los fallecidos y sus familias tenían con los tres pueblos donde mayormente transcurrieron sus vidas. Y en los tres, ayer se dejaba sentir el pálpito de la pérdida como un sentimiento auténtico de quien ha compartido con ellos trabajos y otras vivencias .

“Eran una familia más. Partieron de Eslava a vivir a Liédena, pero aquí vivió Fermín su infancia por lo que estaban totalmente integrados, con relaciones cordiales y normalizadas”, mantenía el alcalde de Eslava, Ignacio Barber, entre sus vecinos.

Fermín, el fallecido, con su mujer y su hijo pequeño, Cristian (también abatido a tiros), habían vuelto hace año y medio a vivir a Eslava, pero antes, la familia completa con Julio y José (el tercer muerto) residió en Liédena, donde mantienen su hogar los padres y tíos de los fallecidos.

“Son una familia agradable y agradecida. Fermín trabajó durante diez años para el Ayuntamiento y nunca tuvimos un problema”, expresaba el alcalde, Ricardo Murillo, como el resto de la vecindad incrédulo y consternado.

En Liédena había dejado cuadrilla el joven Cristian, por lo que aseguraba Murillo que “siempre que podía venía al pueblo”. Las relaciones estaban recientes, y también en Sangüesa, donde el joven estudió hasta el pasado curso, por lo que ayer los que fueron sus compañeros y tutoras se concentraron por la mañana en el patio del mismo para recordarle con sus lecturas.

Miembros de una gran familia, el dolor por la muerte a tiros del padre y los dos hijos se extendía por otros pueblos de la comarca donde desempeñaron oficios, como José en Gallipienzo. La exalcadesa Karmele Iriguibel no tardó ayer en acudir a Cáseda para expresar sus condolencias: “Era una persona trabajadora, siempre dispuesta, honrada y muy entrañable que no se merecía esto”, expresaba afectada. La misma pena sentían las vecinas que asomaban tímidamente a la calle.

Ayer no era un día cualquiera a la hora del café en la plaza de Oriente. En la memoria de los presentes rondaban los últimos recuerdos de las vivencias compartidas y el roce de los pueblos pequeños: Cáseda no llega a mil habitantes, Liédena, cuenta con 300 y Eslava 130 empadronados, la mitad de hecho.

En los tres núcleos manifestaron ayer su duelo en elocuente silencio que se rompió con aplausos fuertes y sinceros. Decenas de personas en el pequeño Eslava portaron lazos negros; más de 250 acudieron en Liédena y en Cáseda se vivió la concentración más numerosa.

Estas dos últimas localidades recalcaron además, su pesar y reprobación por los sucesos luctuosos en sendos comunicados en los que tendieron su apoyo a la familia que ha perdido tres miembros de golpe. “Es importante que gestionen su dolor sabiendo que no están solos”, recordaron en Liédena. Con ese deseo conjunto las tres localidades expresaron apoyo unánime en los momentos difíciles y amargos. Tal como se hace en comunidad.