Era 22 de julio de 1936 cuando al joven Valentín Romeo Sagüés las fuerzas franquistas lo sacaron de su casa y lo llevaron preso a la cárcel de Pamplona. Tenía veinte años y era natural de Mendavia, de donde él, sus padres y cinco hermanos salieron cuando tenía siete años. No volvió a ver su pueblo nunca más puesto que tras estar preso fue obligado a luchar en el frente de Bizkaia donde falleció. Sin embargo, gracias a los testimonios y la perseverancia de sus familiares, los restos del joven mendaviés fueron recuperados hace unos meses y ayer, por fin, volvieron a su pueblo natal para ser enterrados en el panteón republicano junto al resto de sus compañeros de lucha.

Valentín era el octavo hijo de Francisca Sagüés y Fermín Romeo y nació en Mendavia el 26 de mayo de 1916. Su padre era el aguador del pueblo, en el que vivieron hasta que Valentín cumplió los siete años, después la familia se trasladó a Pamplona. En la capital navarra pasó su juventud hasta que una noche de verano, días después del golpe fascista del 36, las fuerzas franquistas llamaron a la puerta de los Romeo Sagüés para llevarse preso al joven Valentín, junto a otros republicanos e izquierdistas. Según el testimonio de familiares cercanos, Valentín dormía con su hermano Córdalo y lo hacía con un arma bajo la almohada, un detalle que todavía no se ha esclarecido pero que puede ser clave para conocer más sobre la vida que tuvo antes de su detención.

Ingresó en la prisión de Pamplona el 22 de julio de 1936 y permaneció allí hasta el 27 de enero de 1937. El testimonio de su sobrina Angelita Mangado fue crucial para recuperar los restos de su tío. En su memoria todavía pervive el recuerdo de ver a su madre y a su abuela en la cocina de su casa preparando comida para llevársela a Valentín a la cárcel, durante el medio año que permaneció entre rejas. Angelita era entonces una niña y les acompañaba hasta la prisión. En uno de esos viajes a la cárcel, les informaron de que Valentín ya no estaba allí, su salida había sido firmada por el gobernador militar y había sido enviado a Bilbao como soldado.

A él le dijeron que le daban la libertad, pero salió de la cárcel para enfrentarse a un destino más doloroso que estar rodeado por las cuatro paredes de una celda. Las fuerzas nacionales le obligaron a incorporarse al ejército, en concreto, al Regimiento América 23, segundo batallón, con el que acudió a primera línea de combate en el frente de Bizkaia a luchar contra los ideales que defendía fervientemente. Murió en la batalla de Bizkargi el 10 de mayo de 1937, a falta de quince días para cumplir 21 años.

Sus restos fueron enterrados en el cementerio de Gernika en el mausoleo dedicado “A los caídos por Dios y por España”, pero en el registro cambiaron su nombre por el de Valentín Romero. Sus familiares tuvieron noticia de su muerte al leer el BOE de 1940. Durante los siguientes 80 años, el miedo, el silencio y el olvido de las instituciones quisieron sepultar su historia, pero la memoria y el trabajo de sus familiares ha hecho que 82 años después vuelva al lugar que lo vio nacer.

la búsqueda de los restos

Un camino lleno de trabas

La tarea de recuperar los restos de Valentín ha sido toda una odisea llena de dificultades, trabas y una afrenta constante contra el olvido que sufrieron quienes acabaron en fosas y cunetas. Maru Mangado, activista de la memoria y sobrina nieta de Valentín, ha sido quien ha personificado esa búsqueda que ha recabado sus frutos.

Ayer, en el entierro de los restos de su tío abuelo, su hermana Pili leyó una carta en su nombre en la que relataba directamente a Valentín todo el camino recorrido y comenzaba así: “Hace cosa de cuatro años supe de tu existencia. Entonces empezó un viaje que termina hoy (por ayer), después de que te hemos podido sacar de ese agujero en el que has estado 82 años”. Todo empezó por una casualidad, recuerda Maru, ya que estaba buscando los apellidos de su abuela en un registro y descubrió los de Valentín, que eran los mismos.

“Ni yo ni nadie sabíamos de tu paradero. Solo algunos familiares más mayores sabían algo de ti”, recordaba en la carta. Tan solo eran vagos testimonios, pero fueron suficientes para que Maru saliera en busca de los restos de su familiar. “Sabíamos que estuviste en la cárcel de Pamplona y que de allí te llevaron a Bilbao. Me recorrí archivos, pedí datos y al final me enteré del regimiento al que te destinaron”, proseguía.

Tras ello, tuvo acceso al documento del BOE de 1940 gracias al cual se enteró de la fecha de muerte de Valentín en la batalla de Bizkargi. “Estuve a punto de dejarlo porque no tenía más datos”, recordaba Maru en boca de su hermana Pili. Pero gracias a la investigación de unos amigos historiadores, dio con el paradero de la cripta en la que estaban enterrados sus restos en el cementerio de Gernika. Hasta allí se desplazaron el pasado junio y recuperaron su cuerpo y, por fin, tras las pruebas de identificación, supieron que se trataba de él. “Llegó el día en que nos dijeron que eras tú. Ahora ya puedes descansar en tu pueblo con los tuyos”, concluía la misiva.

Prueba de ADN. Cuando Maru Mangado pudo acceder, el pasado mes de junio, a la cripta donde estaban los restos de su tío abuelo Valentín se llevó la sorpresa de que había dos cuerpo enterrados juntos. Este inconveniente empujó a los familiares a someter los restos a las prueba de ADN que hicieron justicia para el joven republicano de 20 años y confirmaron su identidad. El pasado diciembre, Maru y sus familiares pudieron recoger los restos de Valentín del cementerio de Gernika.